Capítulo 10

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Profeta Taeil

New Zion

Miles de personas estaban presentes mientras caminaba por el pasillo hasta el altar ceremonial. Hombres, mujeres y niños se inclinaron hasta el suelo cuando pasé, bendiciendo mi nombre y hablando en lenguas mientras el Espíritu Santo los llenaba de amor. Contuve el aliento tratando desesperadamente de no mostrar mis nervios.

Seungmin caminaba detrás de mí, agradecía la devoción del pueblo poniendo una mano sobre sus cabezas y los ancianos que venían detrás hacían lo mismo.

Me acerqué a la plataforma donde tres atractivos jóvenes esperaban. Bajaron la cabeza cuando me paré frente a ellos. Coloqué una mano en su coronilla y bendije a cada uno.

—Levántense —ordené. De inmediato hicieron lo que les pedí. Un chico de pelo rojo se adelantó e hizo un gesto señalándome el púlpito y el micrófono.

Vi a Seungmin hacerle un guiño de aprobación y tuve que disimular la sonrisa. Seungmin me había dicho que estaba interesado en un chico. Supuse que era él.

—¿Tu nombre hermano? —le pregunté. Sus ojos se abrieron con sorpresa. Todavía me impactaba cómo respondía mi pueblo ante mí. Me elogiaban, me adoraban y me sentía completamente indigno de todo. Un impostor.

—Jungwoo, señor —respondió con un ligero temblor en la voz.

—Gracias hermano Jungwoo —le dije entonces sonriendo.

Mientras el rubor se deslizaba por sus mejillas volvió con disimulo la mirada a Seungmin. Él indicó con una inclinación de barbilla que había hecho bien. El hermano Jungwoo sonrió con alegría.

Girando lentamente, me enfrenté a mi congregación y casi perdí el equilibrio. El mar de ojos que me miraba era asombroso: filas y filas de seguidores parecían sumarse por kilómetros. La gravedad, la enorme importancia del llamado a estas personas dio en el blanco de repente.

Inhalando una respiración profunda, me acerqué al micrófono para hacer lo que había sido entrenado para hacer. Con cada paso las piernas me temblaban. Se me cortó la respiración y un pozo de inquietud recorrió mis venas.

Repasando el discurso que mi consejo me había ayudado a construir, controlé los nervios, acaté mi destino y actué el papel que se esperaba de mí.

—Pueblo mío, mi corazón se llena con la mayor de las alegrías al mirarlos esta noche. ¡Todos nos hemos reunido aquí para celebrar nuestro nuevo comienzo, nuestro génesis aquí en nuestro nuevo hogar... en nuestra tierra prometida... nuestra New Zion!

La gente comenzó a asentir y a sonreír, condicionada para permanecer sentada hasta que el profeta hiciera el llamado para la celebración, se mantuvo en alma y esperó a que hablara.

—Los últimos meses en La Orden han sido muy difíciles. Nuestra fe ha sido puesta a prueba y tensada hasta el mismo borde de la cordura colectiva. Muchas vidas se perdieron. Nuestro sagrado primer profeta fue asesinado mientras practicaba su deber de traernos las nuevas revelaciones de Dios. —Hombres y mujeres lloraban abiertamente. Suspiros y sollozos respondieron a mis palabras. Curiosamente, esa reacción me trajo una sensación de poder y un sentimiento de aceptación que nunca había sentido antes. Estas personas estaban perdidas. Necesitaban mi ayuda. Impulsado por la adrenalina, continué:

—Pero no lloren. No lloren por nuestro líder caído. Él fue el primer mensajero enviado por el Señor para enseñarnos el camino de la virtud. Él está ahora con el Señor, satisfecho en el paraíso y, créanme, verdaderamente es un lugar muy bueno para estar. Un lugar en el que todos estaremos algún día.

El Infierno de YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora