Capítulo 3

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Yuta

— ¡Jodidamente aléjate de mí, Jaehyun!

Arrastrando mi borracho trasero por mi habitación, Jaehyun me aventó a la oficina y me dio un puñetazo directo en la boca, esta vez abriendo mi maldito labio.

Tropezando con la mesa, mi palma derecha golpeó la madera y me enderecé a mí mismo, dando vueltas para señalar a Jaehyun con mi dedo índice izquierdo. Sentí sangre derramarse desde mi labio a mi mandíbula y luego hasta el suelo. Jaehyun se paró frente a mí con sus brazos cruzados sobre el pecho, sus pectorales abultados debajo de la camisa. El hijo de puta era más grande que yo en cuanto a peso, pero no altura. Estábamos muy parejos cuando se trataba de pelear. Pero no quería pelear con mi mejor amigo.

Estaba tan borracho que no había manera que le ganara.

—Esa es una, imbécil. Eso es todo lo que jodidamente conseguirás. Golpéame de nuevo y veras qué pasa —arrastré las palabras, limpiándome la sangre del rostro con el dorso de mi mano.

El labio de Jaehyun se curvó en una sonrisa arrogante y resopló una carcajada de incredulidad. Dio un paso adelante y me preparé para patearle el trasero. En vez de eso, agarró una silla de madera y la lanzó a través del cuarto, gruñendo mientras lo hacía. Ignoré el choque y cerré mis ojos, tratando de detener las vueltas. Renunciando a encontrar mi equilibrio, me fui hacia atrás hasta sentarme al final de la mesa.

Escuchando las pesadas botas de Jaehyun moviéndose hacia mí por el suelo de madera, lentamente abrí mis ojos, entrecerrándolos mientras la brillante luz fluorescente de la lámpara de techo hacía que mi creciente dolor de cabeza por el whiskey empeore. Jaehyun me enfrentó cara a cara, bota a bota. Podía ver que estaba tratando de decir algo, pero cuando a Jaehyun le pasa algo como esto, su tartamudez robaba su maldita voz, de ahí su apodo: el Verdugo Mudo. El gran bastardo solo podía hablar conmigo, y ahora con su perro Tae, pero justo en este segundo, no podía hablar ni mierda. Me hacía sentir culpable como el infierno.

Exhalando una respiración lenta y tratando de no volar los pedazos en el suelo, levanté mi mano en señal de rendición.

—Malditamente tranquilízate. Concéntrate en tu habla. Lo entiendo. La cagué y estás enojado conmigo... de nuevo. Pero ahora mismo te estoy viendo doble, ¡así que dame un puto descanso!

Los labios de Jaehyun se endurecieron en una línea, se frotó la frente, y empezó a caminar por la habitación, tosiendo y frotándose la garganta. Sabía que estaba intentando hablar, así que me puse de pie y me deslicé en una silla, intentado parpadear para enfocarme de nuevo.

Nop, no estaba funcionando esta mierda.

Tenía un presentimiento de que esto no iba a ser rápido. 

Cerrando los ojos, intenté pensar en las dulces folladas, pero no me podía quitar de la cabeza el sabor del peregrino rubio. Ese peregrino rubio mojigato que quería que me cabalgara y montara mi pollo como si fuera Seabiscuit. Jódeme, él era caliente, esos ojos azules, ese hermoso cabello rubio que decoraba su rostro en ondas y ese pecho duro que se había presionado contra el mío. ¡Cristo! Incluso pensar en todo lo que podía hacer con él me ponía tan duro como un palo de acero de diez pulgadas.

— Y...Y... ¡YUTA!

Respirando fuerte, abrí mis ojos para encontrar a Jaehyun enfrente de mí, mirándome como si fuera a cortarme el cuello. Mientras pasaba las manos por su cabello oscuro, me di cuenta de que había estado frotando mi dura polla por encima de mis pantalones, pensando en el rubio.

Mierda, estaba tan jodidamente borracho.

Jaehyun se dio la vuelta y se inclinó contra la pared. Levanté mis manos.

El Infierno de YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora