Capítulo 12

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Yuta

Xiaojun accedió a quedarse con Ten. Después de que Johnny escuchase lo que le sucedió a Win, el por qué me lo llevaba, supe que el hermano no dormiría mientras protegía al perro. Ten era el hombre más seguro en el maldito planeta justo ahora.

Íbamos de camino al campo, a mi rancho. Nunca antes había llevado a nadie ahí. Nunca nadie supo que me pertenecía, a parte de Jaehyun, por supuesto. Había una buena razón. Una razón que Winwin descubriría en unos cuarenta malditos minutos.

Winwin estuvo en silencio la mayoría del viaje, su cabeza presionada contra la ventana del pasajero. No podía alejar los ojos de él. De su rostro todo magullado y su espalda. Llevaba ropa larga de color gris, su tocado cubría apretadamente su cabello. Y no podía hacer una mierda para mejorar las cosas. Había sido atacado por mi culpa. No estaba seguro de poder redimirme ante sus ojos. Me estaba volviendo loco no saber lo que estaba pensando.

Pasando de una emisora de rock a otra, dejé en Judas Priest y pregunté:

—¿Estás bien, Win?

—Sí, gracias —respondió sin volverse.

Agarrando el volante con fuerza, apreté los dientes, presioné el acelerador y nos llevé al rancho lo más rápido que pude.

Cincuenta kilómetros después, vi la señal para High Ranch y giré en la sucia calle. Winwin miró al frente y se arrastró al final del asiento. Sus ojos se fijaron en el granero de madera, los campos de alrededor y los establos a la izquierda de la casa de madera.

Amaba este lugar.

Las luces en la casa estaban encendidas, estacioné el auto junto a un viejo y destartalado Chevy. Winwin se volvió hacia mí.

—¿Esta es tu cabaña?

Iba a responder, cuando la puerta principal se abrió y Jaemin salió al pórtico. Su cabello rubio rizado se enrosacaba en su rostro como de costumbre, jeans y una camisa a cuadros.

Salté fuera del camión y corrí hacia el pórtico, observando su rostro iluminarse cuando me vio. Pasando un brazo sobre sus hombros, lo acerqué a mi pecho y besé su cabeza.

—¿Cómo estás Jae?

Abrazándome por la cintura, respondió.

—Estoy bien. Bonnie trajo un potro ayer por la noche, así que me falta algo de sueño.

Alejándose, Jae fue a hablar pero se detuvo y frunció el ceño a algo sobre mi hombro.

—Emm... ¿Yuta? —Jae señaló algo a mi espalda y levantó una ceja interrogante.

Girándome, vi a Winwin iluminado por la luz de la cabina, su rostro blanco pero sus ojos enormes mientras me miraba con Jae. Probablemente estaba aterrorizado por traerlo con un hombre extraño. Agité mi mano, haciéndole señas a Winwin para que se acercara, pero su rostro cayó y no se movió. Podía ver el miedo escrito por toda su cara. Suspirando, me giré hacia jae, quien estaba observándome malditamente raro y caminé hacia Winwin, apoyándome en la puerta.

—Winwin, nene, sal. Hay alguien que quiero que conozcas.

—¿Ese es tu esposo? —preguntó Winwin de forma nerviosa—. ¿O es otro de tus amores?

Casi retrocedí ante eso, pero en cambio estallé en risas.

—No mejillas dulces, no es mi maldito esposo. Ahora ven —le di un guiño—, saca tu culo rubio del camión.

Tomando mi mano, Winwin se asomó nerviosamente y tuve que arrástrarlo hacia Jae, cuya mirada estaba pegada a nuestras manos unidas. Mientras entrábamos al porche, puse mis manos en los hombros de Winwin, sintiéndolo tensarse. Inclinándome, puse mi boca en su oído, comenté:

El Infierno de YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora