16 años, esa es La Edad. "¿La Edad?", os preguntaréis. Sí, La Edad. Así, con mayúsculas y, si es posible, también en negrita y subrayado. Con 16 años todo es posible. Andas por ahí con el corazón en la manga sin preocuparte por absolutamente nada. Eres lo suficientemente pequeño como para tener toda la vida por delante, pero no tanto como para que te consideren una cría.
¿Conoces la sensación? La de ser joven y estar viva.
Te sientes bien en todo momento, llena de energía. Sin preocupaciones, sin dolor. Tu vida puede durar eternamente, o eso es lo que tú crees. Te paseas por la carretera sin rumbo, bebes como si fueras una destilería, te metes en cualquier pelea que ves. Das vueltas, y vueltas, y vueltas. Y nunca te mareas.
No te asustas, no te sientes intimidada por el mundo. El miedo no te conoce, y tú no le conoces a él. Confundes el peligro con la adrenalina. Nada te importa, correr cualquier riesgo solo te produce risa. ¿Qué podría pasarte? Estás aquí y tienes la absoluta seguridad de que lo seguirás estando.
Así es como quiero sentirme. Esto es por lo que lucho cada día y, por mucho que lo intente, lo que nunca consigo.
¡Ay! 16 años... lo que haría yo si tuviera 16 años. En primer lugar, besar a mucha gente. Besar tanto que se me desgastaran los labios. ¿Por qué no? Tendría 16 putos años y no estaría enamorada de un homosexual. Mandaría mis bocetos a una buena escuela de artes. Y me reiría. Me reiría muchísimo. Porque si hay algo que haces cuando eres joven es expresar tus emociones continuamente, como si te quemaran en el pecho y tuvieras que dejarlas salir.
Pero yo no tengo 16 años. De hecho, de eso hace muchísimo tiempo. Unos once o doce años, la verdad es que estoy demasiado borracha para contarlos. La verdad es que siempre estoy demasiado borracha.
Hoy es mi cumpleaños, o eso creo. Es lo que me dijo mi padre y él siempre miente, así que nunca podré estar segura del todo. De todas formas, qué más da. No tengo nada que celebrar. Vivo, respiro, existo y un día no lo haré. Y mi vida habrá sido inútil, todo este dolor no habrá servido de nada. Nunca cumpliré ninguno de mis propósitos, los planes que tenía de joven son ficción ahora mismo. Y dentro de unos años, dará igual que haya existido o que no. Casi es mejor así, no he hecho nada por lo que merezca ser recordada. Porque soy un desastre, porque nunca termino nada. Qué más da.
- ¿Te encuentras bien, Sally? – me dice Neil llenándome de nuevo el vaso de vodka
Yo le lanzo una mirada asesina. Odio que me llamen Sally, pero aceptaré la bebida de todas formas.
Neil es un capullo. Neil juega con los sentimientos ajenos. Neil tiene unos ojos verdes que te pueden iluminar el alma en un mal día. Supongo que nadie es perfecto.
- Me mata verte tan triste. – Es mentira, a él le da igual cómo me pueda sentir. Se le ha presentado el momento perfecto para decirlo y lo ha aprovechado, que sea verdad o no ya es otra cosa.
Creo que soy la persona que más habilidad tiene para saber cuándo Neil miente. En realidad, es bastante sencillo: Neil no dice la verdad nunca. Nos conocemos desde hace muchísimos años y le he visto soltar toda clase de cosas, ninguna de ellas era cierta. Puede que te esté contando que es el hijo secreto de James Bond, como si te dice que hoy ha comido espaguetis, ambas son igual de ficticias.
- ¡Alohomora! – susurra una voz detrás de la puerta.
Es Zach, con su abrigo viejo y su pelo despeinado de siempre. Neil le invita a pasar y le deja un sitio para que se siente en su cama.
- ¿No vas a invitarme antes a una copa? – se ríe Zach, cuando en realidad él tendría más posibilidades de conquistarle de las que yo nunca tendré.
- Por supuesto. – responde Neil con una gran sonrisa, le encanta emborrachar a menores.
Barry sube el volumen de la televisión sin decir nada a nadie. Habla tan poco que a veces se me olvida incluso que está en la habitación.
- Ayer entraron en casa de un policía en Wichita, Texas, y destrozaron todo lo que había en su interior. – dice un hombre de pelo canoso cuya cara me es bastante familiar. - No parece que se hayan llevado nada, lo que nos hace sospechar de que se trate de vandalismo, no es la primera vez que pasa en la zona. Les rogamos que llamen al número que hay en pantalla si vieron algo fuera de lo común. Podrían ayudarnos a encontrar a los culpables antes de que vuelvan a actuar.
