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Soltó un largo suspiro cansado, mordió una vez más la lapicera que sostenía con su mano y miró nuevamente la hoja frente a él.

Tenía que preparar un discurso para la próxima semana por el juicio en el que tenía que estar, además de anotar todos y cada uno de los detalles y argumentos con los cuales iba a debatir.

¿Quién lo mandó a estudiar abogacía?

Sí bien no sé arrepentía de su decisión sobre su carrera, a veces le frustraba el tener que hacer tantas cosas a la vez sin tener un mínimo descanso.

Giró su cabeza en dirección al sofá, sonrió suavecito al ver que el cabello pelirrojo de su pequeña eran lo único que podía ver por detrás.

Tina tenía su vasito con jugo de uva, tomaba de este tranquilamente mientras miraba fijamente el televisor frente a él viendo los Paw Patrols.

A este punto, a Valentin le irritaban cada uno de esos perritos, pero sobre todo esa tal alcaldesa que parecía que sin la ayuda de los caninos no vivía.

Era tan exagerada y tonta que le daba una bronca increíble.

Pero bueno, era la caricatura que su hija siempre veía y entendía
que era una simple caricatura infantil diseñada para los niños.

Volvió su mirada hasta su hoja viendo como las palabras venían solas a su mente, con una sonrisa triunfante comenzó a escribir rápidamente sobre aquel papel.

—Papi.— la voz de su pequeña lo distrajo de su trabajo, bajó su mirada hacia ella y la alzó sentandola sobre su regazo.

—¿Qué pasa mi amor?— le preguntó de forma tranquila el mayor, la infante jugó con sus manitas nerviosa.

—¿Cuado va a volvé Agus?

La pregunta hizo a Valen largar
una risita, Tina le había agarrado tanto cariño al oficial de policía que hasta parecía que lo quisiera más qué a él.

—Está ocupado con su trabajo,
¿lo extrañás?

—Sí. — respondió frunciendo sus labios en un tierno pucherito.

—Ya cuando pueda lo vamos a volver a invitar, ¿sí?

—Beno...y papi, ¿a vos te gusta
Agus?

—¿C-cómo que sí me gusta Agus mi vida?— la pregunta de su hija lo sobresaltó tanto que de la manera más calmada posible intentó articular palabras.

—E que, el tío Luka dice que como te llevás ta bien con Agus, es como si te gustala.— argumentó la pequeña mirando firme al colorado, este se moría de la vergüenza y sobre todo, quería matar a Luka.

—B-bueno.— no sabía qué decirle, porque si le dijera directamente que no era cierto, en cierta parte mentiría.

Porque sí, estando al lado del morocho era todo diferente, amaba su sentido del humor o lo dulce que era con Valentina, amaba su voz, su risa, sus ojos y sobretodo su compañía se le hacía muy cómoda y confortante.

¿Quería a Agustin solo como su amigo o como algo más?

Valentin pensaba que había pasado esa etapa de enamoramiento tan repentino, ya que el tener que asumir la responsabilidad de padre a tan temprana edad le hizo ver que no todo siempre es color de rosa.

Que no siempre vas a conseguir una buena pareja, te vas a casar, tener hijos y ser feliz con esa persona durante toda tu vida.

Él se dio cuenta de eso en el momento en que aquella chica con lágrimas en los ojos lo
culpaba de su embarazo y decía cuánto odio le tenía.

Se dio cuenta el día que sosteniendo a su bebé entre brazos veía a la jóven con su mirada cargada de odio, saliendo
de aquella habitación del hospital
luego de decir un:

—No me pienso hacer cargo de esa cosa que me arruinó la vida, no pensés en buscarme Valentin,
no te quiero ver nunca más.

No recuerda cuándo fue la última vez que se enamoró, fue hace tanto tiempo que ni se acuerda quien era esa persona.

Quizás todo su amor iba directamente a su hermosa hija y por eso no tenía tiempo de fijarse en alguien.

Pero ahí llegó Agustin, el oficial de policía a quien la menor saludaba siempre y por el cuál tenía tanta admiración.

Al principio solo lo veía como alguien agradable, luego pasó a sentir "mariposas en el estómago" siempre que lo veía reír con esa dentadura perfecta y brillante y esos ojos brillantes.

Pero no sabía, no sabía qué sentía exactamente, y tampoco pensaba darle toda esa carga de información a su pequeñín.

—Puede que un poquito bebé.

Los ojitos de Tina brillaron emocionados

—¿Entoces Agustin
puede sel mi oto papá?— dijo sonriendo de manera ilusionada.

El mayor comenzó a reír con sus mejillas completamente
sonrojadas, al parecer había comenzado a tenerle tanto cariño
a Agustin como su hija ya se lo tenía.

—No creo mi amor...¿querés comer galletitas?— dijo rápidamente para cambiar de tema mientras se paraba de su asiento bajando a la colorada de su lado.

—¡Sí!— chilló feliz apoyando sus manitos en las piernas de su padre.

El castaño sonrió nuevamente, amaba tanto a su hija, ella es la razón por la que todos los días de su vida es feliz.

Solo Tina puede lograr que su día mejore con solo darle una sonrisa, si su hija se lo pedía, él era capaz de darle el mundo entero.

Ama tanto a su bebé porque gracias a ella puede seguir adelante todos los días.

papá y el señor policia | Gialen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora