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Alicent deseaba con todas sus fuerzas poder quitarle a su hijo el dolor y la tristeza que lo embargaban y poder transferírsela a ella misma. Le dolía en el alma ver a su cachorro sufriendo, más conociendo la verdad que no podía decirle por su seguridad. Le desgarraba el alma verlo tan destruído, ver que había llegado al punto de querer suicidarse para seguir a un alfa que continuaba con vida. Le destrozaba el corazón escucharlo llorar y sollozar constantemente, escucharlo llamar a Jacaerys hasta cuando dormía, pidiéndole que regresara a él, que no lo dejara. Daría lo que fuera por poder hablarle con la verdad, por poder quitarle ese sufrimiento que lo acongojaba, pero sabía que no podía y no debía.

La omega sabía que el castaño estaba en Invernalia ya con Cregan. Arryk había sido el encargado de mantenerla al tanto de todo lo que pasaba con Jacaerys. La Hightower estaba un poco más tranquila sabiendo que el joven Velaryon estaba lejos del alcance de la maldad de su padre, aunque no podía decir lo mismo de Aegon. Ahora solo quedaba rezar porque despertara y la pesadilla acabara.

Un par de días pasaron desde que pudo volver a verlo por primera vez. Ver sus muñecas vendadas y sangrando, verlo atado como si fuera un animal a la cama fue demasiado para su corazón de madre que sufría por el cruel destino que su primogénito estaba atravesando.

No se había despegado de su lado en ningún momento, siendo el apoyo que el peliblanco necesitaba en esos momentos. La primera vez que ella presenció una de las tantas crisis de su hijo, se congeló. Los gritos desgarradores que salían de su garganta eran prácticamente aullidos de dolor, como si fuera un animal malherido. El doctor le dijo que la forma de ayudarlo a evitar las crisis y que se lastimara era liberando sus feromonas, así también evitarían mantenerlo bajo constante sedación.

Cada vez que Aegon entraba en crisis ella lo cubría con su olor, calmándolo, acunándolo entre sus brazos, esperando a que la crisis pasara. El cuerpo de su hijo se había vuelto muy frágil, delicado. Había perdido mucho peso ya que habían días en los que no comía nada, negándose a siquiera tomar un sorbo de agua. Aegon parecía un muerto en vida, pálido, ojeroso, sin el brillo que antes lo caracterizaba. Su cachorro estaba apagándose y ella solo podía consolarlo como cuando era un niño.

Lo único que Alicent agradecía de todo aquello de seguir metidos en el hospital era que ni Jason ni Otto habían ido ni una sola vez a verlos. La Hightower temía el día en que Aegon tuviera que irse a la mansión Lannister, temía de cómo reaccionaría este al tener que vivir como el omega de Jason. No sabía con seguridad si su hijo sería capaz de sobrevivir a todo aquello, solo le pedía a los Siete que le dieran fuerzas y coraje para soportar su nueva vida.

Aegon continuaba internado en el ala psiquiátrica del hospital, ya que Jason así lo había ordenado y su palabra se cumplía sin chistar en Roca Casterly. La poca salud mental que le quedaba al Targaryen era por demás precaria. A veces se sumía en su propia realidad como un mecanismo de defensa, teniendo alucinaciones de ver a Jace en alguna esquina o sintiendo algún aroma a pinos como el de su alfa. Lo duro era cuando la verdadera realidad en la que vivía lo volvía a golpear, haciéndolo llorar sin parar.

Sabía muy bien que el agujero donde una vez estuvo su corazón jamás ni nunca volvería a ser llenado por nadie. Que el frío que sentía en su cuerpo por la ausencia de su alfa ni yendo al desierto más caluroso lo dejaría. Sabía que era mejor que se hiciese amigo del dolor porque este no lo dejaría ni a sol ni a sombra, se convertiría en su nuevo mejor amigo, en una presencia constante al igual que la soledad. Sabía que la depresión que lo embargaba tampoco lo dejaría nunca. Esas emociones eran su nueva realidad, su nuevo diario vivir.

Y aunque la mayor parte del tiempo el ojivioleta no quería creer que su alfa ya no estaba más en ese mundo, la aceptación poco a poco iba ganando terreno. Aegon se aferraba con uñas y dientes a los recuerdos que construyó junto a aquel alfa por más de un año, donde fueron felices, donde se amaron sin restricciones, donde unieron sus almas como solo los destinados podían hacerlo.

The Wreck Of Our Hearts... {Jacaegon}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora