CAPÍTULO 1

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Las 4:15 veo en el reloj digital de la mesilla de noche al lado de mi cama, la habitación a oscuras, salvo por una tenue iluminación de la luna que consigue entrar entre mis cortinas, estoy mirando al techo mientras doy un suspiro y me siento en mi cama, no puedo dormir de nuevo, al parecer los monstruos oscuros volvieron, o tal vez nunca se fueron y simplemente se escondieron durante un tiempo, no lo sé, esos monstruos siempre hacen lo mismo, te van consumiendo poco a poco, primero te agarran con sus largos brazos, sin dejarte posibilidad para escapar de entre sus largos y afilados dedos, luego te miran con esos ojos, esos ojos blancos que parecen vacíos, esos ojos que puedes ver en una habitación oscura y esos mismos ojos que pareciera que absorben tu alma poco a poco y con ella tus ganas de hacer algo, como si fueran un remolino del color que se supone que es el de la paz, pero que hacen todo lo contrario, solamente te llenan de dolor, remordimiento, rencor y recuerdos pasados, algunas veces esos monstruos son invisibles para el resto, realmente, casi siempre, lo cuál lo hace todo más difícil, porque ves a los demás sin ningúno de esos grandes monstruos y te hace pensar que eres el único que los tiene, que eres tú el problema.

Me levanto de la cama y mi mirada se posa en el pasillo, allí está, en el medio de ese oscuro pasillo, una gran sombra del mismo color que la noche, esa sombra que lo que más se puede distinguir son unos grandes ojos brillantes de color blanco a unos dos metros de altura, suspiro y me dirijo hacia el pasillo, en ese mismo donde está, presiono el interruptor para encender la luz y ahora se ve con total claridad, esta de pie, enfrente a la puerta del baño, aquel mismo al que ahora me dirigia, cuando paso en frente suya siento unos largos dedos agarrarme de manera gentil, pero sin intenciones de dejarme ir, entro al baño y me miro al espejo, puedo ver una gran silueta con forma humanoide agarrandome de la punta del pelo, sosteniendo los mechones naranjas como si fueran hojas de otoño, después investigo mi cara, miro mis ojos, aquellos ojos marrones que algúna vez tenían un brillo inimaginable, pero desde que esos monstruos llegaron ese brillo fue sustituido por unas bolsas debajo de mis ojos abro el grifo del lavabo y me hecho agua en la cara para poder aclararme las ideas, cuando levanto la vista aún lo veo en el reflejo del espejo, aún agarrando mechones de mi pelo, doy un tirón de mi largo pelo tratando de liberarme de su agarre, es inútil.

-¿Por qué no puedes simplemente irte? Tú y el resto de los seres que son como tú. -digo dando otro tirón de mi pelo tratando de liberarme, de nuevo, no funciona- Porfavor, dejarme -digo antes de que mi mirada se posara en unas tijeras que estaban apoyadas sobre el lavabo.

Agarro las tijeras y doy un último vistazo a mi largo pelo, antes de hacer un rápido corte en él, haciendo que quede por encima de mis hombros, la gran silueta soltó los mechones lo que provocó que cayeran al suelo, se que cortarme el pelo no impediría que me vuelva a agarrar, pero debía intentarlo, salgo del baño y me dirijo de nuevo a mi habitación, esta vez el cuerpo de dos metros con ojos blanco brillante me sigue hasta entrar en la habitación, me acuesto de nuevo en la cama y la figura se queda de pie enfrente de mi cama, observando me, sin despegar ni un segundo esos ojos de mi, cierro los ojos pero aún puedo sentir su mirada clavandose en mi alma, son dejarme estar tranquila ni poder dormir, paso lo que parecía una eternidad y al fin, consigo dormirme.

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