No, no estáis teniendo una alucinación. Soy yo, corriendo a través del patio de mi instituto, como una bella gacela. Por norma general, no corro. Es un deporte estúpido. Te cansas, te aburres, te salen agujetas... Son todo desventajas. Si soy sincero, eso del ejercicio no es lo mío. Claro, que puedo hacer una excepción si tengo alguien detrás con ganas de romperme la nariz de un puñetazo.
¿Qué quién podría querer pegarme? Pues sería más rápido preguntar quién no me pegaría. Incluso yo lo haría en algunas ocasiones, pero en este caso no es autolesión. Ni siquiera soy culpable. En realidad, soy totalmente inocente.
Sé que a veces meto la pata con la gente. Mi madre ya me advertía cuando era pequeño que mis comentarios irónicos no hacían gracia a todo el mundo. Qué en realidad no hacían gracia a nadie, me decía. Sin embargo, esto es diferente. No he hecho nada que no debiera, me he portado como un auténtico caballero. Lauren estaría orgullosa. ¡Vale! Quizá estoy exagerando. De todas formas, no me arrepiento de nada.
Sé que os morís de curiosidad, así que os lo contaré. No puedo decir que esta sea la verdad, es mi versión de los hechos. Tendréis que contentaros con ella, porque no tendréis nada más.
Empezaré por el principio, porque si solo os contará las dos últimas frases que le he dicho a mi agresor, quizá os pongáis de su parte. Y ese es un riesgo que no puedo correr.
He tenido un día de mierda. El día más de mierda en la historia de los días de mierda. "¿No son todos tus días jodidamente malos?", os preguntaréis. Pues también es verdad. Pero éste, éste ha sido el peor con diferencia. Desde principio a final, encajando cada pequeña pieza, hasta acabar en desastre total.
7:00 de la mañana:
- ¡Zaaaaaaachary! ¡A levantar! – grita la aguda voz de mi madre
Después de haber vivido tanto tiempo con Lauren, he aprendido a diferenciar sus chillidos en tres categorías: de alegría, de enfado y de preocupación. Éste, sin duda, era el caso tres.
Quizá penséis que hubiera sido peor que estuviera furiosa conmigo. Entonces, solo me queda miraros con resignación y mover la cabeza de un lado a otro mientras susurro "ingenuos...".
Es sencillo, como una reacción química:
Madre neurótica (en este caso, la mía) + problemas (en este caso, alguna estupidez) + las cinco tazas de café que se habrá tomado esta mañana (porque es mi madre y, aunque yo lo niegue, en algo sí nos parecemos) = explosión de histeria
¿Y qué preferís vosotros? ¿Una simple bronca por haber metido los calzoncillos rojos en una lavadora de ropa blanca (no sería la primera vez que me pasa) o una explosión? Claramente, estabais equivocados.
Me levanto todo lo rápido que puedo, me pongo mis zapatillas de casa con forma de panda y abro la puerta de mi cuarto esperando lo peor.
Lauren, al otro lado del pasillo, me mira cual tiranosaurio que intenta cazar a su presa. Se sitúa detrás de mí y me empuja hasta la cocina, ignorando el hecho de que puedo andar yo solito.
- Hoy son las pruebas para el equipo de futbol del instituto, por eso te he preparado este desayuno especial. Pura proteína. – dice entregándome un líquido amarillento con trozos de cosas naranjas flotantes en su interior
Me quedo observándola, fingiendo que soy Darwin examinando la evolución en los picos de los pájaros. Y llego a la conclusión de que cualquiera de estas dos opciones es completamente válida.
a) Lauren se ha dado un golpe en la cabeza y sufre un terrible caso de amnesia.
b) Ha soñado que vive en un mundo alternativo en el que soy guapo y popular y se niega a despertar.
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No crezcas, es una trampa
Teen FictionZach está solo y perdido en un mundo que no comprende. Aislarse es lo que mejor hace, alejar a la gente, odiar a todo y a todos. Pero ¿y si ser un adolescente no es tan malo como parece? Zach experimentará por primera vez en su vida la sensación de...