Capítulo 7: Desmoronarse como pastel

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3 de Marzo

Lo único en lo que Zoro puede pensar durante el resto del día es en Sanji. Si está bien. Si está drogado. Si está haciendo algo más que no le ha contado a Zoro. Con el corazón encogido y la necesidad de encontrar una licorería, Zoro decide que tiene que ir a casa de Sanji después del trabajo para ver si está en casa y hablar con él sobre lo que dijo Ace.

Por desgracia, Sanji sale del trabajo a las tres de la tarde y son las once de la mañana. El apetito de Zoro para comer nunca ha sido tan poco, incluso sabiendo que lo que ha traído son las sobras de una de las cenas de Sanji de hace un par de días.

Zoro acaba recibiendo una reprimenda, no sólo de los alumnos de sus clases, sino también de Koshiro. Zoro no puede volver a ponerse en modo profesor hoy. Ha visto a Ace una vez desde que hablaron y Ace ha mantenido la cabeza gacha, con cara de cachorro avergonzado que sabe que ha hecho algo malo pero no está dispuesto a confesarlo.

Zoro no puede echárselo en cara. De verdad que no puede. Si Ace no se lo hubiera dicho, podría haberse enterado de una forma peor. Sin embargo, Zoro hubiera preferido que se lo contara Sanji.

Cuando por fin son las tres, Zoro sale corriendo por la puerta lo más rápido que puede. Ni siquiera se molesta en pedirle a alguien que limpie el lugar antes de salir. Lo mas probable es que Ace lo haga, ya que entiende la razón de la repentina marcha de Zoro.

Con cinco vueltas equivocadas, Zoro llega a la puerta de Sanji, se ha puesto tan nervioso que cuando ve la puerta parcialmente abierta no puede moverse. Se queda paralizado mirando esa pequeña grieta que es tan insignificante en el gran mundo, pero que tiene el potencial de estrellarse contra él con tanta fuerza que nunca la habría sentido venir.

Es con el miedo en la garganta haciendo que el aire le cueste bajar por ella que empuja cautelosamente la puerta para asomar la cabeza dentro. No ve a Sanji. Zoro sabe donde esta Sanji pero se obliga a mirar primero en todos los demás sitios. El salón está vacío. Zoro deja caer la bolsa de su espada en el sofa antes de moverse a traves de la cocina vacía para asomarse al porche vacío. Primero se desplaza por el apartamento hasta la habitación de invitados y mira a través de la puerta abierta para ver que no hay nadie en las colchonetas de entrenamiento antes de dirigirse a la puerta agrietada del cuarto de baño. Donde de nuevo no hay ningún Sanji.

Todas las habitaciones están vacías y Zoro siente que su corazon se acelera al comprobar la ultima habitación. Al asomar la cabeza por la puerta del dormitorio, ve a Sanji tumbado sobre las sábanas mirando al techo, sin prestar atención al mundo que le rodea. A Zoro le empiezan a sudar las palmas de las manos cuando recuerda las palabras de Ace: una adición, drogas.

La forma en que Sanji está tendido podría significar lo peor. Abre la puerta con cuidado para no molestar a Sanji más de lo que Zoro ya lo ha hecho y entra con cautela. Solo cuando se ha puesto al lado de la cama ve que Sanji tiene una pipa en una mano y un mechero en la otra.

El aire se vuelve gélido haciendo que la respiración de Zoro se detenga en sus pulmones. No puede ser. Esto no puede estar pasando . Ace decía la verdad. Zoro aparta los ojos del cuerpo desparramado de Sanji, incapaz de seguir contemplando sus ojos vidriosos y su boca floja. Los ojos se posan en la mesilla de noche, donde hay una caja de zapatos con otras pipas, trozos y bolsitas de cristales.

El calor se acumula tras los ojos de Zoro, amenazando con derramar lágrimas por sus mejillas si sigue observando a Sanji. Una respiración agitada fluye de nuevo por sus pulmones mientras comienza a retroceder hacia la esquina mas alejada de la habitación, entre uno de los armarios y la puerta del cuarto de bano.

No puede hacer esto. No puede ver a alguien que él... No, no puede decir eso. Todavía no, ahora no. Sanji murmura algo en su estado de neblina, sacando a Zoro de la espiral que siente en la boca del estómago. En vez de derrumbarse mentalmente, se pega a la pared y se tira al suelo, acercando las rodillas al pecho y apoyando los brazos y la cabeza sobre ellas, asegurándose de no perder de vista a Sanji. Se queda sentado observando a su amante inmóvil. Su mente divaga de una cosa útil que decir o hacer a otra. Una en la que Zoro le entrega su corazón a Sanji esperando que eso ayude, y otra en la que piensa si tan solo pudiera repintar a Sanji para que esto nunca le pasara a el. Piensa en centros de rehabilitación, e incluso en pedir ayuda a Chopper. Zoro incluso se pregunta si realmente podría ayudar a Sanji o si Sanji quiere ayuda.

Labios Blancos - ZosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora