2: Destino

113 10 42
                                    

Me llevé el cuarto vaso de champán a la boca y me lo bebí casi de un trago

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me llevé el cuarto vaso de champán a la boca y me lo bebí casi de un trago. Cogí otra copa.

—Wendy, deberías relajarte —me susurró Evelyn, con la preocupación dibujada en su dulce rostro.

¿Encima debía ser yo la que sosegara su temperamento? Aquel maleducado se había atrevido a insultarme delante de mis amigas y a irse, dejándome con la palabra en la boca. Miré a mi derecha, dándome de bruces con unos ojos del verde más puro, que intentaban esconder, sin gracia, la diversión que le estaba produciendo mi comportamiento.

—No sabía que ya conocías al amigo de mi marido —se mofó con el sarcasmo tan característico de su personalidad.

Puse los ojos en blanco.

—Tan solo he bailado con él una vez —exclamé sin levantar demasiado la voz.

Margot negó con la cabeza con reiteración.

—Por lo visto, le has debido causar muy mala impresión como pareja de baile —añadió.

—¡Eso no le da ningún derecho a ningunearme! —me defendí, a la vez que intentaba ignorar el encapotamiento que estaba empezando a sentir en el interior de mis sienes.

Los labios de Margot se curvaron.

—Más bien, creo que la que le ha ninguneado has sido tú, querida amiga —declaró con contundencia la castaña.

Me puse la mano en el pecho indignada.

—¿¡Yo!?

—No estaba presente, pero, conociéndote, seguro que le has faltado al respeto en reiteradas ocasiones mientras bailabais —explicó sosegadamente—. Ya sabes que el orgullo masculino es muy frágil.

Estaba de acuerdo con su última afirmación, pero no con la primera. No era mentira que en el pasado había disfrutado haciéndole la vida imposible a cualquier hombre que se atreviese a implorarme un baile. Les pisaba los pies a propósito, me pasaba toda la pieza tatareando, hacía como si no entendiese de qué me estaban hablando o los comparaba con otros caballeros. Sin embargo, estaba segura de que el único pecado que había cometido con aquel lord Edwards era no haberle escupido en la cara por descortés y grosero.

—Bueno —titubeó Evelyn a mi izquierda—. Como testigo diré que le has estado ignorado deliberadamente. —Esas palabras me hicieron replantearme nuestra amistad.

Le dediqué una mirada mortal a la rubia, la cual me sonrió en respuesta.

—Es verdad —reafirmó—. El pobre ha intentado entablar conversación contigo en varias ocasiones y tú ni siquiera le has mirado a los ojos.

Resoplé, pretendiendo recobrar la compostura. ¿Desde cuándo Evelyn y Margot habían decidido unir fuerzas contra mí? Me abaniqué con la mano, debido al calor que empezó a atosigar mis mejillas.

Por un segundo baile | Gemas LondinensesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora