Prologo

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—¿Ya escuchaste ese chisme que corre entre los territorios?

—¿Rumor? ¿Aún existe tal cosa en el fin del mundo?

—Los chismes siempre corren querida, ni la bestia más letal puede frenarlos.

—¡Entonces ya dime! ¿Qué es ese rumor tan descabellado del que me hablas?

—Se dice que... Una mujer tan bella como peligrosa habita las montañas, y que desde que este caos empezó, no espero ni una semana para asesinar tanto a los humanos como a esos asquerosos fenómenos; ¡Por su culpa las guerras están cada vez peor! Y por algún motivo incomprensible, todos quieren ver quién será el hombre que la domestique y acabe con sus días de locura ¿Puedes creerlo? La tratan como si fuera un perro al que necesitan adiestrar.

—Oh Dios mío, la humanidad cada vez camina hacia... Espera ¿dijiste en las montañas? Luisa, estamos en las montañas y, además, Erick hace rato que no regresa ¿no es eso raro?

—Nah ¿Cómo una mujer hermosa y "peligrosa" le hará daño a Erick? Piensa las cosas, seguro es solo un chisme y los testigos que la vieron estaban ebrios hasta la medula.

La incuriosa conversación entre ambas mujeres de mediana edad, fue interrumpida ante el pesar de una mirada tan fría como los glaciares y tan sombría como el fondo del mar, la cual las asechaba como presas a punto de ser devoradas por un depredador muerto de hambre, una bestia desalmada sin lugar a duda. Esto les genero un sentimiento de miedo y pánico ¿Quién tendría una mirada de esa categoría?

Poco a poco, ese sentimiento de pánico y horror se sintió cada vez más denso, obligando a que las señoras busquen con la mirada, la persona o cosa que les daba tan mala espina, y por desgracia solo una de aquel par de mujeres pudo encontrarla, sin embargo, la sorpresa había dejado totalmente muda a la mujer. Una voz autoritaria y llena de egocentrismo fue lo que se pudo deslumbrar por parte de aquella intrusa, que se coló de forma notoria en la conversación... conversación que era sobre ella... pero ya eso daba igual.

—Oh... ¿Estoy segura de que no sería capaz de decir eso de nuevo, o si conejita? — Aquellas simplonas mujeres se habían vuelto pequeñas frente la joven belleza quien solo se limitaba a observarlas y suspirar calmadamente por la oleada de emociones, ese sentimiento, ese placer, el saber que era mucho más de lo que creían, era lo que la motivaba a continuar con sus actos de crueldad, la incitaban a asesinar.

Por alguna extraña razón su mirada era tan vacía como cualquier cuenco de arcilla recién hecho, eso tendía a llamaba la atención de cualquiera y por algún motivo daba la impresión de ser un monstruo más.

— ¿¡Quién te crees que eres!?, ¿¡Como puedes aparecer así de la nada y asustar a estas pobres damas?! ¡Sinvergüenza!— Expreso una de las señoras, quien parecía estar a punto de tener un paro cardiaco, una vez que encontró la presencia de aquella joven, se termino llevando un gran susto.

— ¿Yo soy la sinvergüenza? Bien, tienes razón, soy una perra sinvergüenza sin el más mínimo escrúpulo, una total desalmada y, es más, ni siquiera me he presentado, mi nombre es Zia Angelis, es un placer.

— ... E.... encantada ¿lo ves Julia? No todas son unas zorras sin clase, algunas pueden tener modales ¿Quieres unirte con nosotras frente a la chimenea, querida? — Pregunto mientras dirigía su mirada lentamente hacia Julia, con una cara llena de espanto y terror, se dio cuenta de que había metido la pata solo cuando vio las manos ensangrentadas de la joven... estaba asustada.

— Me encantaría, pero debo marcharme, algún día espero y nos volvamos a ver y así, me sentare a su lado en la chimenea nuevamente.

Así como apareció se fue o eso se pensaba. El par de señoras estaba suspirando, agitadas y llenas de miedo, tenían que salir de esa montaña cuanto antes.

— ¿Por qué no me dijiste que esa mujer era real?

—¡Pensé que ya lo sabias!

—¡¿Como lo iba a saber?! Una mujer hermosa en una montaña que mata a quienes se le cruza por el camino ¿acaso no lo ves? sonaba como cosas de niños ¿¡como les iba creer!?

Julia estaba por decir algo mas, quería decirle como era una idiota por no creer y mas en la situación caótica en la que se encontraban, pero no pudo, un disparo certero acabo con la vida de la que era su amiga. Las lagrimas y el miedo brotaron por sus ojos, ver el rostro de tu amiga demacrado por una bala no era cosa de todos los días.

—¡Oh Dios mio, Silvia! Silvia... Esa zorra... ¿Por qué? ¿Por qué le haces esto? ¡Ella no te hizo nada!

Julia se desplomo en el suelo, sin tener el valor de mirarla a los ojos, de mirar su cadáver o si quiera de mirar el lugar donde le dio la bala, sentía nauseas de solo pensarlo. En ese momento todo se volvió blanco y negro y cuando menos lo había notado, ella también había muerto por el impacto de la misma pistola que elimino a un ser querido.

— Uff... Eso fue, bastante fácil.

Afirmo Zia mientras regresaba a la fogata, no podía permitirse dejarlas viva luego de que la habían visto, eso era peligroso para ella, pero, decidió cumplir su promesa y sentarse en frente a la chimenea junto a ellas.

***

Un par de cigarros fueron su compañía en las siguientes horas de la noche, luego de haberse permitido sentarse cerca de la chimenea de sus víctimas y admirar como los cuerpos eran eliminados por las llamas, uno tras otro, a excepción del de Erick, que había sido enterrado horas antes, eso fue lo único que supo de una de sus víctimas esa noche, algún que otro nombre...

Ella no tendía a realizar asesinatos nocturnos, pero con las guerras entre territorios, Zia había sido más suprimida por los guardias y buscada por la sociedad, ya no tenía tiempo ni para descansar.

Tras terminar su ultimo cigarrillo, los recuerdos la golpearon nuevamente, esos recuerdos de como la persona que amo la orillo a esto, la obligo a ser esto... Zia estaba tan rota por fuera como por dentro y solo se lamentó dejarse llevar por todo eso.

Por ello, en un intento desesperado de decirse a si misma que lo había superado, se permitió divagar en esos recuerdos... una vez más... llorar por el hombre que amaba una vez más... Y maldecir a esa perra traicionera una vez más.

Jalando del Mismo GatilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora