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Natasha.

—Amor, te lo he dicho, no puedes seguir de esta manera. ¿Qué ocurriría contigo si yo no viniera a preparar tu desayuno?

Suspiré, intenté tragarme el waffle con más delicadeza, pero la resaca solo me daba más hambre.

—Lo siento, mamá. Sé que no deberías seguir cuidando de mí, yo debería cuidar de ti, además...

—No, amor. No se trata de eso. Se trata de que en algún momento de tu vida, yo no estaré, y no creo que la solución a los dolores sea el alcohol y los excesos.

Bajé la mirada, estaba escondiendo tras mis gafas no solo la resaca, sino el enorme dolor de mi pecho. El dolor de la derrota en lo primero que mantenía por tanto tiempo en mi vida.

—Tony me dejó, mamá. Dijo que no veía un futuro a mi lado, ¿por qué? Porque asegura que soy un problema con piernas.

—Amor. Anthony no es el último hombre del mundo.

—¡Pero era mi mundo, mamá! Era mi novio desde hace dos años, ¿alguna vez llegué tan lejos con alguien más? No lo creo.

—¡Dos años, válgame Dios! —mamá fingió desmayarse mientras volteaba a lavar algunos platos —. Existen más peces en el mar, más personas en el mundo, bebé. No debes cerrarte solo a Anthony Stark.

Suspiré.

"¡No puedo creer que no seas capaz de darte cuenta, tienes casi treinta años, Natasha!"

¿Es que en serio soy un desastre? Lo soy, pero ¿tan así?

Mi móvil se encendió y en cuanto vi el número de mi mayor comprador, el encargado del New York Times, me levanté tomando la cámara y mis pertenencias.

—Debo irme, mamá. Te amo, pasaré por tu casa en la tarde, te amo, te amo, te amo —dije besando su mejilla repetidas veces.

La oí reír y corrí hasta la puerta, tomé mis llaves, las cuales resbalaron al igual que mi móvil y cayeron en la alfombra.

Lo que me faltaba.

—Mierda.

Me puse de rodillas y al levantarme me he mareado. Maldita resaca y bajas defensas.

—Ve con cuidado, amor.

—¡Te amo, mamá!

Salí corriendo del departamento y al momento de llegar a mi auto, contesté al llamado.

¿Natalia Romanova?

—Sí, sí, con ella. Buen día.

Natalia, querida. Quedaste en enviarnos las fotografías del mirador de la ciudad, ¿ya las tienes?

—¡Estoy a media hora de llegar a mo estudio! —mentí —. Se las enviaré en cuanto lo haga, son fotos fenomenales y...

—Necesitamos publicar mañana el trabajo prometido. Recuerde que los mil dólares solo son pagados cuando el trabajo se concreta dentro de la fecha, de lo contrario incumple la norma. Buenas tardes.

Colgó.

Luego de maldecir con todo mi ímpetu, conduje hasta llegar al estudio en el centro. Me metí al archivo y no logré encontrar lo que buscaba en mi disco.

Revisé mis correos intentando ver si habría enviado de casualidad las fotografías de forma previa, y al notar que no fue así, dejé caer mi cabeza contra el escritorio.

—¿Qué cojones haremos ahora, Natasha? —dije molesta —. Eres un puto desastre.

Observé la hora.

Pictures to burn. |WANDANAT|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora