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Wanda. 

La habitación de mi hermano es similar a un basurero con demasiados colores oscuros. No puedo definirlo de otra manera. 

—Siéntate allí. Pondré hielo en tu labio.

—No es necesario. Se irá en un par de días, y creo que me veo más sexy —sonrió.

Giré los ojos, puse aquel trozo de hielo envuelto en una manta especial para estos casos. Mamá es aquella mujer que en cuanto ve algo en internet, una revista o televisión, lo compra. Jamás creí que las mantas para hielo servirían.

—Debe bajar la inflamación, Pietro. Es tu último año escolar, no quiero que crean que vas por mal camino.

—No es algo que no piensen ya —se quejó acariciando su cabello.

—¿De qué hablas?

—Pues... —balbuceó.

Me senté delante suya y mantuve el hielo sobre su labio. Él se echó un poco para atrás.

—Quieto.

—¿Sabes? A veces no eres suave —se quejó.

—Deja de quejarte, y explícame de qué hablabas.

Él tomó el hielo y me acomodé mejor sobre el pequeño asiento. Sus ojos estaban observando algún punto muerto de la habitación, estaba claro. Él duda en decírmelo.

—No quiero ser militar, Wanda. Tampoco doctor, o abogado, o lo que papá planee para mí.

Suspiré.

—Peet... Eres pequeño, no es necesario que pienses aún en esto. Te queda un año para...

—Es que ya lo he pensado, Wanda. Quiero ser músico, no quiero cortarme el cabello, no quiero un horario de oficina. Quiero despertarme a diario sabiendo que elegí ser feliz, y te amo, pero si no me apoyas, entenderé que estoy solo en...

—Te apoyo. Te amo, quiero que seas feliz, es todo lo que me importa —le interrumpí.

Peter sonrió. Dejó caer el hielo y se lanzó sobre mi cuerpo. Ambos caímos en la alfombra, y mientras él repartía besos por mi rostro, yo no dejaba de reír.

—Eres la mejor. Eres la mejor. Eres la mejor.

Lo repetía sin detenerse, se me hinchaba el pecho de alegría, y él parecía mucho menos preocupado que antes. Creo que ambos nos amamos con tanta locura que seríamos incapaces de abandonarnos.

Tras unos minutos abrazados en el suelo, oímos el golpeteo de la puerta.

—Joven Peter. Ha llegado su pizza y una gaseosa.

—Quédate conmigo. Veamos algo —Peter pidió, y acepté.

Vi como mi hermano pequeño se levantaba con entusiasmo e iba hasta Balbina para recibirla con un beso.

Él no es un chico malo, es agradecido, es cortés, y además nunca sé como sentirme al ver que a aquel adolescente que catalogan como difícil, siempre desea pasar un poco de tiempo conmigo.

—¿Qué película?

Se acomodó sobre la cama, y dejó la bandeja allí. Él ni siquiera preguntó si yo deseaba o no comer algo, preparó un  platillo para mí y para él, sin más.

—Algo romántico.

Peter bufó.

—No entiendo por qué te gusta tanto el cine romántico. Es aburrido.

—Tal vez porque tu hermana es una enamorada del amor y desea ser amada como en una película.

—¿Y cuándo llegará tu verdadero amor? Porque aún sigues esperando a que el equivocado cambie —se quejó.

Pictures to burn. |WANDANAT|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora