Alessandro.
Hay un momento antes de un ataque de ira que marca un antes y un después. Ese vacío que las personas por lo general deciden llenar de la furia agobiante que les incendia las venas con enojo. Ese episodio agresivo que muestra quien realmente eres y no encuentras la forma de aplacar para no acabar con el mundo y contigo en el proceso.
Regularmente, lucho por mantenerme en ese momento antes del vacío, llenándolo con sensatez y no con un ataque de rabia que les da poder a otros sobre ti, un poder inigualable y en el que demuestras debilidad en lugar de seguridad.
No soy del tipo agresivo, pero incluso cuando lo soy, me tranquiliza saber que tengo el control de mi agresividad.
Años de lucha contra mis hermanos viendo como el mayor de nosotros se autodestruía me hizo saber lo que nunca quería saber pese a que daría mi vida por él. Esa lucha contra mi propio sistema solo se reforzó con la llegada del irreverente de mi hermano menor.
Al único al que le quiero arrancar la maldita cabeza justo ahora.
Me detengo en la casa principal de la finca en la que he pasado toda mi vida, el hogar de los tres hermanos Caruso que se criaron entre soldados y no bajo la protección de sus padres. Crecimos como un miembro más de las filas de nuestro padre, nos entrenaron de la misma manera, con mano de hierro y sin piedad, forjándonos para liderar La Camorra, la organización criminal más temida de Italia en las últimas décadas.
El poder para nosotros vino con algunos sacrificios.
Muchos de ellos.
Incontables.
Pero necesarios.
Nuestra vida ha estado llena de sangre y destrucción, nuestras manos manchadas de carmesí y nuestros cuerpos tatuados con moretones y fuertes cortadas profundas han reducido nuestra vida a lo que es ahora.
O por lo menos lo era hasta hace un tiempo.
Con mi hermano mayor sentando cabeza y con la llegada de un pequeño demonio en forma de bebé a nuestra familia todo ha cambiado por aquí. Caín, mi sobrino, tiene poco más de un año y aún no me acostumbro del todo a que la vida de mi hermano mayor se haya transformado de la forma en que lo hizo.
La nuestra también aunque en menor medida.
Mi casa no está muy lejos de esta. Antes, Salvatore, Demetrio y yo vivíamos aquí, en la casa principal, pero con la llegada de Alessia, su novia, a su vida, Demetrio y yo les dimos su espacio aun cuando la mujer insistió en enojarse por ello.
Para su suerte y nuestra desgracia, nuestra lealtad con la familia nos impidió irnos muy lejos y construimos nuestras casas a un par de hectáreas de distancia. Alessia estuvo encantada con ello, así que nunca mencionamos que tenemos otras propiedades en Palermo para cuando la agobiante familiaridad nos esté asfixiando.
Recibo el mensaje de mi hermano Demetrio justo cuando la señora Ricci me abre la puerta antes de que pueda meter la llave en la cerradura. La mujer lleva años con nosotros así que se burla en mi cara cuando resoplo con pesadez, ignorando mi saludo para correr a la cocina por el pasillo de la derecha.
Los gritos atacan mis oídos nada más me hago a la idea del sitio que me rodea, impecable y tan impersonal como siempre. No hay fotografías en la planta baja, nada a la vista que pueda darle la oportunidad a extraños de hacerse una idea de quienes somos.
Salvatore no permitió que Alessia llenara este lugar de fotografías como quería por seguridad, una de las pocas cosas en las que mi hermano no accedió a complacer a la mujer.
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ALESSANDRO (+21)
RomantikHISTORIA EN PAUSA. Lo correcto no siempre es lo más placentero, pero cuando se trata de él, incluso el placer más retorcido e inmoral, se siente perfecto. Greta Basile tenía un sueño que cumplir antes de llegar a sus 30: hacer de su restaurante uno...