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Han, curó nuevamente la herida de la joven y salió de la habitación encontrándose con Seokjin quién lo miraba efusivamente.
─Entonces ¿Me dirá porque me ocultó el hecho de que era una chica?─el erudito parecía bastante molesto.
─No pensé que fuera necesario─respondió el anciano restándole importancia al asunto.
─Pues... Lo es ¡Claro que lo es!─refutó un tanto nervioso.
El anciano sonrió evitando soltar en carcajadas allí mismo, debido a su inocente y casi infantil comportamiento. Sin embargo, comprendía porque se sentía así.
Tocó parte de la anatomía de una mujer y estuvo a punto de verla también.
─Lo siento señor Park, prometo que no volverá a pasar─sonrió Han amablemente ya más tranquilo de que el erudito supiera que su paciente, era realidad una chica. No obstante, se guardó el mayor de los secretos para sí mismo. El hecho de que aquella mujer, no era cualquier mujer, si no que la Princesa Cho Shireen, hija del Rey asesinado─. Solo te pido que lo mantega en secreto ¿Puede hacerlo?
─¿Porque? ¿Usted ya sabe quién es?─Seokjin se mostraba notablemente abrumado.
Han solo negó con la cabeza.
─Solo mantengamoslo en secreto hasta que ella despierte y pueda explicarnos lo que sucedió. Es lo justo, no podemos juzgarla antes de tiempo ¿no cree?
Seokjin lo observó con el entrecejo fruncido, aún molesto y también dudoso, sin embargo aún así decidió aceptar el trato.
Las horas pasaron y se transformaron en días y los días, en semanas.
Shireen mejoraba con lentitud. Los moretones ya estaban desapareciendo, las inflamaciones del rostro ya habían bajado considerablemente y las heridas cicatrizando con normalidad. A pesar de ello, aunque respiraba sin dificultad, tenía espasmos y algunas noches lograba a duras penas balbucear cosas sin sentido debido a la fiebre que caía repentinamente, aún no despertaba, ni daba señales de que lo haría algún día.
Han comenzaba a perder las esperanzas y todos en la aldea también.
La coronación del nuevo Rey también se había llevado a cabo días atrás, todos estaban felices de tener un nuevo soberano que gobernara sus tierras con pasión y dedicación.
Atrás habían quedado los días de incertidumbre y luto, y las fiestas se extendieron por días en todo el Reino.
Un día, Seokjin y Jungkook volvieron al mercado para comprar nuevas provisiones.
