Capítulo 1

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Dejo caer el bolso en la mesa de estar y suelto un resoplido.

Cinco entrevistas de trabajo y en ninguna tuve suerte.

Creo que tal vez la mala suerte se enamoró de mí y está muy decidida a no soltarme de sus garras; Hace tan solo tres semanas vivía tranquila y sin preocupaciones, tenía un empleo estable en el cual ganaba lo justo, pero una mala decisión llevo a mis ex jefes a la quiebra, lo que conllevo a que vendieran sus acciones y que el nuevo propietario solo eligiera quedarse con una pequeña parte del personal y la otra fuera despedida.

Y si, para mi mala suerte yo iba ahí incluida.

Al principio pensé que las cosas no podía ir tan mal, que vamos, no es la primera vez que me encontraba desempleada, pero si la primera vez después de un largo tiempo.

Vivía sola con mi madre y desde muy joven había decidido trabajar para ayudar también con los gastos, con tan solo dieciséis años empecé a trabajar en un Mac donals, el cual me exigía de mucho tiempo y mi madre no aceptaba la idea de que desentendiera el estudio, cuando entre a la universidad, tuve que buscar un empleo de medio tiempo para que me diera un chance con mis estudios y así encontré empleo en una cafetería.

Después que me gradué en Administración y gestión de comunicaciones, busque empleo en otro lugar y lo encontré como secretaria en la empresa que actualmente quebró, desde entonces siempre estuve activa.

Nunca llegue a pensar en tomarme unas vacaciones o un descanso, así que pensé que estas semanas mientras encontraba otro empleo podía tomarme la oportunidad de descansar y despejar algo la mente, pero fue algo que realmente no pude reconsiderar, porque mi madre enfermo y el tratamiento que necesita esta fuera de nuestro alcance.

Lo que conllevaba a que buscara un empleo con urgencia.

Me encontraba desanimada y con un gran peso encima: Mi madre es muy importante para mí, siempre hemos sido solo ella y yo, tenía siempre presente todo el esfuerzo y sacrificio que ella hizo para sacarme a delante, todo el amor, cuidado y ayuda que me brindo sin ninguna objeción; ahora era mi turno de cuidar de ella y devolverle todo lo que en su momento ella me brindo.

Mamá ya llevaba una semana hospitalizada y a mí solo me quedaban tres semanas para pagar la primera parte del tratamiento, el cual si no llegaba a facturar, a mi madre no la tendrían más tiempo internada en el centro médico. Lo que me habían dado del finiquito, su mayoría ya lo había gastado en otras cosas como: luz, gas, comida ect. Quedaba una pequeña cantidad, pero a pesar de tener el dinero en mis manos, ya no lo consideraba mío.

Tenía en cuenta que si no conseguía empleo en esas tres semanas, tendría guardado algo de dinero para el tratamiento, que aunque no era mucho, sabía que con eso aseguraba una pequeña parte.

Sintiéndome impotente y frustrada, vuelvo a tomar el pequeño bolso de la mesa de la sala de estar, reviso que las llaves de la casa y el teléfono estén en él y opto por irme al hospital donde está mi mamá.

Estar encerrada es esas cuatro paredes no ayudaba en nada, todo lo contrario, el silencio de la casa y el estar vacía sin la presencia de mi madre, era el lugar perfecto para que los malos pensamientos y la negatividad acecharan.

Cuando llego al centro médico, mi corazón siempre da ese pequeño vuelco y le abre algo de paso a los nervios y de la desilusión. Nunca me han gustado los hospitales, detestaba ese olor a antiséptico que tanto los caracterizaba.

Cuando me encuentro frente a la habitación de mi madre mi mano se queda en la manija de la puerta pero no hago el intento de abrirla, no sé muy bien que le voy a decir, no la quería preocupar, con que una de las dos ya lo estuviera ya era suficiente.

El dulce aroma de la niñera Donde viven las historias. Descúbrelo ahora