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El cantante de ojos azules se encontraba en la sala de reuniones, un espacio sofisticado de líneas limpias y muebles de cuero negro.
El aire acondicionado zumbaba en el fondo, pero no lograba disipar la tensión que impregnaba el aire. A su lado, Jerry trataba de mantener la calma, aunque sus manos revelaban su nerviosismo, moviéndose inquietas sobre la mesa de caoba. Enfrente de ellos, un grupo de abogados de rostros impasibles y trajes impecables desplegaban carpetas y papeles con sellos y fechas.
Elvis, con su espíritu de rebelde y roquero, se sentía como un extraño en su propio mundo. Su mirada estaba perdida, pero no en los documentos legales que yacían ante él, sino en un horizonte lejano y desconocido. Estaba enojado, pero no sólo por la situación causante de sus gracias el último año y medio, que le resultaba incomprensible en su vorágine de emociones, sino también por la amenaza que pendía sobre su carrera, su pasión, su vida.
Los abogados hablaban en lenguaje jurídico, un idioma que para Elvis sonaba a una canción sin melodía. La mención de una demanda potencial de la discográfica le llegó como un golpe bajo.
Un golpe bajo que para su sopresa. No le afectaba tanto.
Querían detenerlo, silenciarlo, encadenarlo a un contrato que él consideraba una camisa de fuerza. Su situación era un dolor de cabeza constante y solo quería librarse de ella.
Llegó a arruinar su vida poco a poco consumiendo todo, incluso, si ya no estaba a su alrededor para revelar sus crímenes.
─── Está situación no puede seguir así, Sr Presley. Debe cumplir con su contrato o sí no su discografia tomara acciones legales ─── dijo uno de los abogados, con una voz tan fría y distante como un invierno en Memphis.
Elvis miró al abogado a los ojos, y en su mirada había un destello, una chispa de la vieja rebeldía que lo había llevado a desafiar las convenciones y cambiar la música para siempre.
Solo que esa pasión inicial ya no estaba presente.
No iba a dejar que está situación absurda ni una discográfica codiciosa lo obligarán a sacar un producto que con el cual no iba a estar satisfecho, necesitaba un poco más de tiempo.
Nadie era capaz de entender el sentimiento y duelo que atravesaba. Nadie entendía su maldita vida.
Se levantó, su figura imponente llenando la sala, y con una voz firme y decidida, espeto.
─── Voy a seguir haciendo música, sin importar lo que me cueste. Eso es lo único que sé hacer. Y si quieren demandarme por eso... háganlo ─── Pronunció con resentimiento a todos los presentes en la sala, los ojos de Schilling lo miraron preocupado.
─── E.P, siéntate dos segundos ─── Murmuró el castaño nervioso esperando cualquier acción o palabras de Presley, tenía que hacerlo callar un montón y permitirle escuchar, solo escuchar.
