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Tina es solo una nena de cuatro años, y sí, lo que mayormente uno piensa es:

"Es muy chiquita, no debe darse cuenta de las cosas"

Pero la verdad es que, a pesar de tan solo tener cuatro años se da cuenta de muchas cosas.

Por ejemplo, se da cuenta de que ella no tiene mamá.

Y eso es algo que le afecta de gran manera.

Le afecta ver cómo al finalizar los actos del jardín todos sus compañeros van directamente a abrazar a sus mamás o ve a las madres de estos felicitándolos o
llenandoles la cara de besos.

Ella solo se quedaba paradita en su lugar, quieta sin siquiera moverse, junta sus manitos a la altura de su pecho y mira con recelo a sus compañeritos siendo abrazados por sus mamás.

Sí, obviamente que a veces su papá está ahí y la abraza y llena su carita de besos.

¿Pero qué hace si Valentin no está como pasa la mayoría de las veces?

Quiere llorar, es tan solo una nena que creció sin una figura materna y ese sentimiento de que algo le hace falta no se va.

Solo tiene cuatro años, pero ella sufre igual.

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—i¿Cómo es eso que querés que me quede adentro del jardín cuando hace un día detuve a un hijo de puta que intentaba tocar a una nena?!— gritó Agustín con notable enojo a su compañero de trabajo, la idea no le había gustado nada.

—Agustín, sé que te causa mucha inseguridad—hizo una pausa— pero tenés que darte cuenta que ha pasado que esos mismos hijos de puta entran adentro de los jardines cuando hay actos así en dónde van los adultos haciéndose pasar por familiares y aprovechan
ahí, ¿sos o no conciente de eso?

Se quedó callado, tenía razón en lo que decía, pero no lo iba a admitir.

—Bueno.— respondió rígido y salió de la comisaría en dirección al jardín.

Su caminar era ruidoso y violento, las suelas de sus botas chocaban con ira contra el pavimento.

—Voy a tener que entrar sabiendo todo el peligro que hay afuera, encima ponen a otros boludos en mi lugar.— se quejó entre dientes al saber que alguien más ocuparía su puesto esa mañana.

Al llegar a la puerta de entrada, le
mostró su placa a la profesora que estaba ahí dándoles la bienvenida a todos e inmediatamente lo dejó pasar.

Saludó a uno de sus compañeros que estaba ahí para vigilancia también, se posicionó a su lado y dejó sus brazos detrás de su espalda aún indignado.

—Bueno, para comenzar este acto del día del trabajador quiero darle las gracias a todos los padres y a los alumnos por participar en esto.
— se escuchó la voz de la maestra principal del jardín y decidió prestar atención.

Luego de una lectura sobre lo que se conmemoraba en ese día y la importancia de los trabajadores,
empezaron a pasar nenes de la salita de tres bailando una cortita canción que era especialmente por el día del trabajador.

—Ahora, es el turno de los nenes de salita de cuatro, ipasen todos!

—"Tina va a salita de cuatro,
¿estará ella?— pensó el morocho al instante y comenzó a fijarse en todos los nenes que habían empezado a venir al frente.

Agustin estaba aguantando una risa, el ver a tantos nenes vestidos como trabajadores le daba una ternura.

Pero desde el lugar que el estaba, no podía ver del todo bien a los pequeños al frente y para eso, los
veía a todos de espalda.

Los menores comenzaron a decir mediante el micrófono "cuál era su profesión" y qué hacían en ella.

Las chillonas y dulces vocecitas de los niños le alegraban la mañana.

Hasta que le tocó hablar a una nena en particular.

—Yo soy un policía, y mi tlabajo es agadad ladones y protejel a las pelsonas.

Era Valentina, esa era la voz de Tina.

Buscó rápidamente con la mirada y la visualizó de costado sonriendole a la maestra quien se reía suavemente.

Tina tenía un uniforme el cual era una casi perfecta simulación del suyo, incluso tenía unas esposas de plástico al costado de su pantalón.

Los ojos del oficial de iluminaron, la colorada se veía tan adorable a su vista y sobre todo, representaba su profesión.






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El acto había finalizado y todos los padres conversaban e interactuaban entre sí, Agustin charlaba un poco con su compañero de trabajo aún
vigilando todo.

—¡Hola Agus!

Escuchó seguido de un fuerte agarre en su pierna, agachó su mirada y una sonrisa de oreja a oreja se formó en su cara.

—Hola Tina— respondió alzando a la menor, en cuanto la tuvo a su altura la pequeña enredó sus bracitos en su cuello abrazándolo.

—Estás disfrazada de policía.— le recordó una vez que la infante se desprendió de su agarre.

—iSí!

—¿Y por qué?— su curiosidad le terminó ganando.

—Polque...— agachó su cabecita y jugó con sus deditos algo nerviosa.

— polque quiedo sel cómo vos cuando sea gande, polque vos sos mi persona favodita después de mi papá y quelía ser cómo vos
Agus.— terminó diciendo por fin para dedicarle una sonrisa al mayor.

Agustin sintió su corazón contraerse, su pecho tenía una sensación de calidez y su nariz había empezado a picar.

—Agus, ¿estás bien?

—S-sí peque, no pasa nada.— hizo su cara a un lado pasando sus dedos por sus ojos limpiando las lágrimas que se estaban formando en estos.

—Meno.

Tina giró su cabeza mirando a las demás personas en el lugar, el morocho lo miró a ella.

Notó la mirada perdida y apagada que había puesto la colorada y se dio cuenta de las madres que había abrazando y hablando con sus hijos.

Y ahí su cabeza hizo un "click".

Valentina no tenía mamá, era normal que se sintiera celosa de los otros nenes o incluso le afectara verlos con sus madres.

El mayor la miró con pena, pero se sorprendió un poco al ver a la niña voltear de nuevo su cabeza a él v esconder su carita en su cuello.

Escuchó los sollozos proveniente de la infante, y sin decir nada empezó a dar caricias en su espalda suavemente.

Era la primera vez que veía a Tina llorar, ya que siempre la veía alegre o sonriendo.

Pero es un ser humano y es una niña.

Ella también sufre, y en este caso, sufre porque no tiene a su mamá.

Cuando la niñera de Tina vino a buscarla, al azabache le costó mucho separarse del la menor.

No quería bajarla de sus brazos,
quería abrazarla hasta que la infante dejara de sufrir, prefería ser él quien sufriera en vez de la pequeña.

Era increíble cuánto cariño le había agarrado a la colorada a estas alturas.

Sin poder pelear mucho, no le quedó de otra que ver a la pequeña alejándose de él tomado de la mano de aquella chica pelinegra que se encargaba de ella.

Miró por última vez a la niña y sus ganas de llorar volvieron.

Odiaba tanto ver a la pequeña sufrir así, lo detestaba.

Pero desde ahí se decidió cuidar y
estar dispuesto a lo que fuera por la pequeña.

Porque no podía ser su "figura materna", pero podía quererlo tanto como lo haría una.

papá y el señor policia | Gialen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora