[Mirarme en el espejo]

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Abro mis ojos en medio de la oscuridad de mi habitación.

El torrente cálido y húmedo de lágrimas que corren por mis mejillas me hicieron despertar. Estoy llorando.

Otra vez.

Todo por culpa de esos recuerdos.

Las palabras de cada uno de mis compañeros de clase se quedaron impregnadas en mi mente, y recordarlas es como si me clavasen cuchillos en el cuerpo.

Cada día, se hacía más difícil lidiar con todos ellos. Cada día, se hacía más difícil vivir. Y más cuando sabes que tienen razón. Yo era todo eso que me llamaban.

>>Fea, gorda, eres tan insignificante, porqué mejor no te pierdes, no te das cuenta de qué no vales nada...<<

Aprieto mis ojos para detener las lágrimas que continuaban cayendo. Me encuentro hiperventilando y ni siquiera me había dado cuenta. Miro el reloj que hay a mi lado, justo encima de la mesita de noche.

Son las cuatro y media de la madrugada.

Se ha convertido en algo muy normal desperar a esta hora, y una vez que lo hago no puedo consiliar el sueño.

>>Si tan solo pudiera esconderme debajo de las sábanas y no salir de aquí nunca más.<< pienso.

El nudo en mi garganta se aprieta cuando recuerdo que no es así de sencillo y debo salir allí afuera y enfrentar el mundo. Me dejo llevar por mis pensamientos para cuando caigo en cuenta ya es hora de levantarme.

Sin ánimos de nada me pongo lo primero que encuentro en el armario. Sé que sea lo que sea que me ponga se verá igual de horrible en mí. Camino hacia el espejo y me hecho un vistazo solo para converserme más de ello y efectivamente...

No me gusta lo que veo.

Un par de ojos marrones, que no patrocinan nada de especial a mi rostro, me observan, y ya que dicen que los ojos son el espejo del alma, supongo ques los míos reflejan cuan triste es la mía.

Después está mi nariz que, poducto a una caída que tuve cuando pequeña, está un poco distorcionada. Mis labios, al igual que mi cabello, no son nada reveladores. Ni las pecas esparcidas por mis mejillas se ven atractivas.

Yo no soy atractiva.

Para acentuar el porqué de mi descontento se encuentra mi cuerpo. Olvídese de las curvas y la silueta perfecta. En mi no existe nada de eso. En cambio tengo unas cuantas libras de más que pretendo esconder bajo mi holgada ropa.

En fin, odio, sobre todas las cosas, mirarme en el espejo.

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