— soph
— ¿Entonces tu tocabas en el coro de una iglesia? – pregunté.
Gabito y yo llevábamos más de una hora hablando de cosas sin sentido, era increíble como en una hora conocí tantas cosas de él.
Era gracioso sin llegar a lo lucido, era coqueto y caballeroso.
— Si, y terminé haciendo esto; ¿qué mamada verdad? – dijo para después hacer cara de sorprendido – perdón, quiero hablar sin menos groserías contigo y no puedo.
Sólo reímos y cruzamos miradas. Tenía una mirada sincera, era transparente, podría descifrarlo solo con mirarlo.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por una voz a mi costado:
— Sophia, ¿acepta bailar conmigo? – Otra vez él, estuve evitándolo toda la noche y me pedía bailar.
Estaba a punto de responder hasta que Gabito hablo:
— Perdón Panter, pero ya me había aceptado un baile a mí, la próxima será — me tomó de la mano para llevarme a donde estaban bailando otras parejas.
Me tomó de la cintura para yo después tomarlo de la parte de atrás de su cabeza, estábamos muy cerca, nuestras mejillas quedaban juntas y nuestras manos estaban entrelazadas en un costado.
— ¿En serio sabes bailar? – le dije al oído.
— No, pero me dijiste que te salvara de él, solo hago lo que la reina pida. — me respondió.
Sabía lo que hacía y lo hacía bastante bien.
Comenzamos a bailar y no bailaba nada mal para decir que no sabía hacerlo, pude notar la mirada frustrada de "Panter" en una esquina.
Sentía pena por no corresponderle pero no era mi tipo; en realidad, creo que un hombre infiel no es el tipo de nadie.
— Alguien en la esquina me esta degollando con la mirada, — me dijo Gabito en mi oído — podía jurar que tendré a su gente afuera para darme un plomazo. — bromeó.
— No lo digas ni de broma, – dije golpeando su hombro, a lo cuál el solo río – no creo que esté en ese ambiente, ¿o si?
— Te apuesto que aquí hay mas de uno involucrado en ese ambiente Soph, – sólo solté un suspiro – no te espantes, son gente normal.
— Si claro, nada más venden droga y desaparecen gente. – dije riendo y asustada al mismo tiempo.
— Yo no dejaría, – dijo poniendo su cara a unos centímetros de la mía – que ni se te acercaran – dijo mirándome a los ojos.
No tarde en ponerme roja, era increíble lo bien que sabía ponerme nerviosa.