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—Quiero pasar una noche contigo.—  Anunció Gavi.

Robert se estaba vistiendo solo después de unas pocas horas juntos un jueves por la noche. La alarma que había puesto sonó hace al menos quince minutos y no quería correr más tarde de lo que ya estaban.

—Hablemos de ello mientras te llevo a casa.

Gavi no hizo ningún movimiento para levantarse de la cama donde lo habían follado unos minutos antes. Permaneció desnudo sobre las sábanas arrugadas, inmóvil y con una mirada decidida.

—Lo digo en serio. Quiero dormir contigo. Y despertar contigo.

Robert suspiró.

—Gavi, sabes que eso es imposible.— Se acercó a él para acariciarle suavemente la nuca mientras se inclinaba y lo besaba.— Ahora ven. ¿Realmente vas a obligarme a vestirte ahora mismo?.

Gavi se aferró a sus brazos.

—No tiene por qué ser imposible. Puedes decirle a Anna que lo de fisioterapia tiene opción en alguna otra ciudad o lo que sea. Inventa algo.

Robert apartó la mano de su cuello. Escuchar a Gavi decir el nombre de su esposa fue discordante y desagradable. Sus momentos ahí juntos en el ático fueron un capullo lejos del mundo exterior. No le gustaba que los límites se volvieran borrosos.

—Por favor.— Suplicó Gavi, llevando la mano de Robert con el anillo de matrimonio a su mejilla antes de besar sus nudillos repetidamente.— Te quiero mucho. ¿Puedes darme sólo una noche? No estoy pidiendo mucho. ¿Por favor?.— Lo miró con sus grandes ojos marrones.

Robert volvió a besar sus labios, sabiendo que no podía decirle que no.

—Está bien.— Estuvo de acuerdo Robert.

Gavi le devolvió el beso con tanta emoción que Robert no pudo resistirse a ponerse encima de él otra vez. Casi por instinto, su mano descendía cada vez más. Le acarició un poco la polla antes de estirar la mano hacia atrás y tocar a Gavi debajo. Su agujero todavía estaba un poco abierto desde antes, goteando. Robert empezó a ponerse duro de nuevo. Cristo, no había estado tan cachondo desde que tenía la edad de Gavi. Robert estaba casi vestido, pero se desabrochó para sacar su dura polla y empujarla dentro del adolescente.

Gavi se hundió en la cama.

—Robert, te sientes tan bien.— Gimió. Se aferró a su cuello y espalda.— ¿No quieres follarme todo el día, sin alarmas ni nada? ¿Solo nosotros?.— Las piernas de Gavi lo rodearon con fuerza, manteniéndolo cerca para que Robert pudiera correrse dentro de él nuevamente.

Como llegó tarde más de una hora, Robert terminó diciéndole a Anna una mentira elaborada acerca de que su auto se había averiado, había sido remolcado por un mecánico que resultó ser un fanático del Barcelona y por lo tanto logró arreglarlo bastante rápido.

—Ah, qué suerte.— Dijo Anna, tirando los restos de sus platos a la basura.

(…)

Unos días más tarde, Robert estaba nervioso por decirle a Anna que pasaría algunas noches fuera. Esperó hasta tarde en la noche cuando realizaron sus rituales nocturnos en el baño compartido de doble lavabo. Ambos se estaban cepillando los dientes y él la miró indirectamente a través del espejo. Repitió como un loro la mentira que Gavi inventó sobre la marcha y la amplió. Dijo que el centro de fisioterapia quería llevarlo a un retiro de bienestar, totalmente patrocinado por el club. Esperó ansiosamente su respuesta. Se sintió como un niño otra vez, pidiendo permiso a sus padres para ir a estudiar con sus amigos cuando en realidad estaba escabulléndose a una fiesta.

Sanctified || LewandowskiGavi Donde viven las historias. Descúbrelo ahora