CAPÍTULO 1

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Minho sabía que no sería un buen día desde que despertó con los rayos del sol directos en su cara.

Llegar tarde al trabajo era un lujo que no podía darse. Como puede patea las sábanas y sale de la cama, toma una ducha que no dura ni tres minutos y desayunar ni siquiera entra en sus planes. Debía estar en la oficina antes de las nueve si quería mantener la esperanza que lo ha hecho despertar los últimos tres años de su vida.

Corre entre la gente golpeando a mas de uno con su maletín, y no se detiene mientras les dedica una sonrisa o un suave "lo siento" en disculpa, aun así, esto no parece importarle a nadie, pues en una ciudad tan abarrotada de personas como Nueva York no es inusual ver a personas en traje corriendo con prisa por las mañanas.

Al ver su reloj, comprueba que aun faltan 10 minutos para las nueve, tiempo suficiente para hacer una parada en el café que se encuentra justo frente al edificio de la compañía para la cual trabaja, pero sus esperanzas de llegar a tiempo se vienen abajo una vez abre la puerta del café y se topa con una larga fila de clientes esperando ser atendidos.

-Mierda...-murmura entre dientes antes de morderse los labios.

No es una sorpresa que una cafetería se encuentra llena la mayor parte del tiempo, más si esta se encuentra en un sector rodeado de empresas. Aun así, creyó que tal vez, por una vez en su vida, la suerte estaría de su lado.

Su pie se mueve ansioso mientras espera que la fila avance. No piensa volver a ver su reloj porque teme que, de hacerlo, sufra un infarto. Seguro su indeseable jefe tuvo una mañana muy distinta a la suya, con su rutina de ejercicio y sus estúpidas cremas corporales para revitalizar la piel, mientras él siente como todo su estómago se deshace por un maldito café, porque llegar tarde a su oficina sin un café con leche light, con canela y sin azúcar era igual o peor que llegar tarde.

- ¡Minho!

El chico deja de morderse las uñas y levanta la cabeza buscando a la persona que lo ha llamado, sonríe al ver a la chica detrás del mostrador agitando su mano, y entre quejidos y miradas de molestia hacia su persona, se abre paso.

-Aquí tienes-la chica le entrega un portavasos con dos bebidas.

El castaño toma su pedido y sonríe.

-Acabas de salvarme la vida. Gracias, ten un lindo día.

-Tú igual Minho- La chica sonríe sonrojada mientras lo ve salir con prisa.

Lee salió del lugar sin siquiera haberse dado cuenta de la mirada coqueta que la chica le dedicó al despedirse. El tráfico de Nueva York es tan pesado que sin problemas corre entre los autos y por suerte logra llegar al ascensor antes de que esté cierre. Puede que las puertas de este lo golpearan al entrar y que chocara con las personas que se encontraban dentro, pero lo importante era que los lattes seguían intactos.

Sale del ascensor y camina por el pasillo hacia la puerta de vidrio, la chica de recepción lo ayuda a marcar la entrada con el gafete que cuelga de su cinturón para que pueda entrar.

-Casi no lo logras-comenta ella, viendo que la pantalla de su computador marca las nueve de la mañana.

Justo a tiempo.

-Ha sido una mañana horrible.

Minho responde con frustración, lleva al menos una hora despierto, y tiene el presentimiento de que su día será un asco.

Al dejar la recepción, observa que todos se encuentran relajados. Algunos comiendo en sus cubículos, otros visitando el cubículo de un compañero y más de alguno jugando en sus computadoras, lo que significa que el insufrible jefe no ha llegado. Y quizá se levantó con el pie izquierdo o quizá tiró sal durante la cena, porque de otra forma no se explica cómo alguien chocó con él, provocando que una de las bebidas que llevaba en mano cayera sobre su camisa.

LA PROPUESTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora