𝒄𝒉𝒂𝒑𝒕𝒆𝒓 𝒊𝒗;

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𝐦𝐚𝐧𝐡𝐚𝐭𝐭𝐚𝐧, 𝐧𝐞𝐰 𝐲𝐨𝐫𝐤 𝐚𝐮𝐠𝐮𝐬𝐭 𝟏𝟗𝟗𝟒
𝟏𝟎:𝟒𝟒 𝐚𝐦

Perezosamente, se obligo a sí mismo a abrir los ojos pese a sus intentos de querer volver a dormir, aún no quería despertar.

Dando un pesado suspiro, Elvis giro su cabeza mirando un poco borroso el reloj de mesita a su lado, indicando con números rojos y opacos la hora, regreso a su antigua posición cerrando los ojos estirándose en su cama, paso su mano por su rostro sentándose en la orilla, paso algunos segundos cubriendo su rostro con ambas manos.

Vió con molestia las cortinas abiertas, de ahí el exceso de claridad en su habitación, lo cual no le agradaba en lo absoluto.

Tomando una camisa de una silla cercana, se la colocó caminando directamente a las ventanas y cerrar las cortinas fruncido el ceño, prefería la oscuridad de su habitación antes de querer encandilarse con la claridad mañanera.

Trás acearse, salió de su habitación siendo recurrido por el intenso frío de su apartamento y el inquietante silencio, aún trás llevar mucho tiempo viviendo bajo las garras del excesivo silencio, no podía acostumbrarse.

Habían días que ni su propia voz oía.

Camino por los pasillos arrastrando los pies, pasando por la habitación de invitados, con la puerta abierta. Recordando los extraños sucesos de la noche anterior, se encamino a dicho cuarto, notando en conjunto con la puerta abierta, todo perfectamente acomodado.

La cama perfectamente doblada, los estantes limpios, y sin rastros de alguna maleta. Cómo si nadie hubiera estado ahí.

Miró a los alrededores de la habitación sin creerlo ¿Realmente se había ido? O lo que creyó más coherente ¿Todo fue producto de su imaginación? Por alguna razón no era capaz de encontrar una respuesta.

Si ella realmente estuvo aquí, se había ido, o no había existido.

Pero en ese instante, un dulce tarareó llegó a sus oídos, era bajo pero podía escucharlo claramente, proveniente de la sala.

Camino sigilosamente a su sala de estar, recobrando los recuerdos de ayer y las imágenes de ella en su cabeza, recordando todos los detalles que podía, incluso un aroma a perfume femenino, una fragancia a frutos rojos que aún seguía vigente a más se acercaba.

Ahí la vió, de verdad era Mercedes.

Miraba los grandes ventanales con vista a todos los edificios de Tribeca y una gran parte de Manhattan, usaba unos tacones beige, un vestido turquesa oscuro y un lazo del mismo color en la base de su coleta de caballo. No cabía duda que estaba ante el, y era muy real.

𝗠𝗥 𝗔𝗠𝗕𝗜𝗚𝗨𝗢𝗨𝗦  ──  𝖾𝗅𝗏𝗂𝗌 𝗉𝗋𝖾𝗌𝗅𝖾𝗒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora