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Por la noche, Kocho Shinobu tomó su acostumbrada ducha mientras pensaba en sus quehaceres del día siguiente.

Aunque se sentía honrada de poder ayudar a Ubuyashiki-san, a veces el trabajo extra terminaba por agotarla física y mentalmente. Aunque nunca lo admitiría en voz alta.

Podía escuchar los pasos de sus pequeñas aprendices por fuera y sabía que tenía dos pacientes a quiénes debía revisar en un rato más.

Y para mejorar las cosas, su tonto esposo la hacia enojar cada vez que venía, siempre con una herida nueva que no era fácil de sanar. Alguna vez tuvo que poner todo su empeño en salvarle el brazo derecho.

Él solía decir que se quejaba mucho cuando lo trataba, a lo que ella se resistía a ahorcarlo gritándole que debía ser más cuidadoso con su cuerpo. La última discusión había sido algo fea, por lo que eso también la hacia sentir un poquito (muy) triste, lo que se traducía en desánimo.

Suspirando, salió del agua y se acomodó su pequeña bata para caminar hacia su habitación.

Al abrir la puerta, se encontró con un ramo de flores, que la hizo sorprender.

Sonrojada, agarró las flores y salió corriendo hacia su habitación, con el corazón latiendole con rapidez.

Apenas deslizar su puerta, los ojos aburridos de su esposo la recibieron en la entrada.

  - ¿Qué...? -alcanzó a decir, antes de ser callada por el hombre.

  - Lo siento, no quería hacerte enojar la última vez. Entiendo que estas preocupada por mí y daré lo mejor para no salir herido. Por favor, quédate a mi lado -aquellos ojos tan poco expresivos se llenaron de preocupación mientras su rostro mostraba nerviosismo ante la respuesta que ella le daría.

Shinobu pensó que no podía tener un esposo más tonto, y sonrió.

  - Por eso todos te odian -rió, abrazándose a él con completa felicidad -. Tengo dos pacientes esta noche que debo cuidar pero todavía no cené. Cuando termine, ¿te gustaría acompañarme?

Los preciosos ojos azules se iluminaron mientras todo su cuerpo parecía relajarse tras tanta tensión.

  - ¡Si!

La pilar suspiró, sintiendo que de sus músculos también se relajaban mientras su estómago sufría de un ataque de mariposas.

Esa noche simplemente permanecieron abrazados, respirando tranquilamente.

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Después de una misión exitosa el grupo de tres cazadores tuvieron que volver a la Mansión de las mariposas para curarse algunas heridas. Nada grave, pero el demonio había usado algún veneno raro y era mejor estar seguros que estaban bien.

Aoi ya los esperaba. Les dio de almorzar y los hizo esperar en una habitación hasta que la pilar del insecto se desocupara de sus demás quehaceres.

Todo parecía estar muy tranquilo en la Mansión. Hasta los enfermos parecían estar en un estado de tranquilo estupor, Tanjiro se preguntó si sería por la medicina de Shinobu-san.

Sin embargo, cuando la pilar pasó a la habitación se dieron cuenta que era ella la responsable de tanta paz y calma.

Tanjiro lo olió, Zenitsu lo escuchó e Inosuke estaba seguro que podía palpar con sus manos la alegría que la pilar desprendía aquella tarde. Aunque intentaba ocultarlo con su comportamiento de siempre.

–Veamos... –murmuró, mientras revisaba las heridas de Zenitsu –es una técnica de demonio mezclada con un veneno muy potente –sus grandes y violáceos ojos se levantaron para mirarlos a los tres mientras una dulce sonrisa se extendía por su delicado y bello rostro –. Bien hecho, que valientes.

Zenitsu murió, Tanjiro sangró por la nariz e Inosuke pensó que hacia demasiado calor dentro de su cabeza de jabalí.

¡Shinobu-san era tan hermosa!

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Después de dejarlos reposando en el jardín, Shinobu siguió con los siguientes heridos.

Los tres chicos aún no podían creer lo que sintieron con la joven mujer.

–Entonces... –murmuró Zenitsu, con una taza de té en las manos –Él sí la hace feliz.

–¡Zenitsu! –regañó Tanjiro.

–¿Cómo sabes que es culpa de su esposo que este así? –cuestionó Inosuke, curioso.

Le resultaba difícil entender al chico amarillo algunas veces. Para él, Monitsu era el bicho raro. Pero de vez en cuando parecía tener información útil.

–Solo un tonto no apreciaría a una esposa tan linda como Shinobu-san –decretó, afable –. Es obvio que ambos se encontraron como pareja, en una noche romántica. Él le trajo flores y ella se puso su kimono más bonito...

El rubio se imaginaba una noche similar con su querida Nezuko. La luna, las velas y la agradable sonrisa de la chica, una velada mágica...

Obviamente, el usuario de la respiración de la bestia no captó cual era el punto de hacer todas esas cosas o porque a alguien le harían feliz esas ridiculeses.

–Quizás se pelearon –pensó el chico jabalí en voz alta –, y ella ganó.

Zenitsu detuvo sus pensamientos para mirar al chico a su lado.

–¡No digas tonterías, tonto! ¡¿Quién en su sano juicio se sentiría así de feliz por ganar una discusión?! ¡Eso no es lo que hacen las parejas felices!

–¿Hmm? –jabalí bufó –No hay nada que me haga más feliz que ganar una pelea.

–No, Zenitsu tiene razón –interrumpió Tanjiro –. Las parejas felices no pelean –pensó en sus padres, tan tranquilos y amorosos. Un amor con templanza –. Seguramente... Él le trajo madera y ella le preparó una deliciosa cena, entonces se sentaron a contemplar la luna –asintió varias veces, seguro de que su idea de romanticismo era correcta.

Sin embargo, Agatsuma le hizo una cara de pura decepción.

–Olvídalo, eres demasiado pueblerino para entender el amor.

Tanjiro se ofendió.

–¡¿Y por qué tu idea del amor es más aceptable?! ¡Suena poco personal! ¡A ninguna chica le gustaría eso!

–¡¿Qué sabes tú de las chicas?!

–¡Porque tengo hermana! ¡¿Y qué sabes tú de las mujeres?!

–¡Yo sé mucho de las mujeres! ¡Fui estafado por varias de ellas!

–¡Eso solo demuestra que has estado rodeado de malas personas!

Siguieron discutiendo mientras Inosuke se quejaba entre dientes.

–Todos son felices cuando ganan, estoy seguro de eso –refunfuñaba.

Aoi se acercó al escuchar los gritos.

–¡¿Qué está pasando con ustedes ahora?! –les gruñó enfadada –¡Este es un lugar con muchos enfermos, tengan algo de respeto!

Ambos chicos se callaron mientras el chico jabalí se levantaba contento de ver a la chica.

–¡Aoba! –le gritó, ignorando su reprimenda anterior –¡Dile a estos idiotas que Shinobu esta feliz porque le ganó a su esposo!

–¡No grites! ¡¿Y quién es esa?! –se cruzó de brazos, dándose cuenta que ella misma estaba gritando –No sé de que están hablando pero será mejor que dejen de gritar y se mantengan tranquilos. ¡O llamaré a Shinazugawa-san para que los haga callar!

Y con eso dicho, se dio media vuelta y se fue por el pasillo.

La amenaza no les llegó tanto como sí el nombre del pilar.

¿Por qué Sanemi estaba allí?

¿Sería acaso...?

El esposo de Shinobu KochouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora