COMPAÑIA

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No sé qué hacer.

Muchas veces lo encuentro bajo la fría agua de la regadera con una expresión tan vacía como el Ártico; a pesar de su ceguera, puedo notar en sus ojos una profunda melancolía y soledad. Siempre lo saco de esa agua congela, para posteriormente preguntarle porqué siempre que vengo a verle lo encuentro allí, recibiendo una respuesta que me deja estupefacta y demasiado confundida: '¿Estaba en la regadera?'. Con aquella contestación, puedo deducir que es su forma de afrontar con su realidad, e inconscientemente termina allí sin darse ni la más mínima cuenta.

Como era de esperase, se enfermó de un terrible resfriado. A pesar de ser muy pálido de por sí, ahora su tez parece papel; se hace heridas muy fácilmente y su piel se siente seca y fría, siempre.

Le he rogado incontables veces al doctor Matsuyamé que por favor me deje llevarlo a mi casa, pero se ha negado rotundamente; era de esperarse, la última y primera vez que lo lleve conmigo a mi morada no terminó para nada bien. A pesar de ello, estoy sumamente melancólica, pues siento que no estoy haciendo nada por el hombre que amo, y eso me pone furiosa conmigo misma de algún modo. Pero pienso tomar cartas en el asunto, sin quedarme como una estúpida y que sólo se lamenta sin hacer nada.

He conversado con Matsuyamé notables veces, y mi esfuerzo dio frutos. Estoy feliz, pues él me dejó quedarme con Seven unos días, no en mi casa por supuesto, sino en el mismo hospital psiquiátrico. Aunque esperaba más, estoy contenta y ahora estoy aquí, cargando dos maletas hacia la habitación B-4.

La joven de cabellos verdes caminaba por el pasillo con una tenue sonrisa en el rostro.

Cuando finalmente llegó a dicho cuarto, miró al vigilante y este abrió la puerta. La llave era una tarjetita magnética, este la deslizó por la ranura de la chapa, se prendió el foquito verde y, posteriormente, el hombre jaló la pesada palanca y se abrió la puerta. La chica le dio las gracias y dicho guardia la ayudó con las maletas; se notaba su nerviosismo por entrar al cuarto que estaba en total oscuras, a la joven le dio cierta tristeza escuchar como el agua caía en el baño.

-Se lo agradezco mucho.-dijo ella-.

-¿Está segura de quedarse con el paciente de esta habitación? .-dijo el guardia, su chaqueta tenía un identificador con el apellido Zeng-. He escuchado que sus emociones son bastantes inestables y es muy agresivo...por algo está en P.A.A.

-Le agradezco la preocupación, Sr. Zeng.-suspiró la mujer y puso sus pertenecías en el piso-. Pero estaré bien.

-Dios la bendiga Srta. Flor de Ciruelo.-dijo este y salió del cuarto dejando a Thirteen sola en medio de la sala-.

La chica sacó su saco y fue a donde siempre encontraba a su amado, sumido en su melancolía. Abrió la puerta y notó que estaba diferente a como usualmente lo encontraba.

Estaba con sus rodillas fuertemente apretadas contra su pecho y este subía y bajaba entrecortado; su cabeza la encondía entre sus brazos que abrazaban sus piernas; se mecía y repetía algo inentendible, como si hubiera escuchado algo que lo dejó completamente traumatizado. Sus ojos abiertos de par en par reflejaban una profunda perturbación y terror. Thirteen lo miró por unos minutos que fueron eternos, perpetuos.

Ella no le preguntó cien veces: ¿Qué te pasa?

Ella no le dijo: Estas loco, detén el agua.

Ella no le dijo: No eres el único que tiene preocupaciones...¡Estoy cansada de tu tristeza!

Todo lo que hizo fue ir y abrazarlo con ternura... e incluso sin cerrar el agua. No cambió nada a su alrededor, no cambió la situación para demostrar que no se oponía a su condición. Sólo lo cubrió en un tenue abrazo, mostrando su afecto e infinito amor hacia el pobre chico enfermo...El arte de acompañar.

¿AMOR O ORDENANZA? (seven x thirteen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora