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Wanda.

No sé cuánto tiempo estuve esperando para empujar la puerta del lugar que en su momento escogí para formar una vida adulta y familiar, no estoy consciente del momento exacto en donde los ventanales que exigí a los arquitectos y las persianas que pedí a la decoradora comenzaron a parecerme incómodos, pero lo sentí en cuanto traté de destrabar mis extremidades bajas y con pesar las llevé hasta la entrada. 

El cerrojo me recordaba la tensión al ver una escena de terror en cualquier película fácil de predecir, donde el protagonista va hacia el sitio en el que todo espectador sabe que no debería estar. Así mismo me encontraba, yendo a mi muerte.

La casa se veía fría y vacía, no era nada similar a lo que imaginé e idealicé junto a James. El sol que veía en mis sueños se había eclipsado, el calor de un hogar no era más que una alucinación en los delirios de un desahuciado, y mi amor parecía una fábula mal hecha, buscando su propósito y enseñanza, pero estaba perdida.  

—Llegaste —dijo él —. Creía que...

Observé la entrada buscando indicios, de lo que fuese, un motivo aún mayor, incluso si sabía que no serviría de nada. Podía verlo hablar, sonreír e incluso creía distinguir que parecía cambiar su voz cálida a una un poco más tosca y molesta, pero ignoraba lo que decía. Tengo tanto en mente, ni siquiera pude despedirme de la pelirroja por temor. Temor a encontrar paz en sus ojos y no querer asumir mi estúpido destino. 

—¿Entiendes, Wanda?

James estaba frustrado. Negué.

—No, y no me interesa lo que dijeras. Seré clara, viviré aquí para que mi padre esté tranquilo. Ve a casa de mi familia, trae mis cosas, si regreso, no podré volver aquí. 

Fui directa, sencilla y bastante fría. Él se veía incrédulo, rió. 

—Bromeas, ¿no?

Él seguía sonriendo con notoria molestia, yo también reí y pasé por su lado. Subiré las escaleras y me daré una ducha. 

—¿Quieres que cumpla mi rol como esposa, James? Lo haré —le di la espalda y tomé la barandilla —. Sonreiré, saludaré, tomaré tu mano y te besaré cuando sea necesario, pero no te dejaré hacerme el amor otra vez, no volveré a creer en tus mentiras ni en tu amor, no tendré a tus bebés, no pienso verte con amor, porque no te lo mereces, y si eso es un problema para ti, entonces tendrás que hablar con mi padre, pedirme el divorcio y explicarle por qué no deseo que me toques —levanté la mirada. 

Podía ver nuestras fotografías a lo largo de los años, todas colgadas en la pared del salón junto a la escalera. Trataba de contener mis lágrimas. Trataba de no querer llorar, pero me parecía demasiado. No soy tan fuerte. Nunca pensé que el amor se reiría de mí, pero... ¿Qué puedo esperar de un bebé en pañales? No debí tomar en serio un sentimiento que tiene como símbolo a un infante que juega con un arma de la antigüedad y lleva pañales por si la caga. Debí suponer que sería un fiasco cuando entendí que el arco es para la cacería, y no para unir corazones. 

Un disparo de flecha al corazón de un ciervo, solo uno es necesario, y le das una muerte intensa y llena de dolor. Cupido es el cazador, yo el animal ingenuo.

—Wanda, no hablas en serio.

—La habitación para los bebés, allí lleva el colchón del entretecho. Dormiré en la habitación principal, sacaré tus cosas, ve por las mías. 

Pictures to burn. |WANDANAT|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora