Capítulo I

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El precio de la libertad es el castigo

9 de septiembre, 2050, siglo XXI; primer día en territorio norteamericano, ciento trece días antes del Renacer.

Avery.

La noche podía ser traicionera: dándote escondites, la vista a las estrellas y un momento en calma cuando el caos no aturdía tu alrededor; sin embargo, también podía darte soledad y peligros, sin nadie que pudiera ayudarte o sin escapatoria cuando no conocías nada estando a oscuras, como una ciudad que resplandecía en el día, pero perdía familiaridad al caer el sol.

La pequeña ciudad, Jane Hudson, no era precisamente un lugar peligroso. Con las casas que parecían mansiones y los barrios privados de alta seguridad, ningún delincuente sería capaz de pisar ese campo de minas. Pero había varios problemas circulando por las calles oscuras de mi nuevo "hogar". El primero era Esmeralda Sokolova, quien no era una delictiva cualquiera: ella era inteligente, estratega y con una habilidad de manipulación tanto excelente como aterradora. Esmeralda fue una teniente rusa destacada en su antigua base militar, por lo que no era recomendable cruzarse en su camino. El segundo problema era su hijo: Evan Sokolov, que, si bien tenía un papel inferior a Esmeralda, era su mano derecha y alguien efectivo y peligroso a la hora de acatar órdenes. El tercer problema, mas no menos caótico, era yo: la hija menor de los Sokolov. Mi rol estaba basado en atrapar la atención de la gente rica mientras mi madre se metía en sus mentes con sus mentiras y mi hermano en sus vidas con su dominación de la tecnología.

Mientras corría por los jardines estrujando mi vestido negro para no tropezar, supe que nadie me vería ni ayudaría. Todos estaban dentro de la mansión Larsson, un empresario millonario de la ciudad, y cada cámara del lugar y alrededores había sido apagada por Evan. Aceleré el paso cuando, a unos cincuenta metros, vi una pared de ladrillo alzarse para cortar mi camino, sólo que no había contado con que yo podría escalarla. Apenas llegué a ella, tuve que soltar mi vestido y dejar caer sus extremos sobre el lodo. Me doblé para alcanzar mis zapatos y, sin pensarlo, rompí el tacón de ambos. Escuché pasos acercándose a lo lejos, y voces hablando bajo para no despertar sospecha.

No lo pensé.

Pisé un hueco en la pared apenas perceptible y me impulsé hasta alcanzar el borde de la cima. Mis palmas ardieron cuando hice fuerza para subir; tuve que contener un quejido de dolor al sentir mi rodilla rasparse contra los ladrillos. Ardía, pero debía aguantarlo. Al otro lado de la pared, como un canto de gloria y música maldita al mismo tiempo, había calles oscuras netamente iluminadas por las farolas. El cielo estaba nublado, por lo que tampoco recibía ayuda de la luna llena que debía verse esa noche.

El sonido de los pasos aumentó, alertando mis sentidos que dudaban de si era o no racional lo que hacía.

—¡Señorita Sokolova! —llamó en voz baja Malcolm, un guardaespaldas que contrató mi madre para reflejar imponencia, pero que en realidad ella sólo consideraba un "adorno". Parecía mirar en todas direcciones por el volumen inconstante de su voz, por lo que debía seguir buscándome sin resultados.

Por un momento, una punzada de culpabilidad me atacó el pecho, pero intenté disiparla al instante. Aunque se llevara una regañina o fuera despedido, lo mejor era que no me encontrara; la última vez que un guardaespaldas vio de más, al otro día dejó de existir.

Me dejé caer antes de ser vista.

Aterricé al otro lado, y esa vez no pude contener un bajo gemido de dolor. La pared tenía alrededor de dos metros de altura, por lo que mis pies sufrieron bastante con la caída, sobre todo porque tuve que hacer un esfuerzo inhumano para que no me escucharan. Volví a tomar parte de la prenda de gala en puños y eché a correr, alejándome de la mansión por las calles oscuras y solitarias de Jane Hudson, al menos, hasta que me di cuenta de que en realidad no eran tan «solitarias».

Pétalos De Un Amor Cruel - Saga Defensores #1 [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora