Capitulo 7

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Tardo dos semanas y media en acabarse los tres libros.

Para entonces Theá ya se había figurado que sin ayuda no llegaría a ningún sitio. Había aprendido mucho sobre el Reino, pero nada que pudiera servirle para algo.

-Deimos, Zus, Isis, ¿podría pediros un favor?-dijo titubeante ella un día al acabar la práctica de espada cuando se dirigían hacia sus aposentos. Quería pedirselo como amiga, no como princesa. Por eso estaba tan nerviosa ya que no sabría cómo reaccionarian. Después de todo era un favor un tanto extraño.

-Lo que quieras Aeth.- dijo con firmeza Is.-Ya sabes que puedes contar con nosotros para lo que quieras.

Los otros dos compañeros afirmaron en silencio y le hicieron señas a Theá para que contase y les explicará que era ese favor que la tenía tan nerviosa.

-Veras...Esos sueños que te conté Isis y la espada que me encontré... He decidido buscar si tienen alguna relacion. Fui a la biblioteca para ver si en algún libro de mitos y leyendas aparecía algo por el estilo. Pero, bueno, ya llevo dos semanas leyéndolos y aún me quedan demasiados. Imposibles de leer yo sola en poco tiempo.

Había decidido dejar la parte del anillo ya que su madre se lo habia dicho confidencialmente y le parecía mal contárselo a ellos. Aún a pesar de que eran sus mejores amigos.

De todas maneras, era cierto que también deseaba encontrar información sobre los sueños y la espada. Y como creía que tenían relación con el anillo, lo que fuera que encontrasen seguro que le daría respuestas.

-No te pongas tímida de repente.-se burló alegremente Deimos de los apuros de Theá por pedirles algo que ni siquiera podía decir expresamente.

-Deimos, no la incomodidad más todavía.-le regaño suavemente Isis.

Zu, siempre empatico, entendió su incomodidad y acudió en su ayuda.

-Pues claro que te ayudaremos. Dinos los nombres de algunos libros e iremos leyéndolos. Así avanzaremos.

Cada uno se fue a sus aposentos, de cambiaron de ropa y Theá les dio a cada uno una lista de nombres de libros.

Se tumbó en la cama y estuvo pensando en todo lo ocurrido, y planeando el futuro.

Debió de quedarse dormida, porque enfrente suyo estaba el chico de cabellos de fuego, su maestro de magia o lo que quiera que su mente conjuraba, o no, y se encontraba sentada en un tronco de un árbol muerto en un claro de un bosque.

Pero no sé trataba de un claro verde y rebosante de vida, sino más bien, un claro que apestaba a muerte y desesperación.

Todo se encontraba en un estado lamentable. Los árboles estaban quemados, las flores matchitas. No se apreciaba el confortable ruido del bosque, con sus animales moviéndose entre las ramas, ni el susurrante sonido del viento por las hojas.

Todo estaba en calma. Y muerto.

Theá se fijó en el muchacho que tenía la vista clavada con tristeza en algo que no había reparado antes. Un cadáver de un cuervo.

-Tu puedes detener todo esto. Ya ni los heraldos de la muerte se salvan de ella...

La primera frase estaba claramente dirigida a ella, pero la segunda parecía más un pensamiento dicho en voz alta. Theá se preguntó que podía significar.

-Mal augurio, mal augurio...

-¿Que ha pasado? ¿A qué te refieres con que puedo detenerlo?

Las preguntas salían disparadas como flechas, pero desgraciadamente, estás flechas no llegaban a su destino y rebotaban sin ser reparadas por el chico. El siguió mirando lastimeramente al bosque. Parecía que había perdido a un querido amigo.

Theá no sabía qué hacer ni que decir. Estaba a punto de comenzar otra práctica de arco y flechas, pero esta vez apuntando mejor, cuando el chico hizo un movimiento brusco que la hizo caer del tronco.

El muchacho giro la cabeza de repente hacia ella y le dirigió una mirada llena de propósito y un toque de irá. La muchacha se dio cuenta de que la ira no iba dirigida hacia ella, pero aún así la intimidó.

Disimulando lo mejor que pudo su creciente aprensión al súbito cambio del chico, se volvió a sentar en el tronco.

Espero, no sabía a qué, pero espero, y al final hablo.

-Princesa, nos esperan días duros. Trabajaremos más duro aún. Si creéis que antes era estricto y exigente... Bueno, vas a tener que reevaluar el concepto. Descansa lo que puedas hoy. Mañana lo necesitarás.

El sueño o visión empezó a empaparse y desapareció. Durmió en un vacío negro, pero por la mañana se sintió más cansada que nunca.

Recordando la tristeza del chico, se preguntó que sería aquello tan horrible y temible que se acercaba y acechaba. Esperaba con todo su corazón no verse envuelta en nada peligroso. Pero su instinto, que no le había faltado nunca, no parecía compartir sus sentimientos.

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⏰ Última actualización: May 10, 2018 ⏰

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