Lo sé, debería estar en casa con el libro de biología entre las manos, como haría un buen estudiante el día anterior a un gran examen. Pero hay un problema, no soy un buen estudiante. Lo he intentado, de verdad que sí. Y no me concentro. Mi mente se fija en cualquier detalle ínfimo de la habitación: el calcetín sucio que hay tirado en el suelo, el vaso de plástico con estos de café sobre el escritorio en el que la camarera escribió "Tach" (cuando yo le había dicho claramente que me llamaba "Zach"), ese libro de la estantería que debería haber devuelto a la biblioteca hace meses... Me pregunto si la señora Hallagan lo notaría si dibujo una cara sonriente en la esquina de alguna página. Lo descarto enseguida, estoy seguro de que me acabarían descubriendo.
Resumiendo, pienso en cualquier cosa menos en lo que debería. El apasionante mundo de "La excreción y el transporte en los animales". Qué coñazo. Así que, como esta tarde no iba a conseguir hacer nada productivo de todas formas, he preferido no hacer nada productivo con Neil.
Estamos sentados en unos pufs de flores, escuchando música de los 70 y rodeados de lámparas de lava. Es un lugar tranquilo y poco frecuentado. Neil me ha dicho que suelen venir adolescentes a colocarse en la parte de atrás, pero dudo que mucha gente lo conozca. Estamos solos en la sala a excepción de un grupo de cinco veinteañeros jugando a las cartas y un par de chicas cogidas de la mano en el sillón rojo de la esquina. En realidad, está tan vacío, que empiezo a sospechar que no es un bar temático, solo uno que no ha sido reformado desde hace unos 30 años.
- ¿Estás seguro de que eres hetero? – me pregunta él con curiosidad. – Quizá es solo una fase. –
- Sí, eso creo – asiento
- Qué pena... Te creía más interesante. – Dice pensativo – No me malinterpretes, tengo amigos que lo son. No me importa, siempre y cuando no muestren su sexualidad delante de mí, claro. Es que los heterosexuales están siempre presumiendo de ello, ¡cómo si fuera algo de lo que estar orgulloso! Qué vivan sus vidas como quieran, pero ver a un tío y una tía besándose... No puedo con ello, me da mucho asco. Y no es solo por mí, en parte es por los niños, imagínate crecer pensando que ser hetero está bien...
Por si quedaba alguna duda, Neil no habla en serio. Odia la heteronormativa, la idea de que ser heterosexual es lo normal. De que todo el mundo lo es por definición y ser LGTB+ es lo extraño. Cuando suelta esos pequeños comentarios, tiene la sensación de eCstar haciendo algo por la causa. Aunque solo sea expresar lo poco que le gustan las ideas de la sociedad en la que vive.
En realidad, Neil es todo un revolucionario. O lo sería si no fuera tan vago. Quiere cambiar las cosas, y quizá lo haría si no se pasara el día tumbado, bebiendo y fumando, conformándose con ser un rebelde de mente.
- Creí ser hetero una vez – confiesa. – Me dijeron que me tenían que gustar las tías, y yo lo acepté. ¿Por qué iban a estar mintiéndome?
- ¿Y cómo fue? – pregunto yo
- Horrible. La peor experiencia de mi vida, prometí no volver a repetirlo. – Se acerca a mí, apoyando los codos en sus rodillas y me mira a los ojos, dejando claro que es un tema confidencial, algo entre nosotros dos. – Tienes dieciocho años y te sientes como un raro, como si hubiera algo en ti que no está bien. Intentas ocultarlo, que no se haga realidad. Pero ¿qué vas a hacer si con las tías no se te levanta? ¿qué vas a hacer si preferirías follarte a tu vecino de arriba? Haces daño a gente, te haces daño a ti mismo, y al final la única opción es aceptar lo innegable: qué tú no estás equivocado, que es la sociedad la que lo está. –
Y sé que es la primera vez que no miente.
Lo que dice Neil me hace pensar, quizá nunca me hubieran gustado las chicas si no me hubieran dicho que es lo que me tenía que gustar, quizá sí, es algo que nunca sabré.
En cierto modo, comprendo que Neil no saliera del armario hasta los dieciocho años y enseguida recuerdo un juego al que solían jugar mis compañeros del año pasado. En los recreos, cuando algún profesor faltaba o incluso en los descansos de cinco minutos entre clase y clase. Recuerdo como se ponían en círculo y se pasaban el móvil diciendo una palabra relacionada con un tema aleatorio que el teléfono dictaba. Cuando la imagen de la patata en la pantalla del aparato explotaba en las manos de alguien, éste recibía una colleja de cada uno del grupo, porque así de prehistórico se es a los quince años.
- Insultos para chica – reprodujo el móvil con una voz electrónica
- Zorra – dijo el primero
- Guarra – continúo el segundo
- Puta – afirmó el tercero
A ninguno se le ocurrió coger un insulto cualquiera y ponerlo en femenino.
- Insultos para chico – continúo el teléfono una vez que la ronda anterior hubo terminado
- Maricón – dijo el primero
- Gay – continúo el segundo
- Homosexual – afirmó el tercero
¿Homosexual? Homosexual es un insulto para unos críos del siglo XIX. Así es salir del armario en un instituto de Texas y ni os cuento cómo sería cuando Neil tenía mi edad, porque todavía mucho peor.
Sal y Barry llegan y se sientan en los sillones de al lado, sin ni siquiera saludarnos. Ella parece triste, más que de normal (y mira que eso es difícil). Sus ojos rojos miran al suelo.
- Lo he decidido. Me mudo. – dice, coge aire y se queda callada de nuevo. No parece capaz de hablar mucho más, pero unos instantes después, retoma la conversación. - ¿Puedo quedarme unos días con vosotros? Hasta que tenga a donde ir. –
Barry asiente y mira a Neil, esperando que él tenga la última palabra.
- Pues claro, Sally. ¿Cuándo te he negado yo a ti algo? – responde Neil orgulloso. Aunque en realidad, no sé si lo dice de verdad, o si sólo está siendo sarcástico.
- ¿Estás bien? – interrumpo yo
Ella no contesta. En realidad, no hace falta. Todos nosotros sabemos que no lo está. Ni siquiera ha protestado cuando Neil la ha llamado "Sally".
- ¡Tengo una idea! – dice Neil dando un pequeño brinco – Nos vengaremos. –
- ¿Qué? Estás loco – grita Sal
- ¿Es que no lo veis? Ésta es nuestra oportunidad. – sonríe él. – Nuestra oportunidad para cambiar las cosas.
Está delante de sus narices, pero nadie parece darse cuenta. – los ojos de Neil brillan, creo que es por su entusiasmo. - Quizá están demasiado ciegos, o quizá tienen miedo. La vida es más sencilla si haces todo lo que te dicen sin cuestionarte nada. Y eso es lo que la sociedad quiere. Sabe que si la gente tiene la sensación de ser felices y de ser libres, no se revelarán. Aunque no lo sean en absoluto.
Viven sus simples vidas sin ni siquiera ser elección suya. ¿Y cómo iba a serlo? Si les han manipulado desde el momento en el que nacieron. Si es niño, habitación azul, si es niña, habitación rosa. Y a partir de ahí, todo son obligaciones. Tienes que disfrutar con el fútbol, ser sociable, estudiar, trabajar duro... Todo para ser útil a la sociedad.
Pero no creáis que mejora con los años. – Neil se incorpora cada vez más. Habla con una seguridad increíble. Es como si ya hubiera traído el discurso preparado desde casa, y no me hubiera extrañado demasiado que así hubiera sido. – Después te obligan a casarte con una persona del sexo opuesto, para poder reproducirte. Y así, poder continuar con el ciclo. Manipularán a tus hijos, y a los hijos de tus hijos. Así, crecerá y tendrá cada vez más generaciones a las que someter.
Entonces, la humanidad vivirá eternamente con ideas en las que no creen. Serán educados según una moralidad que considere bueno lo que sostenga la sociedad y malo el resto. Porque, para ella, o eres bueno, o eres malo; o eres útil, o eres inútil; o estás con ella, o estás contra ella.
Y yo, te aseguro que yo, estoy contra ella.
Neil se queda en silencio y nos mira fijamente a los tres al mismo tiempo. Por su forma de sonreír sé que tiene una idea.
La revolución ha comenzado.
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No crezcas, es una trampa
Teen FictionZach está solo y perdido en un mundo que no comprende. Aislarse es lo que mejor hace, alejar a la gente, odiar a todo y a todos. Pero ¿y si ser un adolescente no es tan malo como parece? Zach experimentará por primera vez en su vida la sensación de...