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Luego de unos arduos 6 meses, el ejército otomano ya tenía todo listo para la guerra. Era un hecho, partirían mañana, y Ben iría con ellos.

Era de noche en el palacio, y Joe, Rami, y Gwil se encontraban hablando felizmente en uno de los balcones, apreciando la fría noche y el extenso mar.

—Las mujeres del harén están tristes porque Joe irá —comentó Gwil, con sus codos apoyados en la barandilla y la brisa pegándole en el rostro.

—¿Tristes? ¿Por qué tristes? —indagó el pelirrojo mirando desconcertado a su amigo.

—Por favor, Joey —habló el egipcio —Le gustas a la gran mayoría de las mujeres allí.

—Dicen que eres lo más hermoso que sus ojos han visto nunca —rió Gwilym, y se le unió Rami.

—Dios —suspiró el pelirrojo —Que Ben no los escuche decir eso o me meteré en problemas.

—No, Ben te aprecia, estoy seguro de que se reiría —le respondió Rami, y Gwil asintió.

El silencio inundó el lugar y los 3 hombres miraban el oscuro mar moverse tranquilo, las olas estaban calmadas, y la luna marcaba un camino de luz sobre ellas.

—Cuidense mucho, por favor —les pidió Gwil a sus dos amigos, y estos lo miraron.

Veían el miedo en los ojos del castaño. Sabían que existía el riesgo de que murieran en combate, o de que fueran heridos, y no mentirían, pensar en eso les asustaba, pero simplemente lo ocultaban para no asustar al contrario.

—Estaremos bien, Gwil, tranquilo —respondió el pelirrojo, y pasó un brazo alrededor de los hombros de su amigo.

—Volveremos victoriosos —sonrió Rami.

—Y nos prepararás pollo frito cuando regresemos —bromeó Joe, haciendo reír a Lee.

—Lo prometo —sonrió el castaño, contagiando a sus dos amigos.

Realmente quería mucho a esos chicos, eran su única familia después de todo. Había sufrido mucho en su infancia, pero agradecía el hecho de ahora tener dos confidentes.

—¿Puedo unirme?

Una voz femenina les hizo voltear.

Era Lucy, quien miraba sonriente a los tres hombres. Estaba radiante, tan calmada como las olas y tan hermosa como la misma luna.

—Claro, sultana —le respondió Gwil.

—Por favor, dejemos las cordialidades, diganme Lucy —comentó, acercándose mas a ellos y parándose al lado de Rami, quien la miraba embelesado.

La rubia se apegó al pecho del egipcio, y este, la envolvió entre sus brazos, aspirando el aroma de su cabello y sintiendo su corazón latir. Tenía miedo, miedo que al soltarla se convirtiera en polvo, miedo a que solo fuera producto de su imaginación, miedo a no verla nunca mas, miedo a perderla.

—Que lindos se ven juntos —sonrió Gwil, quien los miraba enternecidos —Supongo que ahora debemos decirte cuñada.

Lucy rió sutilmente.

—Mañana se irán... —recordó la rubia.

—Y volveremos, tienes que estar tranquila, Lu —le calmó Rami —Volveré por ti, no pienso dejarte.

—Yo lo cuidaré, Lucy, no tienes porqué temer —habló Joe —Y cuando volvamos planearemos su boda —bromeó.

—Exacto, yo seré el padrino —les recordó Gwil.

—Sería tan feliz si eso pasara —murmuró la rubia.

Sabía que su compromiso con Rami era algo imposible, aunque le gustaba pensar que no. Tal vez, si le decía a Ben, este, aceptaría el matrimonio, al tratarse de su hermana y uno de sus mejores amigos, pero luego la realidad le golpeaba el rostro. Ni en un millón de años ni Ben, ni su madre aprobarían esa unión.

—Ya pensaremos en algo —la tranquilizó el egipcio.

—Ya, dejen de recordarme que moriré solo —bromeó Lee, haciendo reír a los presentes.

—Te conseguiremos una linda mujer, Gwil, pero eso si, no le harás pollo frito, solo a nosotros —habló Rami, cosa que hizo reír a Joe.

—No sé si me hablan porque me quieren o por el pollo que preparo —resopló el castaño.

—Gwil, amigo, ¿como puedes pensar eso? Sabes perfectamente que es por el pollo —bromeó el pelirrojo, sacándole unas risas a los presentes.

—Si, que gracioso —resopló el alto —Será mejor ir a dormir, deben partir temprano, aparte vean la cara de sueño que tiene Joe —habló burlón.

—Gwil tiene razón —suspiró Joe— Andando.

—Vayan ustedes, me quedaré otro rato con Lucy —anunció Rami.

Los presentes se retiraron a sus aposentos, no sin antes despedirse.

Joe caminaba somnoliento a su habitación, no se había dado cuenta del sueño que tenía, que lo hacía bostezar mientras caminaba por los pasillos.

Un par de metros antes de llegar a su habitación se encontró con Defne, quien venía de regreso de ver a Ben.

—Hola, Joe —hizo una pequeña reverencia —Veo que estás algo cansado.

—Un poco —bostezó fuertemente —Bueno, un poco mucho —rieron.

—Cuídate mucho, rezaré por ti todas las noches.

—Regresaremos pronto, mantente tranquila —sonrió.

—Bien, entonces me retiro para que puedas descansar, adiós, Joey.

La mujer siguió su camino, luego de dedicarle una sonrisa al pelirrojo.

Cada vez estaba más cerca de su dormitorio, y de caer rendido, realmente quería llegar lo antes posible para acurrucarse en su cama.

Cerró sus ojos por un momento mientras caminaba, y los abrió de golpe al sentir como su cuerpo chocaba con el de otra persona, sintiendo como lo tomaban entre unos fuertes brazos para evitar que cayera al suelo.

—¿Joe? ¿Estás bien? —indagó el rubio, viéndolo fijamente a los ojos, ayudándolo a enderezarse.

—Perdón, Ben, sólo estoy algo cansado —se disculpó, reverenciandose rápidamente.

—Está bien, no hay problema, ven, te acompaño a tus aposentos.

Ben lo tomó de la mano e ingresó a la habitación del pelirrojo, y rió por lo bajo al ver la rapidez con la que Joe se acostó en su cama y cayó rápidamente dormido.

Era como un niño pequeño.

El Sultanato Del Sol // HardzelloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora