Capítulo 2

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Zia, quien se había derrumbado calcinada entre el dolor de perder de sus brazos al ser que más amaba, termino encerrándose en su habitación, no podría hacer nada frente al hecho de dejar o no dejar que ese par de amantes se quedara en su hogar, era algo fuera de su poder y ella lo sabía, lo cual, le dolía mucho más.

Por su lado Emil y Livia discutían sobre el lugar en el que dormirían, las barricadas que podrían y el inventario que harían, realmente les importaba muy poco lo que dijera Zia en ese momento, la situación ameritaba una cabeza fría y alejarse de cualquier pensamiento intrusivo o inmaduro.

— No imagine que fuera tan dramática.

A Livia le estaba a punto de surgir un tic nervioso al escuchar eso, ¿Cómo que dramática? Ella quería su sufrimiento, sí, pero Dios, entendía perfectamente sus reacciones, eran justas desde su punto vista y en cierto sentido, se sentía algo incomoda por esa forma de pensar que poseía Emil.

— ¿No crees que deberías dejar de decir eso? Si tanta pena te da ve y chúpale la coña.

Livia tenia la mala costumbre de tener un lenguaje neutro que le salía sin pensar en ocasiones, por lo que, aun siendo italiana, tendía a mezclar el lenguaje de otros países, aunque para Emil eso era adorable.

— No te enfades querida, yo solo te deseo a ti, considera eso como lo más importante...— Emil se callo al instante de escuchar disparos desde muy, pero muy cerca de la puerta. Esto también alerto a Zia, quien salió de su habitación como un rayo y miro por la ventana lo que pasaba. No lo podía creer, los soldados estaban por toda la cuadra y les disparaban a las personas, aunque desde su punto de vista esas no parecían ser personas; sus rostros eran estaban levemente pálidos, y de sus cuerpos brotaban arañas, arañas violentamente agresivas que parecían dominar a las personas como marionetas. De repente estar tan cerca de la ventana no se vio sensato y mas cuando Emil la empujo hacia atrás para colocar tablas en las ventanas, ella estaba segura que esa madera era de su mesa, pero lo ignoro y solo se levanto del suelo, no quería humillarse más.

Una vez que todos pasaron el shock inicial, pues no solo Zia los vio, tanto Emil como Livia les sorprendió y solo cuando lograron asimilar lo visto por sus ojos, empezaron los regaños.

—¿En que estabas pensando? ¿No ves que esas cosas querían entrar a la casa? ¿Te volviste loca?

—¿Esa era mi mesa no? ¿Y ya lo sellaste verdad? Entonces déjate de habladurías, si me muero no es tu problema.

—¿No es mi problema? Eres tan despiadada, ¿¡Acaso olvidas que soy tu prometido!?

—¿¡Mi prometido!? Ese se murió a manos de esas cosas, tú y yo no nos conocemos en lo más mínimo.

En ese instante tanto Livia como Zia quedaron petrificadas, pues, Emil se abalanzó sobre aquella joven y la beso, la beso como si le fuera a morir si no lo hacía. Y eso, eso estrujo el pecho de Livia.

Zia por su lado estaba estupefacta, el hombre que tanto amaba, parecía haber renacido de las cenizas, haciendo que entre lagrimas le corresponda, era el paraíso pensar que aquel hombre había vuelto... que ingenua fue, pues, una vez que se separaron este le susurro.

—Grábate mis palabras, mientras vida tenga, siempre serás mi juguete y es algo de lo que jamás escaparas.

Las lagrimas de Zia volvieron a brotar de forma agresiva, pero esta vez apretó su puño y lo estampo contra la cara de aquel hombre que la había despreciado una vez más, el cual la miro como si estuviera loca, pero no le dio tiempo de hacer nada, pues esta salió corriendo y estampo la puerta de forma tan estrepitosa que incluso los platos y jarrones cercanos se rompieron ante el impacto.

Jalando del Mismo GatilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora