Capitulo 3

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Andaron una semana por cienagas y campos hasta dar con las murallas de la ciudad mas importante de todo su mundo llamado Naxlyem, hablamos de Dalimen.

Theá nunca habia visto la ciudad tan de cerca y se maravillo con las largas calles adoquinadas y los magnificos edificios victorianos.

Llamaban la atencion de todos los transeuntes al ser por lo menos unos treinta sin contar a los caballos, aunque la mayoria iban andando para que llevasen las cosas en sus grupas.

Se presentaron en una posada que quedaba libre y pidieron alojamiento. Theá dormiria con la prima de Marlein y como aun quedaban un par de horas para el ocaso decidio darse una vuelta.

Paseaba lentamente por las calles admirando y absorviendo todo lo que veia sin rumbo fijo, aunque se le quedaba perfectamente por donde habia pasado.

Estaba tan inmersa en su mundo que ni se dio cuenta de que la gente se la quedaba mirando al pasar como si fuese la mismisima reina.

«Que raro»penso «¿por que me estaran mirando estos aldeanos asi?»

Como no queria ser tan observada con mucho pesar volvio sobre sus pasos a la posada.

Ya en la posada les pregunto a sus compañeros si les habia pasado lo mismo pero todos lo negaron.

Paso la noche sin pegar ojo por lo que se desperto la primera, desayuno y se fue a dar una vuelta. Al igual que el dia anterior todos la miraban boquiabiertos y murmuraban entre ellos, y la joven como no sabia a que venia decidio ignorarlos lo maximo posible.

Asi pasaron los dias, sin hacer nada y dando vueltas por el pueblo, a veces con Marlein, otras con su abuela o como la mayoria de las veces, sola. Tambien podian irse a dar una vuelta a aldeas vecinas, pero teniendo cuidado y siempre llendo acompañado. Tambien tenia mas libertad para practicar con Dikaiosýni en alguna plaza al amanecer o por los alrededores de la ciudad, pero siempre estando atenta a los alrededores, no queria que la encarcelasen por uso de armas indevido. Theá no sabia que hacian con las mujeres que practicaban o hacian uso de una espada ya que eran escasas, pero lo que si sabia era que no era nada bueno.

Una buena tactica que usaba a veces para practicar era vestirse como un chico, con ropas holgadas con capucha tambien, y evitar cualquier contacto visual, por si acaso alguno de los tantos aldeanos que la miraban continuamente la reconocian.

Mejoraba rapidamente, pero como no tenia con quien luchar y compararse no lo sabia a ciencia cierta. Por eso tambien empezaba a practicar la resistencia y la agilidad. Corria alrededor de la ciudad hasta que se cansase, asi aumentaba su resistencia, tambien se colgaba a los arboles y asi mejoraba la fuerza de los brazos, y para la agilidad lo que solia hacer era intentar saltar de una rama a otra o si no habia nadie de tejado en tejado.

Pasados unos dias estaba en plena forma y aunque no dejo de entrenarse asi, empezo a entrenar el cerebro. Iba a la biblioteca a coger libros de anatomia para averiguar que lugares eran los mortales o los que dolian mucho pero no mataban al sujeto. Tambien cogia algun que otro libro en el que explicaban como manejar una espada en un combates con algunas fintas dificiles, asi cuando tuviera la oportunidad pondria en practica su conocimiemto adquirido.

Theá estaba satisfecha con los resultados, pero habia una cosa que le inquietaba e irrumpia su completo estado de felicidad. Los aldeanos seguian mirandola asi de raro y no entendia el por qué.

Un dia despues de estar ya tres semanas en el reino se decidio a preguntar. Paseaba tranquilamente y habia un grupo de chiquillos desvergonzados que murmuraban y la señalaban con el dedo. Como a Theá siempre se le han dado bien los niños, aunque nunca ha sido muy sociable, decidio ir a hablar con ellos.

NaxlyemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora