Cap.2

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Pasó una semana desde ese encuentro, Helena a veces me daba sonrisas por el bien de la convivencia y muchas otras veces simplemente me cruzaba 2 o 3 palabras de cosas básicas y cotidianas. No me molestaba por el mero hecho de que era más agradable eso a tenerla hablándome falsamente o molestándome cada vez que yo me cruzaba en su visual.

El almuerzo era la hora más bulliciosa en la escuela, gritos de niños correteando, gente gritándose de esquina a esquina, nadie prestaba atención a nadie excepto a sus grupos o compañeros sentados a su lado. Entre esas distracciones, sentí una presión en mi hombro y me alarmé cuando al girar vi a Helena sentándose a mi lado.

—¿Qué estás...?

—Mi trato aún está disponible si quieres aceptar —Soltó sin más.

—Ya te dije que no puedo.

—No es de mi agrado tampoco, lo hago por ambas.

—Por ti —Escupí mis palabras mientras me llevé un trozo de comida a mi boca bajo la atenta mirada de la rubia —, lo haces por ti y aun así no es necesario, nadie ha hablado.

—Podrían hacerlo.

—¿Tanto me quieres cerca tuyo?

—¿Qué demonios estás insinuando?

Sonreí al oír su tono molesto y la miré entrecerrando mis ojos.

—Insistes demasiado, Helena.

Su silencio duró un par de minutos antes de girar para irse.

—Como quieras, te vas a hundir sola.

—¿Y quieres que te ruegue para unirme a ti y hundirme contigo?

Helena sólo sonrió y me elevó los hombros.

—Veremos quién termina rogando al final.

Se fue sin decir nada más, escuché como explicó que me fue a saludar y luego partió con sus amigas entre cuchicheos y risas. Mi vista la siguió e inevitablemente me reproché por hacerlo.

Quizás me reusaba tanto a fingir ser su amiga porque me recordaba a un tiempo pasado que alguna vez lució brillante. Helena antes almorzaba conmigo, hace unos años atrás, compartíamos nuestras frutas y corríamos en círculos al terminar. Nuestras manos se agarraban para no perdernos en la multitud de niños y siempre nos sentábamos juntas. Su risa era como un rayo de sol que iluminaba mis días, igual de brillante que su pelo rubio e igual de claro que sus ojos. Ahora su risa era un recordatorio de lo que alguna vez fue y lo diferente que era. Se había vuelto opaca y falsa, igual de bonita, pero cada día más vacía.

Mi lápiz dibujó figuras sin sentido mientras las palabras del profesor se deslizaban entre mis oídos, reteniendo sólo un par de palabras. Era frustrante que aún después de años seguía pensando en el cascarón de lo que alguna vez fue mi mejor amiga. Nuestras madres aún se hablan, la suya a veces me habla y me saluda, la mía hace lo mismo con ella.

¿Pero entre nosotras? Silencio. Nada. Ni una palabra.

El silencio de la clase se vio interrumpido por el novio de Helena, quien suelta una broma de la cual nadie se ríe fuera de sus 3 amigos. Ella fuerza una risa para apoyarlo y se me hace difícil seguir mirándola debido a la vergüenza ajena que me está causando la imagen. El profesor los calla con otra broma de la cual todos si se ríen y continúa con su explicación. Ian mira a Helena como si nada hubiera pasado y veo en sus ojos la vergüenza que siente por su novio. A penas él la deja de mirar, la rubia gira sus ojos y niega, suspirando despacio. Sus amigas parecen compadecerla.

«Las consecuencias de tus actos», pensé.

Y no me equivocaba.

Ian y Helena empezaron su relación por el mero factor de superficialidad, el chico había alcanzado una popularidad envidiada al alcanzar la pubertad y al entrar al equipo de básquetbol de la escuela, se volvió un ícono popular en la escuela al ganar su primer partido como el jugador estrella. Para alguien como Helena, quien ganó popularidad por ser extremadamente bonita y sociable, y a la que le había gustado el característico sabor de la "fama" escolar, esto era una chance perfecta de asegurarse un lugar en la "realeza" de la escuela. Sin embargo, el cariño real por el chico desapareció al darse cuenta de que su único atractivo era el jugar bien su deporte y ser medianamente atractivo. Miles de veces la vi verlo con ojos de aburrimiento y desinterés, pero nada podía sacarla de ahí.

Labios de fresa, ángel pecadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora