Capitulo 6

2 1 0
                                    

Theà entreno y práctico con su espada día tras día, soñando con el chico y oyendo a los consejeros de la reina cómo aumentaban las revueltas y el descontento del pueblo de a pie.

Intentaba, por otra parte, ignorar al anillo plateado que tan rara la hacía sentir. No quería decirle nada a su madre, ya que para Theà era prácticamente una extraña, y no tenía muy seguro si la reina haría algo al respecto.

Por mucho que ella se intentase convencer a si misma de que eran imaginaciones suyas, cuentos dichos alrededor de una cálida hoguera, no lograba quitarse la sensación de que ese anillo la inquietaba con lo que podría significar. Y así se vio a si misma pararse en frente de unas gigantescas hojas de madera de roble elegantemente talladas con runas y símbolos ininteligibles para ella.

Por la tarde, tras una de sus lecciones de espada, llegó a una decisión y se encaminó con paso decidido a su objetivo.

Había aprendido en su corta estancia que mas vale hacer parecer a la gente que sabes lo que haces y que tienes todo bajo control que parecer insegura y pérdida. Por eso no la pararon en su apresurado camino hacia la biblioteca.

Abrio las pesadas puertas con un poco de dificultad, pero una vez dentro no le importó en absoluto. La biblioteca era magnífica.

Era una estancia con un techo abovedado y lo que parecia un centenar de estanterias dispuestas horizontalmente unas a otras y colocadas pegadas a las paredes. También había estanterías por en medio de la sala, tan altas como el techo, que a Theà le mareo el solo pensar estar en lo alto de ellas.

Asombrada y con la boca abierta, poco noto que la estaban mirando hasta que alguien se aclaró la garganta y la saco del estupor.

-¿En qué puedo ayudarle, su alteza?- pregunto con amabilidad una bibliotecaria joven de rasgos estrictos, pero ademán suave.

-Eh, ... Umm..., Esto...-tartamudeo sorprendida la joven, tratando de reponerse de la impresión de tan súbita apariencia. Respiro hondo, se regaño porque así no se comportaba una princesa, según su madre al menos, y empezó de nuevo con una firmeza y una autoridad en la voz no vistas antes.-Sino te importa me gustaría ver la sección de fábulas y cuentos. Me gustaría aprender con profundidad los mitos que han echo a este Reino lo que es hoy.

No le gustaba apelar a los lugareños a su desagrado por los nómadas para obtener algo ya que la bibliotecaria pensaría sin duda que eran unos bárbaros sin conocimientos del mundo, pero a veces para lograr conseguir algo, había que anteponerse a uno mismo y estar dispuesto a hacer sacrificios.

La bibliotecaria la miro un poco confundida, pero se encogió de hombros y la guío entre los restantes hasta enseñarle uno muy alejado de la entrada de la biblioteca, y algo polvoriento.

-Aqui tiene, su magestad. Me temo que no tenemos mucho. Si necesita algo, no dude en hacérmelo saber. Estaré en la entrada.

La mujer se marchó y Theá se pudo manos a la obra, buscando algo que tenga que ver con el anillo y ya de paso sus extraños sueños.

Se desespero al comprobar que para lo que la bibliotecaria le parecía poco, a ella le parecía una montaña. Empezó a sacar libros y amontonados en el una mesa cercana. Al acabar comprobó que tenía nada más y más menos que treinta y ocho tomos relacionados con mitos y leyendas.

Se apuntó los nombres para no tenerlos que buscar de nuevo otro día,  cogió tres y dejó el resto en las estanterías.Aún con tres le venía justo para llevarlos en los brazos.

Se dirigió hacia la mujer, quien apuntó los nombres y le dijo que los devolviera dentro de un mes, y se marchó bamboleándose hacia su habitación.

Estaba decidida a acabarlos en una semana.

Cuán equivocada estaba.



NaxlyemDonde viven las historias. Descúbrelo ahora