Jimin lo vio salir. Estaba aproximándose a la puerta y, unos pasos antes de llegar a ella, esta se abrió, liberando un acre torrente de magia que le provocó dentera. En el portal apareció un muchacho con el pelo de un inverosímil color lapislázuli. Ensimismado en sus pensamientos, no notó su presencia cuando pasó junto a él apresuradamente.
Jimin permaneció en silencio, pero contempló cómo se alejaba hasta que la curva del callejón le robó la imagen de aquel chico y su ondulante cabellera azul. Sacudió la cabeza, se volvió hacia la puerta y colocó la mano sobre ella. El siseo de la madera al quemarse, su mano delineada en humo, y misión cumplida: aquella era la última puerta que debía marcar. En otros puntos del planeta, Jin y Lisa estarían finalizando también su trabajo, y regresando hacia Samarkanda.
Jimin se disponía a alzar el vuelo e iniciar el último tramo de su viaje para reunirse con los otros antes de volver a casa, pero sintió un pálpito en el corazón, y después otro, y permaneció inmóvil, con los pies en la tierra y la mirada fija en el lugar por el que había desaparecido el chico.
Sin pensarlo, se encontró siguiendo sus pasos.
Cuando vislumbró a lo lejos el resplandor de su pelo, se preguntó cómo un muchacho como aquel podía tener relación alguna con las quimeras. A juzgar por lo que había visto, todos los traficantes de Yoongi eran repugnantes brutos con los ojos muertos y peste a matadero. Pero ¿el? El poseía una belleza deslumbrante, ágil y vital, aunque seguramente no fuera aquello lo que lo había intrigado. Todos sus semejantes eran hermosos, hasta tal punto que, para ellos, la belleza casi había perdido su significado. Entonces, ¿qué le había empujado a seguirlo, cuando debería estar surcando el cielo? Habría sido incapaz de decirlo. Parecía como si un susurro le animara a continuar hacia delante.
La medina de Marrakech era un verdadero laberinto, alrededor de trescientos callejones sin salida entrelazados como un montón de serpientes en un cajón, pero el chico parecía saber perfectamente hacia dónde se dirigía. Se detuvo un instante para deslizar un dedo sobre la trama de un tejido, y Jimin aminoró el paso y se desvió un poco hacia un lado para contemplarlo mejor.
Su rostro, pálido y hermoso, dejó traslucir cierta nostalgia —una especie de carencia—, pero tan pronto como el vendedor le dirigió la palabra, se iluminó con una sonrisa. Respondió con soltura, empleando un árabe sonoro, gutural y con un tono parecido a un ronroneo. Hizo reír al hombre, y ambos intercambiaron bromas.
Jimin lo observaba con la mirada fija como un halcón. Hasta hacía unos días, los humanos habían sido para él poco más que leyenda, y ahora se encontraba en su mundo. Era como saltar dentro de un libro —un libro vivo, lleno de colores, fragancias, inmundicia y caos—, y el muchacho del pelo azul deambulaba por sus páginas como un hada a través de un relato. La luz la trataba de manera distinta que al resto, y el aire parecía detenerse a su alrededor, como un aliento contenido. Como si aquel lugar fuera un cuento dedicado a el.
¿Quién era?
No lo sabía, pero la intuición le susurró que fuera quien fuese, no se trataba de otra parca callejera de Yoongi. Estaba seguro de que era algo totalmente distinto.
Sin perderlo de vista, merodeó tras el mientras seguía su camino por la medina.
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ɦɨʝօ ɖɛ ɦʊʍօ ʏ ɦʊɛֆօ - Jikook/kookmin-
FanfictionJungkook es un estudiante de arte de 17 años que vive en Praga. Pero ese no es su único mundo. A veces, Jungkook desaparece en misteriosos viajes para realizar los encargos de Brimstone, el monstruo quimera que lo adoptó al nacer. Tan misterioso res...