CAPITULO 14

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Greta.

La palabra furiosa no alcanza a describir la magnitud de rabia que hay en mi interior, no cuando el deseo de quitarme el tacón y clavarlo en el ojo de mi hermano es tan grande como las que tengo de tener un día de paz y tranquilidad.

Jerom se pasea con calma y comodidad, como si mis ojos no quisieran traspasar su cuerpo como dagas ardientes clavándose en su piel. El bastardo incluso me sonríe, lanzándome un guiño que se pierde tras el cojín de lana que le lanzo a la maldita cara.

—Greta, puedo explicarlo.

—No, no puedes —replico, ansiosa por acabar esta conversación de inmediato, aquella incitada por Alessandro Caruso que me llenó la cabeza de mil dudas con respecto al actuar de mi hermano—. ¿Por qué no me dijiste tu interés en utilizarme para acceder a las mesas de negociación en Italia, Jerom? ¿Por qué no me dijiste que ya tenías una maldito trato sobre la mesa sin consultarme? Una cosa es que yo te pida ayuda, Jerom. Tal vez incluso consideré algo sobre permitir que Vittoria usara los contactos del Palazzo para ayudar a Marcello, pero utilizar el maldito lugar que yo quiero para lavar dinero, hacer negocios sucios y amenazar a otros es un ataque directo a mí. ¡No me lo consultaste, ni siquiera me tuviste en cuenta al negociar con los alemanes la posibilidad!

—Yo no...

—¡Sabes perfectamente que no quiero involucrarme en esas mierdas! —Le lanzo otro de los cojines que encuentro a mi paso antes de tomar la decisión de ponerme de pie.

Nunca he hecho más que insultarlo o regañarlo, ya estamos demasiado grandes para ello. Sin embargo, nunca había querido golpearlo tanto como ahora.

—Greta, los Caruso están teniendo poder en Irlanda desde su extraña unión con los Barone, quieren sacarnos de Italia sin importar una mierda. Marcello necesita que...

—No, no metas a Marcello en esto —le advierto—. Marcello jamás te habría pedido que me usaras de la forma en que lo hiciste. Él probablemente te sugirió que hablaras conmigo, pero no lo hiciste, y estás haciendo las mismas mierdas que hizo Domenico en el pasado cuando a mí se refería: pasarte mi opinión por el culo y no preguntarme.

Mencionar a nuestro hermano muerto es un golpe bajo, pero no controlo lo que sale de mi boca, no cuando cada llamada que me hizo Jerom se reproduce en mi cabeza. Sus malditos guardaespaldas solo estaban esperando a que yo hiciera las cosas para notificarlo a él, para contarle lo que yo estaba haciendo en Italia y lo mucho que podía beneficiarlo. Por eso me ayudó a conseguir información sobre Silvano, no por mí, sino por su maldito interés en que yo consiguiera El Palazzo.

—Greta, no seas ingenua. —Se acerca a mí, pero con cada paso que da, siento su presencia tratando de tragarme para manipularme. Siempre he sido débil cuando de mis hermanos se trata, siempre traté de ser la mejor para que ellos se sintieran orgullosos, pero justo ahora, no hay nada por lo cual desee que Jerom se sienta orgulloso de mí—. Eres una maldita Basile, te he dado tu tiempo, más del que debí, pero tienes una maldita pistola apuntándote solo por ser quien eres. La única forma de que estés realmente segura es dejando esas estúpidas ideas absurdas que tienes de ignorar que eres parte de la mafia.

—Voy a dejar el negocio, voy a dejar la venta del Palazzo y tú puedes irte a la mismísima mierda, Jerom. —Veo mis sueños pisoteados nada más escupo las palabras con rabia, pero no me importa.

Yo dije que tendría el control de esto y si esta es la única forma de mantener el control de mi vida, es lo que haré.

Los ojos verdes de mi hermano se enrudecen y sé que esto no tiene nada que ver con el Palazzo, sino con mi negativa a la vida que durante años llevamos. Y sí, extraño esa parte de mí, pero también extraño lo que era sentir, aunque sea en la ignorancia, que tenía esperanza de algo más.

ALESSANDRO (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora