Lᥲdყᥒoιr || 𝙊𝙣𝙚 𝙎𝙝𝙤𝙩𝙨.

Cine.

¿qué opinan de los one-shots? 

Eran las doce del mediodía, y Marinette estaba demasiado aburrida.

Habían pasado varios días desde que Monarch había akumatizado a algún parisino. Y también varios días sin ver a Chat Noir.

En total habían pasado cinco días, cinco días sin hacer nada. Marinette estaba realmente aburrida, la panadería no necesitaba ayuda, y cada que intentaba ofrecerse su papá le decía que no se preocupara, que estaban establecidos. Sus amigas estaban de viaje -eran vacaciones- y no estaban disponibles. 

Marinette se cuestionaba realmente que había hecho para merecer tal castigo. 

Decidió transformarse y dar tramos cortos por París. 

Nuevamente, no había ningún akumatizado, al parecer Monarch también estaba de vacaciones.

"Qué divertido." 

Observó la vista amplia de París, todo estaba tranquilo. La gente caminaba de aquí para allá, unos estaban en la feria que se había inaugurado, otros comiendo helado donde André, y algunos sentados en las bancas de los parques verdes y luminosos. 

Quizá esperaba encontrarse con Chat Noir por ahí, pero no habían indicios de él. 

"Seguro también estaba de vacaciones."

Suspiró derrotada, y decidió volver.

Nuevamente, esperaba el gritó de la voz de Chat Noir llamándola, quizá para pasar algo de tiempo, o simplemente ir a la feria como solían hacerlo en los años anteriores.

Dirigió su destino a su casa. Llegó, des-transformándose en el balcón, sin temor a que alguien la logre ver.

Se echó en su cama, con ligeros bostezos. Y sin darse cuenta, cayó rendida a los brazos de Morfeo.

...

Miró su teléfono, el aparato indicaba las 6 de la tarde. Miró a los lados, buscando a su pequeña amiga. 

Pegó un grito en el cielo. No pensaba levantarse a tal hora, sobre todo porque tenía que ir a comprar unas cosas para la futura colección que tenía que presentar. A su vez, tenía que patrullar París a estás horas en donde el sol de ponía. 

—¿Tikki...? —llamó con voz adormilada.

No hubo alguna respuesta.

—¿Tikk-

—¡Aquí estoy, Marinette! —la interrumpió una voz aguda.

La azabache sonrió.—¿La alarma no sonó? 

—¡De hecho, sí! —le confirmó—. Pero quería dejarte dormir un poco más, últimamente ya no lo haces y te quedas hasta la madrugada, Marinette.

Pensó que lo dicho por la pequeña kwami. Y sí, era verdad, pero todo era para poder ser reconocida nuevamente por Gabriel Agreste en el próximo concurso que habrá en la escuela. 

Dejó de pensar en ello y se transformó y se balanceó en los tejados parisinos. Los atardeceres en su ciudad natal era hermosos. Sin duda una hermosa obra de arte finamente detallada por el mejor artista.

Llevó sus pies hacía el monumento primordial de París, la Torre Eiffel. 

Estaba atenta a los diferentes lugares de la capital, por si había algún rastro de megakuma.