Capitulo 8

824 91 1
                                    

Habían pasado once días desde que Freen le había dicho que estaba enamorada de ella. Por supuesto, seguía sin responder sus mensajes.

—Te estás comportando como una idiota, Freen —Cada día, debido a su frustración, los mensajes se hacían más bruscos—... Y como una cobarde también.

Era domingo, lo que significaba que su mano podía tener un descanso. También significaba, por supuesto, más tiempo para pensar en Freen Chankimha.

—Si tanto quieres saber de ella deberías ir a su departamento —Sugirió Irin ya cansada del sufrimiento de su hermana.

Y la sola mención del departamento de Freen le hizo recordar que había pasado exactamente un mes desde el día de la llamada.

Tal vez ahora tenía más razones para ir.

***

No tenía esperanzas de que Freen le abriera, pero ya no podía perder nada más. Además, la pintora y ella tenían un trato.

Subió hacia el piso dieciocho y buscó la puerta con la letra "D". Fue así como se encontró rápidamente frente al departamento de la pintora.

Le pareció gracioso que todas las puertas fueran blancas y estuvieran idénticamente talladas. Los fabricantes querían dar la impresión de que todos los hogares eran iguales, pero Rebecca estaba segura de que ningún departamento se parecía al de Freen, o al 18-B, o al 4-F, o al 15-C.

Estaba a punto de llamar a la puerta cuando escuchó unos gritos en el interior.

—¡PAGAME AHORA! —Exigía una desconocida voz masculina.

—¡YA LO HICE! —Freen estaba furiosa.

—¡NO ME REFIERO A ESO!

—¡NO VOY A ACOSTARME CONTIGO!

—¡PERO LO HACES CON TODOS!

Rebecca se sobresaltó al escuchar el ruido de cristales rompiéndose, pasos apresurados que se hacían cada vez más audibles y luego el chirrido de la puerta al ser abierta con brusquedad.

Lo primero que vio fue el cuerpo de quien debía ser la voz, tenía el cabello ondulado y un hilillo de sangre descendiéndole por la frente. Estaba claramente mareado.

Lo siguiente que pudo notar fue a Freen Chankimha sujetándolo por el cuello de la camisa y empujándolo hacia el corredor.

Rebecca Armstrong jamás había visto a la pintora enojada. No hasta ese día.

Freen hizo más presión en su camisa y lo obligó a mirarla fijamente. El hombre tembló de miedo. En ese instante Rebecca supo que si esa mirada cargada de odio fuese dirigida a ella posiblemente no viviría para contarlo.

—Das asco —Escupió, y finalmente lo empujó fuertemente a través del corredor.

Luego de esto el hombre solo corrió torpemente hacía el ascensor y presionó los botones al azar. No parecía importarle donde iba... Él solo quería escapar de Freen Chankimha.

En ese momento la tatuadora observó a la pintora cruzarse de brazos y soltar un enorme suspiro.

—¿Qué haces acá, Rebecca? —En su voz ya no había enojo. Había indiferencia, lo cual era mil veces peor.

Rebecca no esperaba que la chica notara su presencia, pues parecía tan enojada con el chico que había dudado que ella pudiese haberla visto. Pero lo hizo, y su cerebro le hizo creer que no todo estaba perdido.

—Ha pasado un mes... Dijiste que me pintarías.

Freen se giró lentamente hasta que sus fríos ojos chocolates chocaron con los suyos. Tenía una ceja elevada, tal y como la primera vez en la que se habían mirado a los ojos en la tienda de tatuajes.

La Tatuadora de Libélulas - FreenbeckyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora