Los pasillos de la escuela eran largos y tediosos, mucha gente se acumulaba corriendo cuando tocaban el timbre, otros simplemente caminábamos lento al saber que no era nuestro turno de clase. De esta forma se suele saber, o suponer, quienes son de qué grado o si son de tu clase paralela. Mis ojos identificaron fácil quienes eran de qué grupo, reconocí a algunos saludándolos brevemente con un movimiento de cabeza mientras que a otros simplemente los ignoré.
Mi próxima clase comenzaría en una hora, lo que en mi cerebro se resumía a elegir entre terminar de arreglar mis apuntes y esperar afuera de la puerta o ir al baño, tomar un snack y luego hacer todo lo ya dicho primero. Me decidí en lo segundo al ver lo vacío y disponible que estaba quedando todo. Suspirando me dirigí al baño con paso lento.
—Chicas, ¡miren a quién tenemos aquí!
Esa voz que aún se mantenía suave al hablar después de decir tanta acidez de la gente llegó a mis oídos e inmediatamente me hizo soltar un suspiro de cansancio. Mi rostro giró en su dirección para darle la atención que quería y levanté mis cejas cuestionando sus palabras.
—¿Me hablas a mí?
—¿A quién más le diría?
Giré los ojos y le di una mirada cansada.
—A nadie más pero la última vez dijiste que no gastarías tus palabras conmigo, ¿no es cierto?
Me dio una sonrisa y asintió. Tanta amabilidad superficial me daba rechazo.
—Estaba enojada, no lo decía en serio —explicó acercándose un poco, mirando alrededor asegurándose de que nadie nos estaba mirando —, aunque sigues debiéndome algo desde esa vez.
Fruncí el ceño y sostuve con fuerza mi bolso, negué comenzando a caminar por su lado sin dejar de mirarla para irme de ahí.
—Vas a tener que seguir esperando, lamentablemente —mis hombros chocaron con una de sus amigas quienes me sostuvieron —. Tenemos clase, no hagas estupideces.
La rubia negó sonriendo y, con un solo movimiento de cabeza, sus 3 amigas forcejearon para quitarme mi bolso. Al forcejear, las cosas cayeron al suelo y dejaron la libreta que ella tanto quería a la vista. Sus amigas me hicieron tropezar al verme agacharme para tomarla y Helena de un empujón me dejó en el suelo. Suspiró fuertemente y negó haciendo puchero.
—Ay, mírate, tanto alboroto por una libreta —sus ojos me repasaron completamente y volvieron a la libreta —. Si es así, supongo que los otros rumores son ciertos, ¿No?
Mi respiración estaba acelerada y negué, tragándome mis palabras para no hacer la situación peor.
—¿No puedes hablar? Qué lástima.
Sus amigas rieron en bajo y chasquee mi lengua, haciendo que Helena volviera a poner su atención en mí.
—Dámelo y dejémoslo ahí, ¿quieres?
—No quiero —soltó inmediatamente con su semblante serio, por primera vez en toda la conversación su actitud se puso igual de fría que sus palabras —, dame la clave para abrirla y terminar con esto.
Mi mano agarró su cabello para atraerla hacia mí a la vez que la otra mano la empujó hasta que su espalda quedara en el suelo, sus amigas dan un paso atrás sorprendidas con la situación y amenazaron con ir por ayuda, sin embargo, la rubia ceniza las detuvo. Me senté en el regazo de Helena para no permitirle moverse en absoluto y, sonriendo, tomé mi libreta de su mano.
—Tenemos clases, no querrás que tu asistencia limpia se ensucie con esto.
—Levántate —murmuró con un pequeño tono de vergüenza y rabia.
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Labios de fresa, ángel pecador
Teen FictionSi me dijeras que estaría viendo su pecho moverse despacio con su respiración tranquila, que su mano estaría abrazando mi mano, que su melena estarían descansando en mi almohada mientras estoy atenta cuidando su sueño, que sus piernas están entrelaz...