Capítulo 5

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"Me repudro y rabio, sin poder demostrarlo. Me gustaría gritar, golpear con los pies, llorar, sacudir a mi mamá, sacudirla bien; querría no sé qué... ¿Cómo soportar de nuevo, cada día, esas palabras hirientes, esas miradas burlonas, esas acusaciones, como flechas lanzadas por un arco demasiado tenso, que me penetran y que son tan difíciles de retirar de mi cuerpo?" -Ana Frank




-cámbiate y te veo afuera –me dijo levantando sus labios en forma de sonrisa.

-okay –dije débilmente mirando cómo se iba.

Esta vez me levante y me vestí despacio, no quería caerme y que alguien viniera y me levantara, además de que yo quedara como una estúpida que no es capaz de hacer algo sola.

Al salir de la habitación, camine lentamente y vi a una señora que tenía a su hija, supongo, la niña debía de tener alrededor 5 años, tenía puesta su cabeza en el pecho de ella con sus ojos cerrados. A veces quiero que mi niñez haya sido así, con una madre que me brindara afecto. No digo que ella nunca lo intentara, mi madre algunas veces me abraza pero yo no sentía nada, no quiero que me toque. Supongo que para que fuera de esas chicas que expresen sus sentimientos fácilmente, mis padres debieron haberme mostrado su amor hacia mí, pero no fue así, y a veces me siento fría, y sé que lo soy.

Doble la esquina y choque con un chico que tenía bata, eso fue lo primero que vi, pero al detallarme que era mi psicólogo me sentí incomoda, me estaba mirando a los ojos fijamente.

-adiós doctor. –fue lo único que me limite a decir.

-adiós Elizabeth. –dijo cuando yo había vuelto a caminar.

Al fin llegue a la recepción, una señora de cabello rubio y alrededor de 40 años me saludo y me pidió disculpas porque su hijo fuera tan estúpido de haberme arrollado, yo solo dije que yo había tenido a culpa y ella se volvió a disculpar, además, me dijo que si podía aceptarle una invitación para cenar esta noche, y yo, por razones varias se la negué, tan solo le pedí que me levaran a la casa de mi abuela. La recepcionista me dijo que escribiera unos datos ya que eran las políticas del hospital, y me recordó que tenía que volver al maldito chequeo con el doctor.

Al llegar al estacionamiento, vi a Scott el cual me ladraba alegremente, sentí alivio de que Kendall no lo hubiera dejado en la calle; Scott es el único amigo que tengo y probablemente tendré. Madelyn (así es como se llama la mamá de Kendall) me ayudo a subir a su auto y a su auto, me refiero al de Kendall, cerró la puerta dejando a Scott en la parte trasera.

–Kendall maneja con cuidado, recuerda que vas con una hermosa dama –dijo sonriéndole y quitándose de la ventana del piloto.

Creo que ella se refería a Scott, pero Scott no es perra, es perro. En tal caso no importa, pues no nos volveremos a ver.

– ¿me puedes dar la dirección de dónde vives? –dijo él prendiendo el carro.

–solo anda y yo te voy indicando.

El camino a casa fue silencioso, excepto por las preguntas de orientación de Kendall, yo no quería hablar con él, pues soy muy antisocial y pienso que él no me quería hablar porque soy yo.

–gracias por hacer esto, adiós. –Salí del auto con Scott, pero al escuchar que otra puerta se cerraba me di la vuelta.

–Tengo que disculparme con tus padres por haberte arrollado, no te dejare irte así no más –dijo adelantándose hasta la puerta.

–no es necesario, yo le puedo explicar a mi abuela y ella lo entenderá, no es para tanto. –mi abuela no puede ver un chico acá, además no sé cómo tome la noticia de que el único chico que llega de mi compañía a la casa me ha arrollado.

–si no es para tanto, entonces más fácil para mí. –dijo tocando la puerta.

–yo tengo llaves. –dije buscando en mi bolso, pero no era necesario, mi abuela ya había abierto.

– ¡ELIZABETH, DIOS MIO! –dijo abrazándome al verme.

–hola mamá Chela. –dije tranquilizándome al fin de estar en sus brazos.

 – ¿Cómo estás? ¿Por qué estas así? ¿Qué paso? ¿Quién es él? ¿Por qué llegas a esta hora? –se estaba empezando a alterar.

–cálmate abuela. Lo que paso es que Kendall –dije señalándolo. –me arrollo con su auto por culpa mía, pero afortunadamente me llevó al hospital y no me pasó nada, estoy bien y eso es lo que importa. –dije sonriéndole.

–hola señora, soy Kendall Schmidt y quiero darle mis más sinceras disculpas, porque toda la culpa la tuve yo, no Elizabeth, yo pague todos los gastos médicos y ella está bien, sin embargo, el doctor le dijo que fuera a otro control para ver como seguía todo, no hay nada de qué preocuparse.

–muchas gracias Kendall, eres un Ángel. –dijo mi abuela sonriéndole.

–si no le molesta, me gustaría llevar a su nieta al doctor.

– ¡por supuesto! Te lo agradecería de todo corazón –oh no abuela, que has hecho.–bueno, no siendo más me voy, que duerman lo que queda de la mañana, hasta luego.

–hasta luego Kendall, un placer conocerte. –dijo mi abuela por fin cerrando la puerta.

–dime por favor que le dijiste a mi mamá que me quedé aquí. –le dije asustada.

–aunque no sabía dónde te habías metido, sí. Le dije, porque no quería que tuviera un ataque en contra tuya, no otra vez.

–créeme abuela, aunque no pasaran estas cosas siempre la culpable soy yo.

–bueno, pero eso ya no importa. Descansa en la habitación de tu tío y mañana no iras a la escuela, le diré a tu mamá algo creíble para que no vayas a la casa de ella tampoco.

–Gracias mamá chela –le dije abrazándola y poniendo fin a la conversación.

Caminé hacia la habitación de mi tío que quedaba siguiendo el pasillo de la sala, voltee y abrí la puerta. Todo estaba en orden debido a que la mamá chela le ordenaba a mi tío ya que él todavía es muy desordenado. La habitación emanaba un olor a viejo, nadie había estado aquí desde hace tiempo, di una mirada rápida a todo; era una habitación deprimente y simple. Busque en el cajón que tenía destinado mi abuela para mi ropa en casos de emergencia, saque un pijama que consistía en una remera sin mangas color blanco y un pantalón color gris.

Me mire al espejo que estaba pegado en una puerta del closet de madera, y me ate el cabello, después me seguí mirando, pero esto ya era nocivo para mi, solo pienso en mis defectos, vaya, estoy malditamente loca.

Me acosté rogándole a Dios de que mañana no fuera un día donde los demonios invadieran mi mente, mis ojos se cerraron.

Me encontraba con mi papá en el carro de camino a la casa de mi abuela, no sabía por qué.

–papá ¿Por qué vamos a la casa de la mamá chela?

–porque voy a dejar a mamá en una finca donde va a descansar.

Para tener poca edad, sabía que me decía mentiras.

ALONEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora