El bloque de pisos

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Esta es la historia de Noa y su amigo Daniel. Noa era rubia, guapa y con el pelo largo. Mientras que Daniel era moreno de piel y con el pelo oscuro.

Los dos eran amigos desde la infancia. Antes eran tres, pero aunque habían pasado dos años todavía no habían superado la misteriosa y desagradable muerte de Raúl, el amigo que faltaba y sus dos hermanas que eran también amigas de Noa.

Los dos amigos decidieron quedar en el piso de Daniel. El piso de Daniel estaba en la quinta planta que era la última y la más espaciosa según el.

Daniel esperaba con impaciencia a Noa en la entrada al bloque de pisos. Cuando ella llegó los dos se subieron al ascensor. No era la primera vez que Noa iba a casa de Daniel, pero esa vez al entrar al ascensor sintió como náuseas y mareo. Era una sensación muy extraña y desagradable.

-Me siento mareada- Dijo Noa.
-Que raro mi madre dijo lo mismo el otro día al subirse al ascensor- Exclamó extrañado Daniel.

Daniel pulso el botón para ir a la planta cinco pero cuando las puertas se cerraron no subieron. Se quedaron parados ocho segundos y entonces el ascensor empezó a cambiar. La paredes se volvieron grisáceas, de las paredes goteaba una especie de líquido viscoso, las luces parpadearon y el ascensor se movió para los lados como si le estuvieran dando golpes. Entonces todo paro, el ascensor siguió igual pero quieto. Notaron como el ascensor subió un poco pero se paró en la primera planta.

La habitación principal era grande y había tres puertas que eran los pisos donde vivían las personas. Pero había algo distinto. Todo estaba abandonado, apagado y como si le hubieran puesto un filtro en blanco y negro. Las puertas estaban entre habiertas y decidieron entrar en el 1A.

El piso era como uno de los ochenta pero no estaba viejo ni abandonado como la habitación principal. Escucharon a alguien tararear el la cocina y cuando se asomaron era una anciana que estaba cocinando.

-Hola, os he estado esperando- Dijo la anciana.
-¿Quien eres?- Pregunto Daniel
-Eso no importa. Solo soy una anciana cualquiera- Dijo ella
-Nosotros íbamos a la última planta. ¿Como llegamos?- Pregunto Noa.
-Teneis que encontrar la llave de cada piso y cerrarlo- exclamó la anciana sin dejar de mirar la comida que estaba haciendo.

Entonces la anciana se giró y les señalo un tarro de galletas.

-La llave de este piso está ahí- Dijo ella con una voz un poco distinta.

Daniel se acercó y cogió la llave. Los dos se dirigieron a la salida pero el pasillo era más largo que antes. La anciana cogió un cuchillo y ando hacia ellos. Ellos la vieron y corrieron. Era como si la puerta estuviera cada vez más lejos. Noa sentía su corazón latir mientras miraba atrás y veía a esa anciana correr de una forma aterradora hacia ellos. En ese momento la lámpara se cayó detrás de ellos y no dejo pasar a la anciana. La puerta se acercó lentamente y los dos salieron. Al salir cerraron la puerta y se guardaron la llave en un bolsito que llevaba Noa.

Los dos ya sabían que tenían que hacer así que entraron en el piso 1B.

El piso era un pasillo con el suelo y las paredes de madera con una gran y larga alfombra roja y con vallas doradas a los lados. Al fondo estaba colgada de la pared la llave del piso.

Era demasiado fácil.

-Esto es una trampa- Dijo Noa.
-Ya lo se. Pero hay que coger la llave- Exclamó Daniel.

Los dos avanzaron y de las paredes salieron unos espejos. En los espejos se veia el pasillo lleno de maniquíes.

-Esto no es posible- Dijo Daniel.
-¿Por qué lo dices?- Dijo Noa con sarcasmo.

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