En la oscuridad y casi lúgubre oficina de Tommy Shelby, la luz de un candelabro creaba sombras amenazadoras que bailaban en las paredes de madera tallada.
La distinguida y reconocida diseñadora de modas Narcisa Becker, dama de alta alcurnia y honorable miembro de la alta sociedad británica, se encontraba allí.
Definitivamente la mujer estaba desesperada, o muy fuera de sus cabales mentales, como para salir de su barrio lujoso y lleno de multimillonarios como la Belgravia dónde su familia era propietaria de casi la mitad de esas tierras y ser capaz de ir con sus tacones de marca en la lodosa Briminghan, tras él.
Tommy la observó detenidamente, mientras que los ojos azules, fríos como el hielo, destacaban en el rostro de la mujer, que parecía no haber sonreído en mucho tiempo. Ella extendió una mano enguantada hacia él, y Tommy, con su habitual cautela, la estrechó sin mostrar emoción alguna.
—Señora Becker —dijo Tommy en un tono sereno, aunque su mente ya empezaba a maquinar cómo sacar provecho de aquel insistente encuentro, aunque el matrimonio era lo último que se esperaba.
—Sin rodeos, señor Shelby. Supongo que ya ha oído hablar de mí y de mi familia —respondió la mujer en un tono condescendiente— Como sabrá fui viuda, pero e decidido rehacer mi vida y casarme nuevamente hace unos meses y la gorda inmunda de mi hijastra es un estorbo en mi nueva vida.
Tommy asintió con indiferencia, dejando que el silencio invadiera la habitación. Era consciente de que cuanto más esperara, mayor sería el deseo de la mujer de revelar sus cartas.
—No voy a andarme con rodeos, señor Shelby —dijo ella, tomando aire con cierta impaciencia—. Mi hijastra, Rachel, es un verdadero estorbo para nuestra familia. Es una mujer salvaje, desgraciadamente, no tiene ni un ápice de gracia y encanto. No logra llamar la atención de ningún hombre honorable, ya que no piensa de forma adecuada, creo que el colesterol se le subió al cerebro. Siempre ha sido un problema, y yo estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario para quitármela de encima.
Tommy la escuchaba en silencio, sabiendo que había llegado el momento de jugar sus barajas. Una sonrisa sutil apareció en sus labios mientras ideaba un plan en su mente.
—Veamos, señora Becker —dijo Tommy, inclinándose hacia ella—. Hay métodos diferentes para deshacerse de un estorbo ¿Qué propone exactamente con un matrimonio arreglado?
La mujer, pensativa, cruzó las piernas y dejó escapar una risa maliciosa.
—La odio, si. Pero no al punto de la muerte, eso sería demasiado fácil. Además el tener el cuerpo de una ballena ya es peor desgracia, que la muerte, nadie es tan estúpido de enamorarse de una mujer con su talla y deberá aprender a vivir con eso. —contesta la mujer—. Lo quiero fuera de mi nueva vida, señor Shelby. Quiero que se case con Rachel, que se la traiga aquí, lejos de mí y para siempre. Puedes ocultarla si es necesario en alguna torre o cueva. Obviamente para que no pase la gran vergüenza, al decir que es su esposa, es más fácil puede usarla como prostituta, no habrá mucha ganancia, pero servirá para que pueda comer. O venderla si lo desea. Me ha sido imposible encontrarle un buen pretendiente por su físico, pero usted podría convertirse en su salvador sin que su reputación de cerda se vea manchada.
Tommy pareció pensativo unos instantes, definitivamente la mujer, odiaba a su hijastra. No era nadie para juzgar el físico de una mujer, pero ese tipo de mujeres, no eran su estilo, al tener un físico un poco redondo, eran demasiado ingenuas y siempre soñando con un romance dulce, de príncipes y un felices por siempre. Que en definitiva no iba con él.
Conocía a los D'Evil, una gran familia de aristócratas, filántropos multimillonarios, dueños de fabricas petroleras, comerciantes que dirigen algunas de las más importantes, aduanas portuaria y marítima en algunas ciudades como Londres, Liverpool, Southampton, Immingham, Milford Haven y Belfast.
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Medusa
FanfictionEnredada en mi cueva de soledad, Medusa, en tu mirada encuentro oscuridad. Tu corazón, una medusa de hielo, congelado en un mar de desvelo. Caíste en desgracia, hermosa Medusa, y perdiste tu inocencia, no hay excusa. Ahora, tus ojos petrifican las a...