Una ráfaga de viento llega a mi memoria y me devuelve recuerdos que desearía haber olvidado. Una Sal muy pequeña, muy muy pequeña, sentada en una silla de plástico en la comisaría de policía. Lleva un vestido blanco con rosas en la cintura y abraza con fuerza a un conejo de peluche. Mira a su alrededor confundida y asustada: un despacho de paredes marrones desgastadas, una vieja mesa de madera, una placa de oficial de policía sobre ella. Muchas voces adultas hablando, ninguna se dirige a Sal. Su padre borracho. El hombre de pelo blanco pidiéndole que se tranquilice. Su madre llorando, cubriéndose con una bolsa de hielo el ojo morado. Esa fue la primera vez, pero no la última.
Solo quiero que esto pare. Me levanto, cojo la botella de vodka y salgo por la ventana. Zach me sigue con dificultad, no tiene tanta práctica. Voy hasta el bordillo de la acera y me siento con toda la elegancia que el alcohol me permite. Me acerco la botella a la boca y bebo. No lo saboreo, solo trago. El amargo gusto del vodka es un precio bajo para conseguir el olvido. Recordar es, en realidad, el mayor castigo que puede haber. Como si te clavaran una aguja: no solo te duele, sino que no te deja pensar en otra cosa. Es lógico querer quitártela.
Zach se coloca a mi lado y me mira preocupado. Balanceo la botella hacia él, sin mucho cuidado, salpicándole en la manga de la chaqueta.
- No, gracias. Tengo que conducir – me contesta, sin ni siquiera estar seguro de si le estoy ofreciendo
Yo simulo estar muy triste con una mueca.
- No es verdad... No tienes que hacer nada que no quieras. ¡Tengo una idea! Cogeremos un tren y nos iremos muy lejos: Minessota, o Montana, o Idaho... ¡no! ¡Montana es perfecto! Viviremos en un pequeño pueblo, en una casita rural con muebles de paja. Tú trabajarás en nuestro pequeño huerto, yo enseñaré mis escasos conocimientos a nuestros ocho hijos. Será una vida sencilla. Hasta que tú te vuelvas un alcohólico por todo el estrés al que estarás sometido, yo también empezaré a beber por tener que quedarme en casa todo el día. Seremos infelices, nuestros hijos lo serán también por extensión. Y habremos malgastado toda nuestra vida. Moriremos y nadie nos recordará, sólo quedarán dos pequeñas tumbas en el jardín trasero de nuestra pequeña casita. La una junto a la otra, teniendo que soportarnos el uno al otro hasta el fin de los tiempos. – Me tapo la cara con ambas manos, intentando que mis dedos cubran todo mi rostro y susurro prácticamente llorando – ¿Por qué no podemos coger un tren? –
Él me acaricia el pelo. Las lágrimas corren por mis mejillas escapando de la oscuridad de los ojos. Yo no tengo La Edad, no la tuve y no la tendré. Estoy demasiado jodida para eso. Zach sí, y debería aprovecharla, no puede escaparse conmigo. No puede escaparse con una mujer once años mayor que está como una puta cabra. Y quiero decírselo, pero no soy capaz.
- Todo saldrá bien. – Me dice él. Y yo le creo.
De repente, unos brazos me agarran por detrás y me abrazan fuerte.
- Sal... - es Neil, su voz es inconfundible. Está viva, llena de energía, es joven. Por muy alto que hable, nadie nunca le pediría que se callara, porque a nadie le molesta ese sonido, es imposible. - Sé que ha sido duro, pero la peor parte ya ha pasado. No podemos parar ahora, podemos hacer algo grande, podemos cambiar las cosas. –
Me está mirando fijamente a los ojos. Son verdes. Muy verdes. Siempre olvido lo verdes que son. Intento apartar la mirada, intento no dejarme convencer fácilmente por lo que él me diga. Le conozco demasiado bien. Me conozco demasiado bien.
- Sólo dime que estamos juntos en esto. –
- Estamos juntos en esto. – digo en un susurro, intentando que mi conciencia no me oiga.
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No crezcas, es una trampa
Ficção AdolescenteZach está solo y perdido en un mundo que no comprende. Aislarse es lo que mejor hace, alejar a la gente, odiar a todo y a todos. Pero ¿y si ser un adolescente no es tan malo como parece? Zach experimentará por primera vez en su vida la sensación de...