Prolepsis.

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Izuku tiene recuerdos de cosas que aún han pasado, de eventos futuros, de posibles eventos futuros.

Fue fácil darse cuenta de que recordaba cosas que aún no habían pasado. Fue un poco más difícil comprender que no todos podían hacerlo. Tenía recuerdos del futuro inmediato y algunos de futuros más lejanos.

Se descubrió recordando cómo las personas le decían noticias importantes antes de realmente decirlas; experimentando las lluvias torrenciales de la temporada varias semanas antes, cuando el tiempo aún estaba templado; ocurrió en más de una ocasión que sabía cosas que la gente aun no le había dicho y las comentaba de forma tan casual que el resto de las personas lo miraban durante un rato, pensando en él como algún tipo de chismoso o incluso un espía. Ser sobrino del emperador y estar justo en el centro del vórtice de un huracán de luchas internas por el poder y política propició que fuera visto como una amenaza incluso en su propia familia.

Cuando descubrió que: primero, el resto de las personas no tenían la misma habilidad; y segundo, que el que las personas se enteraran de su habilidad solo le traería problemas; decidió mantenerlo en secreto, ocultarlo al mundo y no mencionarlo a nadie nunca.

Lo siguiente que hizo fue tratar de explorar sus límites, ¿hasta dónde llegaba su habilidad? ¿El futuro era absoluto o habría alguna forma de cambiarlo? ¿Realmente estaba recordando el futuro?

Al ser recuerdos y no "visiones" era bastante difícil discernir aquello que ya había pasado de aquello que estaba por pasar, ambos se mezclaban en su cerebro y descansaban ahí como cualquier recuerdo, los eventos del mañana se le sentían tan pasados como los eventos de ayer. Tuvo que aprender a crear marcadores a observar objetos y actitudes sobre las personas que lo ayudarán a visualizar que ya había pasado y que aún no.

Una vez ocurrió esto: su tío murió.

En sus recuerdos, por supuesto. Una muerte bastante tonta, nada más que la rama seca de un árbol que no había sido podado cayendo sobre la cabeza del emperador en el momento menos indicado. 

Se encontró a sí mismo diciéndole inmediatamente al jardinero que los árboles estaban mal cortados y que hiciera bien su trabajo.

Justo en el momento exacto en el que el jardinero cortó la rama asesina Izuku olvidó por completo la razón por la que había pedido que los árboles fueran cortados. Recordó la urgencia, el terror, el sentimiento de que si no se hacía algo terrible podría pasar, pero no la causa de la acción ni su razonamiento para hacerlo.

Ahí descubrió algo más: aquello que no fue no puede ser recordado.

Hizo varios experimentos con sucesos más simples y descubrió que aquellas cosas que ya no tenían la posibilidad de pasar se borraban de su mente como si la posibilidad nunca hubiera existido. Sus recuerdos se limitaban a recuerdos de un pasado inamovible y recuerdos de futuros posibles, nunca un futuro que no podía ser.

Entonces comenzó a escribir.

Diarios de futuros imposibles. Hojas tras hojas de cosas que se negaba a olvidar incluso si en algún punto de su vida se volvían sucesos inalcanzables



El 21 de julio de 1883 Katsuki se levanta en una habitación desconocida.

Tarda un tiempo en reconocer el lugar, en recordar la noche anterior. Recordar que el lugar en el que trabajaba había explotado y se había quedado la noche en la habitación de alquiler de un Relojero. Un relojero que había hecho un reloj con un cronometraje perfecto para la explosión que destruyó su lugar de trabajo y que hasta el momento es el principal sospechoso del caso.

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