45. narrado

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— gab

Era su cumpleaños, el cumpleaños de Sophia.

Todo el día releyendo su chat, viendo las fotos que nos tomábamos mutuamente, recordando las risas que pase con ella, recordando lo idiota que fui.

Y ahí estaba, viendo cómo otro tipo tomo la delantera en declararle su amor, muriendo de celos al recordar la vez que los vi besarse, muriendo de arrepentimiento por dejarme llevar por una chica pasajera.

¿Cómo alguien que jamás tuve pudo dolerme tanto? El hecho de nunca haber tenido la oportunidad de besarla y decirle a la cara lo que sentía me consumía minuto a minuto.

Lagunas mentales de lo que pudo haber pasado me estaban comiendo vivo.

Aquí estaba, viendo historias en instagram de Nata, de Antonio y de ella; de Sophia. Disfrutando su cumpleaños, ella siendo feliz con el ramo que le regalo su actual novio.

El primer shot de tequila llegó a mi boca, dolía, de verdad dolía.

Me sentía la persona mas patética del planeta, viendo como la chica de la cuál me enamoré yo mismo fui quien la hizo alejarse de mí.

¿Todo por qué? Por una cantante que nos duro el amor dos semanas.

El segundo shot recorriendo mi garganta empezaba a doler menos que el primero.

¿Cómo puedo hacerle ver que ella es para mí? ¿Que la adoro y que lo único que quiero es a ella?

Mi corazón me decía que tenía que llamarla, pero no era lo suficiente valiente para hacerlo, capaz con más copas encima lo haga.

...

Y aquí estaba, con la mirada nublada, con varias copas de más y unos mariachis por detrás acompañándome, ¿mi corazón gano? por supuesto que si.

Mis manos temblaban, la borrachera no podía dejarme ver bien.

Manejando por la terracería sin miedo a dañar mi carro, no me importo nada, me urgía verla, necesitaba abrazarla, por lo menos felicitarla.

La historia de nosotros no podía terminarse aquí.

Empecé a escuchar la música proveniente de la fiesta de Sophia cerca, la quinta estaba alumbrada, había camionetas y carros estacionados fuera de esta.

Estacione mi carro y vi que la camioneta de los mariachis seguía mi paso, estaba a punto de decirles que bajaran hasta que una voz me interrumpió:

— ¿Qué hace usted aquí? – era Marcos, o mejor conocido cómo "Markitos Toys".

Mi vista no podía identificarlo bien, pero pude ver que llevaba un ramo de mínimo doscientas rosas en la mano. Estaba recargado en su coche.

— Le traigo serenata a mi vieja, ¿no ves? – dije sin trabarme, escuche como se rió.

— ¿Crees que la serenata le gana al ex de cuatro años compa?, – dijo dejando el ramo en el cofre del coche, para después acercarse a mí – usted no sabe que Sophia se va a casar conmigo, ¿o qué?

Me reí en su cara, no puedo creer que quiera tratarla como un maldito objeto.

— ¿Crees que te tengo miedo?, pendejo. – me acerque a el, nuestras cabezas estaban a centímetros. – Sophia no es ningún objeto, no es pertenencia de nadie, ni mucho menos de un gato cómo tú.

— ¿A quién le llamaste gato? – dijo retándome.

— Al gato que tengo enfrente, – dije riéndome – ¿o ves a otro gato aquí?

El primer empujón vino de parte de él, corrí para dar el primer golpe a su cara, me correspondió al instante con otro empujón y un golpe directo al labio; escupí sangre y eso fue lo que desató el caos.

Golpes llovían por todas partes, empecé a dejar de sentir los golpes y mi rabia gano. Golpe tras golpe, ya ni siquiera veía a donde golpeaba, mi único objetivo era hacerle daño a Marcos.

Por un momento el me tenía en el suelo, para yo después patear sus testículos y hacerlo doblarse, ya no medía mis golpes, no pensaba en las consecuencias de todo el daño que nos podíamos hacer el uno al otro.

Por un momento de descuido de él, ya lo tenía en el suelo golpeando su cara, yo sobre él y el tratando de zafarse de mi agarre.

Sangre en mis manos y en mi cara, cansado y sofocado empecé a detenerme. El ya no podía moverse, solo respiraba pesado al igual que yo.

El tiempo paso tan rápido que no me di cuenta que ya había gente viéndonos y gritando que nos separaran. En ese momento reaccioné: Sophia.

Sophia gritaba desesperada, Antonio me tenía agarrado del brazo tratando de zafarme. ¿En qué momento llegaron ellos? ¿Tan cegado estaba para no darme cuenta de que ya había gente aquí?

Espantado me puse de pie viendo como Marcos tosía y escupía sangre, tratando de levantarse y con una mano agarrándose las costillas.

— ¡¿Qué hiciste cabron?! – escuche a Hassan gritarme para después tomarme de los hombros y voltearme hacia él, mi vista no se despegaba de Marcos hincado sangrando.

Marcos volteó a verme para después reír y decir:

— No sabes en lo que te metiste pendejo – dijo burlándose.

Mi rabia volvió a regresar a mí.

— Tu y los que quieras pendejo – grite.

— Ya paren, – dijo Sophia eufórica – ¡que espectáculo armaron en mi cumpleaños eh!

Dijo para después darse la vuelta y entrar a la quinta.

— ¡Sophia! – grite para después ir con ella, pero Antonio me lo impidió:

— ¡Ya la dañaste mucho cabron, ya déjala en paz! – me grito Antonio.

— Junior, yo curo a este wey y tu a Gabriel – grito Hassan.

Junior me tomo del brazo para meterme a la quinta.

...

Cuatro de la mañana, mis manos dolían, mi labio ardía y creo que mis costillas estaban a punto de romperse en dos.

Estaba sentado en una pequeña habitación de la quinta, no había visto a Sophia y ella no había venido a verme.

Antonio no paraba de darme un sermón:
"Si Sophia no quería verte, ahora menos" "Sophia no va a querer a alguien violento a su lado" "Deja de lastimarla"

Y estaba hecho.

Ya no pensaba en buscarla, la historia de nosotros había llegado a su fin. Por mí.

social media - gabito ballesterosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora