6.

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Digan cuántos esperaban ya ver una conexión entre esos dos:

Mateo:

Me levanté aburrido, sin muchas ganas de hacer algo realmente.

Mi mente en blanco como siempre.
Sabiendo que mi rutina se iba a repetir, siempre en el mismo ciclo irrompible.

No había forma de cambiarlo, nunca había nada nuevo.

Salí de mi habitación ya arreglado y me encontré a mis padres peleando.
Suspiré y trate de pasar desapercibido, pero para mí mala fortuna sus ojos se fijaron en mi.

——¿No planeas saludar a tus padres?—me regaño mi madre desde lejos.

Mi padre tiró un jarrón al suelo lo cual me hizo encogerme en mi sitio.

——¿A quien le importa su estúpido saludo? estás hablando conmigo, no con ese niño inmaduro.—le grito y mi madre miro el jarron roto en el piso.

——¡¿Qué te pasa?! Claro, como eres un patán que no sabe más que ser agresivo.—le respondió de forma altanera y yo corrí a la puerta.

No quería escuchar más su pelea.
Cerré la puerta detrás de mi y aún escuchaba sus gritos.

Estar en esa casa me hacía temblar.
Sentía mi corazón nervioso.

Y ese nudo en la garganta.
Por más que los odie no puedo evitar sentir miedo.

Tengo miedo de que se lastimen, de algún día morir por sus agresiones y no poder quejarme.

Al fin y al cabo siempre he visto la muerte como la manera más pacífica de descansar de aquello que te aterra.

Pero recuerdo aquella vez en la que Jess cuando teníamos catorce años entro a mi habitación asustada.

Lloro al verme en el suelo con un charco de sangre en el suelo de mi habitación.

Verla llorar rogándome que no cerrará los ojos.

Simplemente no podía dejarla sola.
Ese día me partió el alma verla así.
Parecía que era ella quien estaba desangrándose.

Le dolió más a ella ver los cortes en mis muñecas de manera tan profunda.

Simplemente verla preguntandome si ella no había hecho suficiente.

Fue el primer día que me prometí a mi mismo vivir por alguien.

No soporto verla llorar, no soporto verla mal. Sus lágrimas caer por sus mejillas me hicieron derrumbarme.

Jess, no te puedo dejar solo, me necesitas más de lo que yo necesito marcharme.

Llegue al colegio sin darme cuenta.
No sé cuándo pero llegué a mi salón aún con mi cabeza en las nubes.

Antes de que pudiera sentarme en mi asiento alguien chasqueo sus dedos en mi cara.

——¿Ah?... ¡Jess! Hola. No te había visto.—dije sonriendo.

Jess me miró extrañada y tomo mis mejillas con sus manos.

Me escaneo y luego dejo un beso en mi mejilla.

——No se en que mundo estabas, pero llevo aquí hace un buen. ¿Estás bien?—dijo mientras acariciaba mi mejilla.

Yo la mire sorprendido y luego sonreí.

——Claro que si, ahora mejor ve a sentarte, nos van a putear a ambos.—dije y ella rió.

Pero luego me miró y me acaricio el cabello.

Un nosotros complicado. | COMPLETA ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora