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Se escuchaba el canto de los
pájaros aquella linda mañana, el sol estaba escondido entre algunas nubes opacas en el cielo y la brisa fresca era suave y cómoda.

Agustin Giay, oficial de policía de Buenos Aires, estaba al frente de uno de los tantos jardines para infantes que había en la ciudad.

Si se preguntan el por qué, se debía a que numerosas veces habían ocurrido robos o intentos de estos a los padres quienes solo iban a dejar a sus pequeños hijos a la escuela normalmente.

Era un enorme riesgo tanto para los adultos como para los pequeños, por lo que tomaron la medida de poner oficiales al frente del jardín en el horario de entrada y salida o incluso durante todo el tiempo que los niños estuvieran ahí.

Bostezó algo adormilado todavía, tenía sus brazos detrás de su espalda estando en una pose firme y segura.

Debía admitir que el uniforme se le hacía algo incómodo a veces, sobretodo aquellas botas que para su gusto eran muy cerradas.

Pero no tenía nada que hacerle, era el uniforme de su oficio y por lo tanto debía aguantarselo.

—!Buenos días señol policía!— Dijo una tierna vocecita proveniente de abajo.

Giay bajó su mirada de dónde había escuchado el saludo y sonrió al instante al ver a aquella sonriente colorada, que la veía todos los días a la entrada y salida del colegio.

Cambió su semblante serio por uno cálido, y es que aunque no lo pareciera, la debilidad de Agus son y siempre serán los niños.

Se agachó a la altura de la pequeña quien seguía sonriendo alegre, acarició la cabecita pelirroja de la menor y sonrió al escuchar una pequeña risita porvenir de ella.

Valentina Barco, la nena que desde que le habían asignado su trabajo de vigilar aquel jardincito, siempre lo saludaba o le contaba una que otra cosa de su día.

Amaba a esa pequeña antes que a los otros, la manera educada de cómo lo trataba, que siempre lo llamaba por "usted" y el cómo le hablaba emocionado al contarle las cosas.

La nena pelirroja le parecía sumamente adorable.

—Buenos días Valentina, ¿cómo estás?

—!Muy bien! hoy vino mi papá a traerme, imire, es él! — Indicó con su dedito índice a un colorado de piel blanquecina que no aparentaba mas de 23 años, que hablaba por teléfono.

Lo observó curioso, hasta que vio como el chico colgó la llamada y exaltado comenzó a buscar algo con la mirada, se sintió un poco nervioso cuando lo vio acercarse.

—¡tina, acá estás!—Dijo una vez que encontró a su hija, suspiró más aliviado y se percató de la presencia del policía ahí.

—Buenos días, soy Valentin, el papá de Valentina.— Se presentó con una sonrisa apenada, los ojos del morocho brillaron mientras lo veía embobado, el colorado era más que lindo, decidió levantarse para quedar a la altura de el de piel blanquecina con pequitas.

—S-soy Agustin Giay, mucho gusto.—Se odió internamente al haber tartamudeado así.

—Igualmente.— Dijo mirando los ojos verdes del mas alto, lo cuál hizo que el azabache quisiera suspirar.

—!Papi! él es el señol policía que te dije, ¿lo podemos invital a la casa?— Preguntó la menor aferrándose a la pierna del colorado y este solo rió divertido.

—Algún día cuando el señor Agustin pueda corazón. — Respondió alborotando los medio rulitos pelirrojos de su pequeña.

—Bueno... ¡ahí está Bianca! voy a ir con ella, ichau papi! — Le dijo al colorado quien se agachó para besar la mejilla del más bajita para luego verlo alejarse a la entrada del lugar detrás de una pequeña rubia.

Valentin sonrió suavecito y volvió a levantarse.

Le sonrió una vez más al morocho y con un "nos vemos" sacudió su mano y caminó un poco hasta llegar a un auto color negro en el cuál se subió para irse al instante.

Agustin se quedó petrificado en su lugar, siguió con la mirada al vehículo hasta perderlo de vista.

Sacudió su cabeza un poco y se reincorporó en su lugar nuevamente.

El papá de Valentina era lindo, demasiado para ser exactos.

papá y el señor policia | Gialen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora