CAPITULO 13

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Greta.

—¿Estás segura de esto, Greta? —La voz alarmada de Vittoria me invade los oídos, asegurándome que, aún cuando he respondido esa pregunta varias veces en la última hora, ella no me ha creído ni una sola palabra de lo que ha salido de mi boca.

Una sonrisa escueta me invade los labios, no puedo evitarlo. Su genuina preocupación es adorable teniendo en cuenta que vive en constante peligro debido a su puesto en la organización de su hermano. Ella nunca quiso desligarse por completo de la VOAC, y Marcello solo por mantenerla feliz, la dejó continuar con lo suyo, convirtiéndola en el puente entre sus negocios en Italia y en España.

—Solo es una reunión, Vitt —comento, fingiendo que no me preocupa, cuando lo cierto es que sé que me estoy metiendo en terreno peligroso aquí.

He estado en contacto con Silvano por unos días y él insiste en que nos reunamos hoy. Ciertamente no sé qué le diré sobre su oferta. No es que tenga mucha información sobre Alessandro Caruso que dar a día de hoy, teniendo en cuenta que el hombre se desapareció por completo luego de nuestra última conversación.

No puedo decir que me siento aliviada, al contrario. Es inquietante la manera en que solo su ausencia logra colocarme a la espera de un peligro que siento que se avecina y no consigo precisar la forma de detenerlo.

Tal vez por esa locura estoy aceptando reunirme con Silvano. Necesito aliados. Y, si bien Silvano no es la persona más idónea para el puesto, sí podría mantener un ojo en todos lados si consigo sacarle información como él quiere hacer conmigo.

—Greta, deja que te acompañe. —La exigencia de la rubia que me acompaña es previsible. A Vittoria no le gusta quedarse por fuera de las cosas, incluso cuando existe una clara advertencia de maldad en lo que sea que se avecina—. O por lo menos, llévate a los escoltas.

—No, Vitt. Te enviaré la ubicación en tiempo real si te hace sentir más segura, pero no puedo poner en riesgo esto. No hoy —soy enfática, principalmente porque es muy difícil convencer a mi testaruda amiga—. ¿Y si cuando regrese nos tomamos una copa tú y yo? Como en los viejos tiempos.

Ella resopla, ocultando la incipiente sonrisa que amenaza con aparecer.

—Como cuando me dabas alcohol a escondidas y yo salía corriendo querrás decir —explica, recordando su adolescencia. Los ojos le brillan con tristeza. Vittoria no tuvo la mejor juventud y estos años para ella han sido mucho que asimilar—. ¿Me prometes que llamarás si necesitas algo?

—Te lo prometo, cariño.

La abrazo para terminar de calmarla, no sin antes tomar una gran bocanada de aire mientras me digo a mi misma que estoy haciendo lo correcto aquí.

El auto que Silvano envió por mí espera en la acera. El cuero de los asientos del Cadillac me recibe cuando me zambullo en el interior y rápidamente le envío la ubicación a Vittoria, la cual sé que estaría dispuesta a dejar a Luciano con la niñera en mi casa solo para seguirme en su auto. Sin embargo, eso me da cierto alivio, el saber que hay alguien al tanto de mi situación y lo que la reviste.

El hombre no me habla y yo tampoco insisto en generar conversación alguna. Apenas si alcanzo a detallar sus regordetas facciones y el bigote que le cubre la parte superior de la boca mientras conduce, vestido de traje, elegante y simple en la misma medida.

No nos conduce al mismo sitio en el que me encontré con Silvano la última vez, al contrario. Este lugar no está en proceso de apertura, sino que las personas van y vienen y una larga fila se forma frente al impetuoso casino que parece un castillo por su robusta arquitectura. Las cintas rojas separan a los guardias de las personas vestidas de traje y gala que esperan un cupo para ingresar.

ALESSANDRO (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora