Epílogo: Abrigo horrendo

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No hicieron la cuenta atrás que probablemente hacían algunos de sus amigos del edificio. No se quedaron despiertos a propósito para ver si Papá Noel era real, como hacen muchos niños pequeños. No se quedaron despiertos para hacer el amor como otras parejas de su edad suelen hacer en estas fiestas. Ni siquiera se dieron cuenta de que, pasada la medianoche, ya no era Nochebuena, sino Navidad.

Habían pasado el día holgazaneando sin hacer nada. Haciendo galletas por aquí, escatimando por allá, y un revolcón o dos en las sábanas, pero nada extravagante. Así que cuando Sanji sintió la necesidad de un cigarrillo entre sus labios, se puso rápidamente una de sus camisas ligeras, un par de pantalones de chándal, una de las sudaderas con capucha de Zoro, y agarró su cajetilla y su encendedor de la encimera de la cocina antes de salir al aire frío del balcón de su apartamento.

No era el lugar más extravagante, pero era suyo y no se quejaban. Después de todo lo que pasó hace dos años, tenían que mudarse, tenían que hacer un cambio para que su pasado no les persiguiera en cada esquina y en cada tabla del suelo. Incluso compraron muebles nuevos y cambiaron de barrio para alejarse de todos los recuerdos. Fue una de las mejores decisiones que tomaron juntos, aparte de que Zoro salvara la vida de Sanji y de que ellos se conocieran, claro.

Bueno... esa es otra historia.

La mente de Sanji da vueltas alrededor de ese pensamiento, la historia con la que había hecho las paces pero que nunca olvidaría. Golpea su cajetilla en la mano antes de sacar uno de los cigarrillos de su interior y llevarselo a la boca.

Sigue siendo un pequeño problema entre Zoro y él, siempre lo será. Zoro aceptó a Sanji después de todo, pero todavía hay momentos en los que Zoro le mira como si recordara cuando Sanji desaparecía durante días.

Enciende su mechero antes de acercarlo a la punta del palo que tiene entre los labios. El humo le llena los pulmones e inhala profundamente, saboreando el ardor que provoca en la garganta y los pulmones. Mientras el picor fantasma que le provocaba empieza a desaparecer en el rincón más recóndito de su mente.

Los cigarrillos eran lo único que Zoro le dejaba conservar después del hospital, pero lo relegaba a sólo dos o tres al día, para gran placer de Chopper, por supuesto.

Los dos van a acabar con él. Sus constantes quejas y revisiones han puesto de los nervios a Sanji desde que salió del hospital. Pero no puede culparlos, no realmente. Tienen todo el derecho a sentirse como se sienten después de toda la mierda que les ha hecho pasar. Así que Sanji intenta ignorar sus cuidados, hasta cierto punto. Sin embargo, en algunas cosas se pone firme, literalmente.

Sanji da otra calada cuando oye que la puerta del balcón se abre tras él y Zoro sale a su lado con el abrigo absurdamente grande que Luffy le regaló las pasadas Navidades. Es una cosa fea, rayas horizontales marrones oscuras y claras, que lo hacen parecer más ancho de lo que él y Zoro son, grandes puños peludos en las mangas. Sanji nunca entendió por qué Zoro no quemó esa mierda en cuanto se la regalaron, pero Sanji ha aprendido que Zoro es así de sentimental. Demonios, todavía tiene la pulsera de identificación de Sanji del hospital de hace dos años en su cajón de la mesilla de noche. Sanji sabe porque guardaba eso, pero el abrigo sigue siendo un misterio para el.

Zoro se para a su lado en la barandilla, sin decir nada, sin mencionar que este es el quinto cigarrillo del dia para Sanji, lo que revela que había sido uno de esos malos días en los que intentan no pensar demasiado pero siempre acaban haciéndolo.

Se quedan en silencio observando la calle bajo ellos. No hay muchos coches a estas horas, con lo temprano que es la mañana de Navidad y todo eso, pero ven pasar alguno de vez en cuando mientras Sanji termina lentamente su cigarrillo y lo apaga en la maceta que hay en el suelo.

Cuando Sanji termina siguen sin mirarse. Ambos cómodos en el silencio que guardan, hasta que Sanji siente otro picor. No un picor de cigarrillo, no.... el otro tipo de picor que Sanji solía tener, sino el de la nariz. Del tipo que indica que un estornudo épico, terrible y ridículo está a punto de brotar de su cuerpo y que no tiene forma de pararlo. Y no lo hace. Sale disparado, provocando un estremecimiento que le recorre todo el cuerpo.

Zoro no se mueve, ni siquiera salta. Se limita a mirar a Sanji temblando ligeramente por los efectos posteriores del estornudo y le pregunta calmado: "¿Tienes frío?".

Antes de que Sanji pueda responder que esta bien, Zoro se aparta de la barandilla y se coloca detras de Sanji. Siente como Zoro abre su feo abrigo y de repente Sanji se ve envuelto cómodamente dentro de la maldita cosa con el marimo.

Quizas Zoro lo guardaba por eso. Podía mantenerlos a los dos dentro de sus confines sin estirar nada. Demonios, Sanji puede incluso sentir la petulancia del marimo goteando de el mientras sonríe en el cuello de Sanji depositando un ligero beso justo debajo de su nacimiento del pelo.

Se quedan en silencio otra vez, sin mirar el reloj, sin pensar en el día o en lo que significa, viendo pasar los pocos coches. Sanji no puede evitar sentirse avergonzado por lo que Zoro ha hecho con su feo abrigo, pero Sanji no lo cambiaría por nada del mundo.

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Notas:

Un extra casi 1 año después? Sí, no me había fijado que existía, tal vez porque antes no le sabía a ao3. Estaba buscando fics zosan y noté que me deje esto sin traducir.

Gracias por leer

Labios Blancos - ZosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora