6. Entrenamiento

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Kagome.

—Gracias por ayudarme, maestro Kimura. —Agradecí haciendo una reverencia y entregándole las hojas que Sía escribió.

Awase Kimura, mi profesor de inglés en la secundaria.

Pensé que después de terminar con mis estudios, antes de regresar a la era feudal, ya no iba a ver a ninguno de mis profesores. Por suerte, él visitó el santuario de mi familia y pude contactarlo fácilmente.

Aunque sabía que los escritos de Sía no estaban en inglés, el maestro Kimura tiene conocimientos de más de 3 idiomas, con suerte alguno de esos sea el correcto.

—Mmm... —Hojeó las páginas una por una. —La escritura esta en romanji... Pero no es inglés, ¿Portugués? —Pensó en voz alta, sacudió su cabeza. — No, es parecido, pero faltan signos... Entonces... Mmm... Debe ser español.

—¿Puede traducirlo, maestro?

—Aun no domino ese idioma, creo que me tomará un par de horas traducir esto de forma correcta.

—Muchas gracias.

**

Narrador.

—¡Estoy despierta! —Gritó Sía en cuanto despertó de golpe.

El pequeño youkai a su lado chilló asustado, casi atragantándose con la ramita en su boca.

Seguían en ese bello prado un poco alejado de la aldea.

Los gritos de la chica hicieron que el medio demonio bajara de mal humor de una de las raíces del árbol, cubriendo sus orejas y mirándola feo.

El peliblanco creyó haber captado un olor extraño, pero el repentino grito de la castaña lo tomó por sorpresa y casi lo hace caer. Al estar frente a ellos le preguntó al zorro demonio lo que hacían, viendo de reojo como sus compañeros lo alcanzaban.

—Vinimos aquí a entrenar, pero antes de iniciar ella hizo una mueca y se fue a sentar bajo el árbol, después nos quedamos dormidos. —Explicó el niño.

—¿Una mueca dices? —Sango pareció recordar algo y miró la venda de su muñeca, tenía rastros de sangre seca. —Oh, vaya.

La exterminadora se acercó a la chica, teniendo cuidado de no sujetar con demasiada fuerza su mano y le quitó las vendas de su muñeca para revisar el estado en el que estaba. Sus ojos no pudieron evitar abrirse de asombro cuando vio que su piel había vuelto a su color natural, ya no había hinchazón o inflamación.

Estaba curada, totalmente.

Al ver la expresión de la chica, Sía también bajo su mirada, llevándose la misma sorpresa. Movió su articulación en círculos, no había dolor en absoluto y podía mover su muñeca con libertad.

¿Cómo era eso posible?

Esa pregunta rondaba por las cabezas de los humanos.

Sin tiempo para perder, la oji azul regresó a los pies del árbol y tomó el arco de la sacerdotisa, lista esta vez para comenzar con su entrenamiento.

—¿De verdad que su mano ya está bien? —Preguntó el Monje, Sango asintió.

—Es... Extraño.

—Keh, ¿Por qué se sorprenden tanto? Si la herida ya no está, pues no lo está y ya. —Respondió Inuyasha restándole importancia.

Ni la exterminadora ni Miroku quisieron apelar a la razón con él, solo lo miraron unos segundos antes de poner atención a una muy emocionada castaña que tensaba con fuerza el arco en sus manos y apuntaba hacia los blancos improvisados.

Barrera SemánticaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora