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Presente

De regreso a la casa compramos algunas cosas para nuestra cena y me dispuse a darme una ducha. Por suerte Lucas y su amiga aún no habían regresado así que tenía todo el baño para mí. Antes de entrar a bañarme recordé la bolsa de regalos de mi querido amigo y me dio curiosidad, así que la tomé y la abrí. Dentro de la misma se encontraban profilácticos, gels lubricante, algunas golosinas, chocolates y dos mini tangas. Definitivamente había hecho bien en no abrir esto delante de Federico o me hubiera muerto de la vergüenza. Lo guarde en mi bolso y me metí a bañar para sacarme la arena pegada y el protector solar.
Cuando cerré la ducha recordé que me había olvidado la toalla del pelo sobre la cama de la habitación. Grité llamando a Fede, mientras cubría mi cuerpo mojado con la otra toalla que sí había agarrado, al menos de esa toalla sí que me había acordado.

—Fede, me alcanzas la toalla del pelo que dejé en la cama, por favor— golpeó la puerta y yo abrí poquito para que me pase la toalla. El miró dentro del baño sin disimulo alguno.

—Dijimos que veníamos como amigos, Dani, ni un día pasó y ya me estas invitando a bañarme.

—Sos un tarado— le dije y cerré la puerta con fuerza. No pude evitar reírme de su comentario. Juraba que yo no lo había hecho a propósito. Pero que él mirase a través de la puerta entreabierta me había gustado. Significaba que al menos le interesaba lo que había para ver.

Fede preparó la cena y como de costumbre todo estaba delicioso. De su hermano y la muchacha en cuestión  no sabíamos nada, así que nos pusimos a ver una película en el living, pero ambos estábamos tan cansados que no duramos mucho y nos fuimos a la habitación.

Al llegar y ver la cama matrimonial me cayó la ficha de que teníamos que compartirla y me agarraron un poquito de nervios.

— Si querés agarro la almohada unas mantas y duermo en el piso, o en el sillón de comedor, Dani — balbuceó Fede algo nervioso.

—No, Fede, somos adultos y podemos compartir una cama— dije con una seguridad que en verdad era mentira. Pero no podía permitir que después de todo lo que había hecho por mí en este tiempo él durmiese en el piso. Era demasiado abuso de mi parte.

Me puse el pijama en el baño, sinceramente había agarrado el único que tenía, uno que me habían regalado hace años y no usaba muy seguido porque no me gustaba dormir en pijama. El short me quedaba medio corto y la musculosa era bastante más reveladora de lo que me hubiese gustado.

Ni bien salí del baño corrí a meterme en la cama y taparme para que Fede no me viera. Pero él me vio igual porque ya se encontraba acostado en la cama, vestido con una remera vieja y en calzoncillos. "Bueno si él no tiene pudor" pensé. Éramos adultos y podíamos tener auto control. Me repetí de nuevo como un mantra.

—Perdón que esté así, es que no traje pijama— se excusó.

—A mí el mío me queda más chico de lo que recordaba, si te hace sentir mejor— bromeé en verdad la situación ya se estaba saliendo de las manos. Por más que lo evitáramos parecía que todo conspiraba contra nosotros. Ambos nos reímos.

—Es muy lindo y te queda muy bien— respondió mientras se acomodaba en la cama mirándome con esos ojos verdes que me aceleraban el corazón. Puse una almohada en el medio de los dos a modo de barrera por si las dudas y me di vuelta mirando hacía la pared. Apagamos las luces, pasaron los segundos y solo se escuchaban lo grillos que habitaban el jardín. El silencio era ensordecedor. Comencé a escuchar la respiración de Canela, ella sí que se había dormido enseguida en los pies de su amo.

—¿No te podes dormir? — susurró bajito Fede luego de que yo me moviera varias veces para todos lados sin poder conciliar el sueño.

—La verdad es que no— le respondí y me di vuelta, quedando frente a frente, solo separados por la montaña que formaba la almohada. Él me sonrió y se me derritió un poquito el corazón. Le devolví el gesto también y suspiré. Puso su mano en el medio de la almohada, acortando la distancia que nos separaba, sin tocarme pero invitándome a achicar el espacio. Tomé su mano y nos quedamos así en silencio sin decir nada, hasta que el cansancio finalmente nos ganó y ambos nos quedamos dormimos.

Solo quedamos vos y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora